Víctor Martín Iglesias

Anhedonia

Ojalá aprovechara mi vida
tanto como el tubo de pasta de dientes.
@elbaronrojo

Hace meses que recorro
un mismo camino entre la cama,
la cocina y mi portátil. No trabajo.

La vida entera es este abismo
de esperar a que cargue el sistema,
de intentar que la leche no hierva,
de resignarse a que nada suceda.

Una lucha cuerpo a cuerpo
entre mi cuerpo y la desidia.

La cama. La cocina. Mi portátil.

A veces mi propio zulo y a veces una vasta extensión yerma
de irregular topografía, donde a veces llegan
extraños ruidos, ignotas voces,
remotos crujidos de madera.

Por las mañanas, invento oficios a mi medida:
redactor de estados de Facebook,
crítico de vídeos en YouTube,
comentarista anónimo
en páginas web porno.

Por las tardes, arrastro mi abulia entre los libros,
finjo leerlos, que me interesan,
y descongelo cualquier cosa para la cena.

Vivir era esto:
procurarse ciertas calorías,
realizar, en ocasiones, la cópula.
Intentar que de esta rutina infecta
salga de vez en cuando algún poema.

Vivir era esto:
una batalla perdida contra el polvo,
Sísifo pagando facturas eternas.

Vivir era esto:
recorrer el camino que media
entre la joven promesa
y otro bala perdida.

Víctor Martín Iglesias



Back Up

“Somos lo que somos
Borradores de lo que deseamos ser.”
—Carlos Trujillo

Debajo de la piel no tengo nada:
un trozo de madera que me late
que a veces se me incendia y de repente
vuelve por sus fueros vegetales.

Ya os di todo lo que había
no tengo nada que añadir:
en toda vida hay muerte,
no en toda muerte hubo vida.

No tengo alma de fénix. 

Tengo guardada una bala
de plomo y de caramelo
de pólvora y terciopelo
a esta vida tan amarga.

Voy a coserme unas alas
y voy a echarme a volar:
no dejo, de mi memoria,
copia de seguridad.

Víctor Martín Iglesias


Ventrílocuo de sí mismo

Este, como lo hubiera sido otro,
es buen momento para hablarte.
Para que yo te diga lo que piensas.

Adoptaré una pose indiferente,
mientras sujetas con tu mano mi cabeza
y finges una voz que yo haré mía.

Voy dando palos de ciego, esta vida
que llevo / no lleva a ninguna parte.

Me gusta el agua y un par de cosas más
que no tienen sentido para nadie,
ni espero que lo tengan ni debieran,
ni yo quiero empezar a hablar de ellas.

No son intrínsecamente buenas,
pero son algo mejor que las demás.
Nunca entendí, ya ni lo intento,
el valor de una mano en la oscuridad.

No soy tan malo.

Ni busco por el momento serlo,
ser algo o ser nada, qué más me da,
y qué pudiera importarle a nadie.

Me pierden los nervios, me falta valor:
alguien debió quitármelo en la estación
a la que debiste llegar y nunca llegó
más que un autobús de gente urbana,
de personas decentes y trabajadoras,
de inmigrantes que no saben dónde están.

Se apagó el motor, volví a mi casa.
Allí has estado siempre, tan ausente,
fingiendo no mirar cuando te miro.

Te llamo por mi nombre y no respondes
y tengo ganas de gritar que te odio,
que no puedo vivir contigo, que daría
mi vida por sacarte de mi vida.

Algo hay dentro de mí
que no me deja ser yo mismo.

Víctor Martín Iglesias







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