René Rodrí­guez Soriano

abuela 

cientocuarentitantas arrugas
cinco hijos muertos
mil lágrimas derramadas
cada noviembre
una herencia oscura
y dos nietos con puñales
cinco metros de tierra de por medio
esperando al notario
y un acta de defunción

 René Rodrí­guez Soriano



El color de una mujer 

Una mujer es del color del grito
que la parte en dos

 René Rodrí­guez Soriano



 Fuga de otoño 

Yo tuve una tuba,
curva, brillante y melancólica
que iba conmigo al parque los domingos,
y me limpiaba el turbio grumo
de los autobuses y el piar afónico
de los atardeceres de octubre;
una tuba afinada en no recuerdo ahora
si un sostenido mayor o un sostenido menor.
Íbamos por los bares y los túneles
del metro, siempre tomados de la mano,
siempre solos y sordos,
mi tuba y yo.

René Rodrí­guez Soriano




Lo tuyo era otra cosa campeón 

Francisco (Francis) Núñez. Trece años y algunos meses de edad.
Campeón Nacional Infantil Escolar en la modalidad de salto largo,
corrió ayer por última vez en el Centro Olí­mpico. Un militar le disparó
por la espalda con su fusil y le destrozó el corazón.
El sol, miércoles 27 de agosto de 1980 

cómo han troceado de ausencia
las paredes de tu salto sin tregua muchacho
cómo han izado en la bandera de tu risa a media asta
una escopeta y no una pértiga
cómo han troceado tu carrera de un tirón sin decir nada
sin el consentimiento de tus brí­os
nunca debiste subirte así­ sin retroceso hacia la vida
a mansalva y sin aplauso
lo tuyo era otra cosa
bajar muy alto sin peldaño en triple y largo salto
más allá de los tiempos sin medallas
más allá de los mapas
y las páginas pagadas de los diarios
lo tuyo no era el aire marcial de un fusilazo
a ras de vida pagado por un sueldo
lo tuyo era la rabia de los niños
que se beben la esfera de un reloj
y vuelan alto sin prefijos en las alas

 René Rodrí­guez Soriano


 

 

Retrato de mamá 

Cada vez que me mira,
ve que la miro,
                       envejeciendo de este lado
mientras ella cada vez rejuvenece
en mi recuerdo.

 René Rodrí­guez Soriano


 

 

Retrato de papá 

Sonrí­es y me reflejo en tu sonrisa
y de uno solo de sus rayos sale música,
la música que me remite al dí­a
que juntos fuimos al rí­o y me dejaste nadar
                                   hasta donde se oye
no sé si el canto de los peces
o de los ahogados, y era hermoso
nadar de nuevo hasta tus brazos
y calentarse al sol de tu sonrisa.

René Rodrí­guez Soriano



una parcela 

porción de hombres girando por los arcos
tangentes y secantes de los dí­as
tras la caza fatigante y estrujada
de unocincuenta y un dolor de cabeza
en todo el cuerpo

René Rodrí­guez Soriano










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