Annie Besant

Citas de libros de Annie Besant:




"Alguien tiene que hacerlo, pero ¿por qué he de ser yo?; es la frase que repiten los débiles bien intencionados. Alguien tiene que hacerlo, ¿por qué no yo?, es el grito de un serio servidor del hombre que afronta cara a cara un serio peligro. Entre estas dos sentencias median siglos enteros de evolución moral."

Annie Besant
Del libro Del sentimiento trágico de la vida de Miguel de Unamuno, página 244



"Cada persona, cada raza, cada nación tiene su propia tónica para aportar al discurso general de la vida y de la humanidad."

Annie Besant



"Cuando llega el momento de la reencarnación, y la presencia del Atomo Permanente hace posible la fertilización del óvulo del cual tiene que crecer el cuerpo nuevo, suena su nota principal, y es una de las fuerzas que guía al constructor etéreo para elegir el material adecuado para su trabajo, porque no puede utilizar nada que no esté hasta cierto punto en armonía con el átomo permanente. Pero es solamente una de las fuerzas; el karma de las vidas pasadas, mental, emocional, y en relación con otros, solicita material capaz de las expresiones más variadas; de ese karma, los Señores del Karma han elegido aquél que es congruente, y esa masa congruente de karma determina el grupo material dejando a un lado al átomo permanente, y de ese grupo el constructor etéreo elige aquellos materiales que pueden vibrar en armonía con el átomo permanente, o en una disonancia que en su violencia no rompe la unidad... según esta disposición tendrá lugar el momento del nacimiento del cuerpo; debe nacer en el mundo en un momento en el que las influencias planetarias físicas sean adecuadas, y de este modo nace bajo su "estrella" astrológica. No es la estrella la que impone la disposición, sino la disposición la que fija la época del nacimiento bajo esa estrella. Aquí reside la explicación de las correspondencias entre las Estrellas Angeles y los caracteres, y la utilidad para fines educativos de un horóscopo trazado hábil y cuidadosamente como guía del temperamento personal del niño."

Annie Besant
Un estudio sobre la Conciencia Págs. 98-l00 (del libro Saturno, el Segador de Alan Leo, Pág 23)


"Durante mi niñez, para mí los duendes y las hadas de todo tipo eran cosas muy verdaderas y mis muñecas eran niños igual que yo era niño."

Annie Besant


EL DEVACHAN

Devachán es el nombre que se da al Cielo en el tecnicismo teosófico.

Traducido literalmente significa: morada luminosa o morada de los Dioses (I) (Devasthan, el lugar de los Dioses, es el término sánscrito equivalente. Es el Svarga de los indos, el Sukhâvati de los buddhistas, el cielo de los zoroastrinos y cristianos, así como el de los musulmanes menos materialistas.)

SABIDURÍA ANTIGUA

Es una región sumamente protegida del plano mental, de la que están excluidas por completo la tristeza y el mal por las Altas Inteligencias Espirituales que presiden la evolución humana, y en la que residen, tras el cumplimiento de su estancia en Kamaloka, los seres humanos despojados de sus cuerpos físicos y astral.

La existencia devachánica comprende dos períodos.

El primero transcurre en las cuatro subdivisiones inferiores del plano mental, dónde el Pensador conserva su cuerpo mental y permanece condicionado por él, en tanto que dura la asimilación de los materiales reunidos con la ayuda de ese cuerpo durante la vida terrestre que acaba de pasar.

El segundo se desarrolla en el mundo “sin forma”, donde el pensador, desembarazado de su cuerpo mental, goza sin trabas de la vida que le es propia, en la plena conciencia y conocimiento a que ha llegado.

La duración total de la estancia en el Devachán depende de la calidad de materiales propios para la existencia devachánica, acopiados por el alma durante su vida terrestre.

La recolección de los frutos destinados a consumirse y a asimilarse en el Devachán comprende todos los pensamientos y todas las emociones puras engendradas durante la vida terrena, todos los esfuerzos intelectuales y morales y todas las aspiraciones del mismo orden, todos los recuerdos del trabajo útil efectuado y los proyectos ideados para el servicio de la humanidad; en una palabra, todo lo que es susceptible de convertirse en facultades mentales y morales a fin de ayudar a la evolución del alma.

Ni uno sólo de esos esfuerzos se pierde, por débil y efímero que haya sido.

Pero las pasiones egoístas y brutales no tienen allí cabida, porque no encuentran materiales adecuados para su expresión.

Además, todo el mal de la existencia pasada, aunque hubiese preponderado sobre el bien, no puede impedir la recolección del bien que se ha sembrado, por poco que haya sido éste; la escasez de cosecha puede abreviar la vida celeste, pero el hombre más depravado, si tuvo una leve aspiración al bien, si experimentó el más mínimo movimiento de ternura, tendrá en el Devachán un período de existencia donde el germen del bien anhelado y la chispa del bien efectuado se desenvuelva en una tenue llama.

En otras épocas, cuando los hombres sentían el deseo del cielo y regulaban su vida con objeto de saborear sus delicias, la estancia devachánica era muy larga y duraba veces millares de años.

En la época presente, el espíritu humano se apega tanto y tan persistentemente a las cosas terrenas y tiene tan pocos pensamientos elevados, que el período devachánico ha quedado reducido a muy corto período.

De un modo análogo, la estancia en las regiones superior e inferior (I) (Estancia designadas por las palabras: Devachán Rupa, o Arupa, según se trate de las regiones Rupa o Arupa del plano mental.) del plano mental es respectivamente proporcional a la suma de pensamientos realizados en los cuerpos causal y mental.

Todos los pensamientos pertenecientes al yo personal, a la vida que acaba de extinguirse, con sus ambiciones, intereses, afectos, esperanzas y temores; todos estos pensamientos se desarrollan en la esfera devachánica, donde las formas subsisten todavía; mientras que los pensamientos que pertenecen al mental superior, a las regiones de la inteligencia abstracta e impersonal, se desenvuelven y asimilan en la región devachánica “sin forma”

La mayoría de los hombres no hacen más que entrar en esta región sublime, para salir de ella inmediatamente. Algunos pasan allí gran parte de su existencia celeste, y otros permanecen casi la totalidad de esta existencia.

Antes de entrar en pormenores fijaremos algunas de las ideas fundamentales que regulan la existencia devachánica, aunque ésta difiere hasta tal punto de la vida física, que toda descripción corre el riesgo de extraviarse por su misma rareza.

Las gentes vulgares se fijan tan poco en su vida mental, aún en la vivida en su cuerpo físico, que ante la descripción de la vida mental fuera de él, pierden toda noción de realidad y les parece estar en el mundo de los sueños.

En primer término, conviene fijar la idea de que la vida mental es infinitamente más intensa, activa y más cercana a la realidad que la vida de los sentidos.

Lo que tocamos, oímos y gustamos, todo lo que hacemos aquí abajo, es mucho menos real que las cosas que percibimos en el Devachán; pero aun en este estado no vemos las cosas tales como son, pues cúbranlas todavía dos velos.

Nuestro sentimiento de la realidad en este mundo es totalmente ilusorio; no conocemos los objetos ni los seres tales como son sin tan sólo las impresiones producidas por ellas en nuestros sentidos, y las conclusiones erróneas con frecuencia, que nuestra razón deduce del conjunto de esas impresiones.

Pónganse frente a frente las ideas que de un mismo hombre tienen su padre, su amigo íntimo, la mujer amada, su rival en los negocios, su mayor enemigo y un conocido casual, y se verá cuánto difieren esas imágenes.

Cada cual puede suministrar únicamente la imagen o impresión producida sobre su propio espíritu, y ¡cuánto difieren esas impresiones del hombre real, visto en su integridad por los ojos que penetran en todos los velos!

De nuestros amigos conocemos la impresión que producen sobre nosotros y esa impresión está estrictamente limitada por nuestra facultad de percibir.

Un niño puede tener por padre a un gran hombre de estado, lleno de proyectos sublimes; pero ese guía de los destinos de una nación, sólo es para él su más divertido compañero de juego y el más seductor narrador de consejas.

Vivimos en la ilusión, pero tenemos el sentimiento de la realidad y esto basta para contentarnos.

En el Devachán estaremos todavía rodeados de ilusiones, pero próximas, en dos grados, a la realidad, como acabamos de decir; y allí también tendremos un sentimiento de realidad que nos satisfará completamente.

Las ilusiones terrestres no quedan desvanecidas, por lo tanto, en el cielo inferior, sino disminuidas; y el contacto de los seres en esta región es más real y más inmediato.

No hay que olvidar, en efecto, en efecto, que este cielo forma parte de un basto sistema de evolución, y que en tanto que el hombre no encuentra su Yo real, su propia irrealidad le sujeta a las ilusiones.

Un hecho contribuye, sin embargo, a darnos el sentimiento de realidad en la vida presente y el de irrealidad cuando estudiamos el Devachán, y es: que consideramos la vida terrestre en sí misma, sometidos como estamos a toda la fuerza de sus ilusiones, mientras que contemplamos el Devachán desde el exterior, libres por el momento de maya.

En el Devachán se invierten las condiciones, y los que se encuentran en él sienten que únicamente su vida es real y que la vida terrestre es un tejido de ilusiones y engaños.

En una palabra, están menos apartados de la verdad que quienes desde la tierra denigran su morada celeste.

Hemos de notar que el Pensador, revestido exclusivamente de su cuerpo mental, cuyos poderes puede utilizar libremente, manifiesta la naturaleza creadora de esos poderes en una medida imposible de concebir en el plano físico.

El pintor, el escultor, el músico, tienen en la tierra sueños de exquisita belleza, y crean sus visiones por la fuerza del pensamiento; pero cuando tratan de encarnar su sueño en los materiales groseros de la tierra, la obra queda muy por debajo de la creación mental imaginada.

El mármol es demasiado rígido para expresar la forma perfecta, y el color muy pálido para reflejar la perfecta luz.

Pero en el cielo, todo lo que el artista piensa se plasma directamente en forma, porque la materia delicada y sutil del mundo celeste es la misma sustancia mental, por el medio en que trabaja normalmente la inteligencia limpia de toda pasión.

Y esa materia toma forma a la menor vibración del pensamiento.

Se sigue dé ahí que, en realidad, cada hombre crea su propio cielo, y que puede acrecentar indefinidamente la belleza de lo que le rodea, según la fuerza y riqueza de su inteligencia; y así, a medida que el alma desarrolla sus facultades, su cielo se hace más delicado y más exquisito.

Ella misma crea todas sus limitaciones, y a medida que gana en profundidad y expansión, su cielo se agranda y es más profundo.

Si el alma es débil y egoísta, pobre y mal desarrollada, la vida celeste participa de ese carácter mezquino, aunque representa siempre lo que de mejor hay en el alma, por mediano que sea.

Pero a medida que el hombre evoluciona, su vida en el Devachán es más completa, más rica, más real.

Las almas elevadas entran en relación más íntima y su comunicación es sin cesar más libre y profunda.

Por el contrario, una vida terrestre mezquina, vana e inútil, tiene por consecuencia en el Devachán, una existencia relativamente mezquina e incolora, subsistiendo sólo en ella los elementos morales y mentales.

No podemos tener más que lo que somos, y nuestra cosecha es proporcional a nuestra siembra.

No os engañéis: nadie se burla de Dios; porque lo que el hombre haya sembrado, eso, ni, más ni menos cosechará.

Nuestra indolencia y nuestra avidez quisieran cosechar donde no sembramos; pero en el universo, en el mundo de la ley, La Buena Ley, misericordiosamente justa, da a cada uno el exacto salario de su trabajo.

En el Devachán estaremos dominados por las impresiones o imágenes mentales que nos formemos de nuestros amigos.

En torno de cada alma se presentan aquellos a quienes amó sobre la tierra, porque la imagen de un ser amado, conservada intacta en el fondo del corazón, viene a ser en el cielo un compañero real y vivo para el alma.

No cambian allí los que hemos amado; serán para nosotros ni más ni menos lo que fueron aquí abajo.

Por la fuerza creadora de nuestro pensamiento en el Devachán modelamos en sustancia mental, la apariencia externa de nuestros amigos tal como afectó a nuestros sentidos en la tierra.

Lo que sólo era para nosotros en el mundo físico una imagen mental subjetiva, viene a ser en el cielo una forma objetiva en sustancia mental viva, que reside en nuestra propia atmósfera mental; y lo que era vago aquí abajo, toma intenso y vivo aspecto.

¿Y que decir de la verdadera comunión de alma con alma? Es más íntima, más próxima, más amante que todo lo que conocemos en la tierra; porque, como hemos visto, en el plano mental no hay barreras entre las almas.

La realidad de la comunión de las almas es allí proporcional a la realidad de la vida de las almas.

La imagen mental de nuestro amigo es nuestra creación propia; su forma es tal como la que conocimos y amamos, y su obra se manifiesta a la nuestra a través de esa forma según el grado de simpatía que exista entre sus vibraciones respectivas.

Ahora bien: ningún contacto es posible con los que hemos conocido en la tierra, si nuestras relaciones sólo fueron las del cuerpo físico o del cuerpo astral, o si no hay acuerdo en la vida interior entre ellos y nosotros.

Por esto, en el Devachán no puede penetrar ningún enemigo, pues únicamente el acuerdo simpático de los espíritus y de los corazones unen allí a los hombres.

La separación del corazón y de la inteligencia implica separación en la vida celeste, pues nada inferior al corazón y a la inteligencia puede encontrar expresión en ella.

Con aquellos que nos adelantan en su evolución, nos ponemos en contacto en cuanto podemos comprenderlos.

Las inmensas regiones de su ser se extienden fuera de nuestro alcance; pero todo lo que podemos alcanzar, está en nosotros.

Además, esos hermanos mayores pueden ayudarnos y nos ayudan efectivamente en nuestra vida celeste, bajo condiciones que vamos a considerar.

Nos ayudan a ascender, nos elevan hasta ellos y nos colocan en situación de recibirlos.

No hay, pues, en el cielo separación de tiempo ni de espacio; pero hay separación por falta de acuerdo entre espíritus y corazones.

Vivimos, pues, en el cielo con todos los que amamos y admiramos; y el grado de nuestra comunión con ellos lo determinan los límites de nuestra capacidad, o de la suya si estamos más avanzados los volvemos a encontrar bajo las formas en que los amamos sobre la tierra y con el recuerdo perfeccionado de nuestras relaciones terrestres; porque el cielo es eflorescencia de cuanto no pudo florecer en la tierra, y los amores frustrados y tibios de esta vida se desarrollan allí con vigoroso poder.

Como la comunión es directa, no pueden equivocarse ni de palabra ni de pensamiento que crea su amigo, o por lo menos todo lo que le es asequible de ese pensamiento.

El Devachán, el mundo celeste, es una mansión de felicidad y de dicha inefable, pero es también algo más que un reposo para el peregrino fatigado, pues allí se produce la elaboración y asimilación de cuanto tiene valor real en las experiencias adquiridas por el Pensador durante su pasada vida.

Todas estas experiencias se meditan dilatadamente y se transforman de manera gradual en facultades morales y mentales, en poderes adquiridos, con los que el hombre volverá a la tierra en su próxima reencarnación.

No asimilado a su cuerpo mental el recuerdo, subsistirá sólo para el Pensador que atravesando ese pasado sobrevivirá inmortal.

Ahora bien: las experiencias pasadas se trasmutan en aptitudes mentales, de suerte que si un hombre ha estudiado con profundidad un problema, el efecto de su trabajo será la creación de una facultad especial que le permita profundizar sin esfuerzo semejante cuestión cuando se le ofrezca coyuntura en una encarnación venidera.

Nacerá así con aptitudes especiales para tal género será estudioso y estará seguro de triunfar fácilmente.

Todo lo que ha pensado el hombre sobre la tierra se utiliza así en el Devachán: cada aspiración se transforma en poder, todos los esfuerzos estériles se convierten en facultades y en aptitudes.

Las luchas y las derrotas son materiales para forjar los instrumentos de victoria; y los sufrimientos y los errores son como brillantes y preciosos metales que se transformarán en voluntades sabias y justas.

Los proyectos de beneficencia que en la tierra fracasaron por falta de poder y de habilidad se elaboran por el pensamiento en el Devachán, ejecutándose, por decirlo así, detalle por detalle, desarrollándose bajo formas de facultades de la inteligencia, con poderes y habilidades necesarias.

Semejantes facultades se utilizarán en una vida futura sobre la tierra, cuando el estudiante aplicado renazca como genio y el devoto como santo.

La vida celeste, no es, pues, un simple sueño, ni un paraíso oriental de molicie y abandono, sino un estado donde la inteligencia y el corazón se desenvuelven libres de las materias groseras y de los cuidados triviales de la tierra, el estado en que forjamos las armas para asegurar nuestro progreso futuro tras los rudos combates terrenales.

Cuando el Pensador ha consumido, en su cuerpo mental, todos los frutos de su vida terrestre debidos a la actividad de ese cuerpo, lo abandona para vivir sin trabas en su propia residencia.

Todas las facultades mentales que encontraban expresión en los niveles inferiores del plano mental se retraen al interior del cuerpo causal, de la misma manera que los gérmenes de la vida pasional se absorbieron en el cuerpo mental cuando este abandonó él cascaron astral a su disolución en el Kamaloka.

Todas esas energías mentales y pasionales se eclipsan un instante en el cuerpo causal, como fuerzas latentes faltas de materias en que manifestarse. (I)

(El estudiante encontrará aquí una sugestión fecunda sobre el problema de la continuidad de la conciencia tras el cumplimiento del ciclo del universo. Ponga a Ishvara (el Logos) en lugar del Pensador, y reemplace las facultades, fruto de la experiencia, por las almas humanas, frutos de un universo, y entonces entreverá que es la condición indispensable para la continuidad del estado consciente durante el intervalo que separa dos universos)

El cuerpo mental, la última vestidura temporal del verdadero hombre, se disgrega entonces; y sus materiales reingresan en el Océano común de materia, de donde fueron sacados en el último descenso del Pensador.

Así el cuerpo causal sólo subsiste como receptáculo y tesoro de cuanto ha sido asimilado en la vida pasada.

El Pensador, cumplido uno de los ciclos de su gran peregrinación, reposa por un momento en su región natal.

En este instante, su estado consciente depende por completo del grado de evolución conseguido.

En las primeras fases de su vida, el Pensador no puede sino dormir inconscientemente, al dejar los cuerpos que le servían de vehículos en los planos inferiores.

Su vida palpita dulcemente en él, asimilando algunos resultados, casi insignificantes, de su existencia terrestre, que pueden entrar en sus substancias, pero no tiene conciencia de lo que le rodea.

Ahora bien: a medida que progresa, este período de su vida adquiere más importancia y ocupa una parte más considerable de su existencia celeste.

Adquiere conciencia de sí, y por consiguiente de lo que le rodea, del no—yo; y la memoria le presenta todo el panorama de su vida a través de las edades pasadas.

Ve las causas que en la última existencia terrestre produjeron sus efectos, y estudia las nuevas causas que ha engendrado en esta última encarnación; absorbe y asimila en la textura de su cuerpo causal todo cuanto hay de más noble y sublime en el capítulo de la existencia que acaba de pasar; y por su actividad interior desarrolla y coordina los materiales que lo componen.

Se pone también en contacto directo con las grandes almas, estén encarnadas o no en aquel instante, y de su comunicación con ellas recibe enseñanzas de más firme sabiduría y más grande experiencia.

Cada vida celeste es sucesivamente más rica y profunda.

A medida que la potencia receptiva del Pensador se desarrolla, el saber entra en él en poderosas oleadas y más y más aprende a comprender las operaciones de la Ley y las condiciones del progreso evolutivo.

Torna así cada a la vida terrestre con mayor sabiduría, con poder más efectivo, con visión más clara del fin de la vida y con discernimiento más claro del sendero que a él conduce

Por poco evolucionado que esté el Pensador, llega para él un momento de visión clara en el instante de su vuelta a la vida de los mundos inferiores.

En un momento ve su pasado con las causas que contiene, preñadas de lo porvenir, y ante sus ojos desfila el plan general de su próxima encarnación.

Poco después las nubes de la materia inferior surgen en torno de él y su visión se pierde en las tinieblas.

Comienza el ciclo de una nueva encarnación; se despiertan los poderes del mental inferior y sus vibraciones reúnen los materiales de la región correspondiente para la formación del cuerpo mental, primer paso del nuevo ciclo.

Estas indicaciones deben bastar por ahora, pues se tratarán de un modo más especial en los capítulos consagrados a la Reencarnación.

Hemos dejado el alma adormecida, despojada de los últimos o jirones o restos de su cuerpo astral, presta a pasar del Kamaloka al Devachán, del purgatorio al cielo.

La conciencia adormecida se despierta a un sentimiento de gozo inefable, de felicidad indecible, de paz que sobrepuja a toda comprensión..

Las melodías más dulces resuenan en torno a ella, los matices más delicados fascinan sus ojos; la atmósfera misma parece un conjunto de música y de color, y todo el ser se inunda de luz y de armonía.

Luego, a través de la bruma de oro, aparecen sonriendo con dulzura, las figuras amadas sobre la tierra, idealizadas por la belleza que expresan sus emociones más nobles, más sublimes, sin la menor sombra de los cuidados y de las pasiones de los mundos inferiores.

¿Quién podrá referir la felicidad de ese sueño, la gloria de esa primera aurora de la existencia celeste?

Vamos a estudiar ahora detalladamente las condiciones que distinguen las siete sub—divisiones del Devachán.

Recordaremos que, en las cuatro subdivisiones inferiores, estamos en el mundo de formas, o mejor dicho, en un mundo donde todo pensamiento toma inmediatamente forma.

Este mundo “formal” pertenece a la personalidad, y cada alma se encuentra allí, por consiguiente, rodeada de todos los elementos de su vida pasada que han penetrado en su inteligencia y pueden expresarse en pura sustancia mental.

El primer cielo
La primera región, la inferior, es el cielo de las almas menos evolucionadas, cuya más alta emoción sobre la tierra fue un amor acendrado, sincero y a veces desinteresado hacia la familia y los amigos.

Puede haber ocurrido también que hayan experimentado admiración amante por una persona más pura y mejor que ellas, o que hayan deseado llevar una vida más elevada, o hayan tenido algún anhelo de expansión mental y moral.

Sin embargo, no disponen todavía de los materiales necesarios para modelar las facultades y su vida va así en progresión muy lenta. Sus afectos de familia, alimentados un poco acrecentados, renacerán después de cierto tiempo con una naturaleza emocional y una tendencia más acentuada a reconocer un ideal superior y a obrar conforme al mismo.

Entretanto gozan de toda dicha que pueden contener; su vaso es pequeño, pero está colmado de felicidad, y su goce celeste se extiende a todo lo que pueden concebir.

La pureza de esta existencia y su armonía obran sobre sus facultades embrionarias, que solicitan dulcemente su atención, y comienzan a sentir los primeros estremecimientos interiores, precursores indispensables de todo nacimiento.

El segundo cielo
El segundo grado de la vida devachánica comprende los fieles de todas las religiones, cuyo corazón durante la vida terrestre se dirigió con amor hacia Dios, cualquiera que haya sido el nombre o la forma de adoración.

La forma puede haber sido menguada, pero su corazón se ha elevado por la aspiración, y allí encuentran el objeto de su culto y de su amor.

El Ser Divino les espera, tal como lo concibieran en la tierra, pero revestido de la radiante gloria de las substancias del Devachán, más hermosa y divina de lo que pueden imaginar los sueños más exaltados.

Es Ser Divino se limita a sí mismo para ponerse al alcance de su adorador; y cualquiera que sea la forma bajo que haya sido adorado, en ella se ofrece a las ávidas miradas del bienaventurado, cuyo corazón esta henchido por la correspondencia del Amor divino.

Las almas se abisman allí en éxtasis religioso, adorando al Único bajo las formas que su piedad prefirió en la tierra, en medio de su devoto entusiasmo en comunión con el Ser adorado.

En la morada celeste ningún creyente está desamparado, porque el Ser Divino es siempre visible bajo la forma familiar a cada uno.

Al resplandor de esa comunión, las almas crecen en pureza y en devoción, y cuando vuelven a la tierra estas cualidades se encuentran sumamente desarrolladas.

No cabe imaginar, sin embargo, que toda su existencia celeste se deslice en éxtasis devoto, pues tienen también muchas ocasiones de edificar y fortalecer las demás cualidades de corazón y de la inteligencia.

El tercer cielo
En la tercera región encontramos a los seres sinceros y nobles que consagraron sus servicios a la humanidad sobre la tierra y fundieron de un modo generoso su amor a Dios en forma de trabajo para el hombre.

Recogen allí el fruto de sus buenas obras y desarrollan al mismo tiempo su disposición para servir y la sabiduría que utilizarán después.

Los proyectos de amplia beneficencia se suceden ante el pensamiento del filántropo.

Como un arquitecto, traza los planos del futuro edificio que construirá al regresar a la tierra, y madura los designios que ejecutará en su día.

Como un Dios creador, concibe de antemano un mundo de bondad, que se manifestará en la grosera materia física cuando llegue oportunidad de tiempo.

Estos serán los grandes filántropos de la tierra en los siglos venideros y encarnarán con dones innatos de amor desinteresado y realizadora fuerza.

El cuarto cielo
Es seguramente el que entre todos ofrece más variado carácter, porque en él se despliegan los poderes de las almas más avanzadas, en cuanto pueden expresarse en el mundo de las formas.

Se encuentran allí los primates del arte y de las letras, ejerciendo todos sus poderes de forma color y armonía, creando facultades mayores, con las que al renacer volverán a la tierra.

Los más potentes genios musicales de la tierra, que sobre ellas derramaron torrentes de armonía superior a toda descripción, así como el genio de Beethoven ya sin sordera, hacen este cielo más armonioso, arrancando a las esferas más altas inefables melodías que resuenan vibrantes por todos los ámbitos celestes.

Encuéntrense también allí los maestros de la pintura y de la escultura, aprendiendo colores nuevos y líneas de no soñada armonía.

Hay también otros, fracasados a pesar suyo en sus grandes aspiraciones, que se ocupan en transformar sus deseos en poderes y sus sueños en facultades y serán maestros en otra vida.

Igualmente se encuentran allí los verdaderos sabios e indagadores de la naturaleza, aprendiendo los secretos de las cosas.

Ante sus ojos se deslizan los sistemas del mundo, mostrando su mecanismo oculto con la trama delicadísima y compleja de las leyes que regulan sus transformaciones.

Y éstos volverán a la tierra con intuiciones ciertas de las vías misteriosas de la naturaleza y serán los autores de los grandes “descubrimientos” del porvenir.

En este cuarto cielo se encuentran también los estudiantes de una sabiduría más profunda, los celosos y respetuosos neófitos que han buscado a los Instructores de la raza, los que han querido ardientemente encontrar un Maestro y han meditado con paciencia las enseñanzas de cualquiera de los grandes maestros espirituales de la humanidad.

Allí realizan sus aspiraciones y reciben la instrucción que creyeron buscar inútilmente; sus almas beben con avidez la sabiduría celestial, y sentados a los pies del Maestro crecen y progresan a grandes pasos.

Estos renacen sobre la tierra para instruir e iluminar y volverán al mundo con el sello de función sublime de instructores de la humanidad.

Muchos estudiantes que ignoran estas operaciones sutilísimas, se preparan un lugar en el cuarto cielo, mientras en el mundo terrestre meditan con verdadera devoción las páginas de cualquier maestro genial, las enseñanzas de cualquier alma elevada.

Forman así, sin saberlo, un lazo entre ellas y el maestro que aman y veneran; y en el mundo celeste se manifestará este lazo del alma, atrayendo a una mutua comunión a las almas que une entre sí.

Semejantes al sol que adentra simultáneamente sus rayos en gran número de habitaciones, estando iluminada cada una según su total capacidad para recibirlo, esas grandes almas del mundo celeste bañan con sus rayos centenares de imágenes mentales de ellas, creadas por sus fieles discípulos.

Estas imágenes están llenas de vida y animadas de la esencia misma del ser que representan, de suerte que cada estudiante tiene su maestro por instructor, sin poder monopolizarlo, sin embargo, en perjuicio de los demás.

El hombre reside, pues, en los cielos “formales”, durante un período determinado por la abundancia de materiales recogidos sobre la tierra.

Todo lo bueno que ha podido cosechar en la última vida personal encuentra allí su completo desarrollo, su realización total, hasta en los pormenores.

Después, según hemos visto, cuando todo está extinguido, apurada ya la última gota del cáliz de la dicha y consumida la última migaja del festín celeste, todo cuanto se ha transformado en facultad, todo lo de valor permanente, queda absorbido en el interior del cuerpo causal, y el Pensador se despoja de los últimos restos del cuerpo mental, por medio del que ha manifestado sus energías en las regiones inferiores del mundo celeste.

Despojado del cuerpo mental, continúa en su propio mundo a fin de elaborar cuantos elementos de la cosecha asimilada puedan encontrar en esta región elevada materiales propios para su expresión.

El gran número de almas vulgares, no hacen, por decirlo así, más que tocar un instante el nivel inferior del mundo “sin forma”.

Allí se refugian momentáneamente, puesto que todos sus vehículos inferiores se han dispersado; pero se hallan en tan embrionario estado que todavía no son capaces de poseer ningún poder activo para funcionar independientemente en esta región.

Esas almas quedan inconscientes desde que se disgrega el cuerpo mental.

Tan sólo por un instante puede reaccionar su conciencia; el recuerdo ilumina su pasado, como un relámpago, y así ven las causas más salientes.

Un relámpago de previsión igualmente breve, ilumina su porvenir y ven los efectos que han de realizarse en la próxima existencia.

Tal es la única experiencia del mundo “sin forma” concedida a la mayoría, porque allí, como en todas partes, la cosecha es proporcional a la siembra, y si no se sembró nada, ¿cómo esperar cosecha?

El quinto cielo
Ahora bien: muchas almas sembraron durante su vida terrestre, con pensamientos profundos y noble conducta, mucho grano cuya recolección pertenece a esta quinta región celeste; así, es grande ahora su recompensa por haberse emancipado de la servidumbre de la carne y de las pasiones, y comienzan a sentir la vida real del hombre, la existencia sublime del alma misma, despojada de las vestiduras que pertenecen a los mundos inferiores.

Aprenden, además, las verdades por visión directa, y ven las causas fundamentales de la que son efecto los objetos concretos.

Estudian las unidades subyacentes, cuya presencia está disfrazada en los mundos inferiores por la engañadora variedad de pormenores aparentes.

Obtienen así un profundo conocimiento de la Ley y aprenden a conocer sus operaciones inmutables bajo los fenómenos al parecer más dispares.

He aquí cómo se graban en el cuerpo indestructible las convicciones firmes e inquebrantables que en la vida terrestre se revelarán como certezas profundas e intuitivas del alma por encima y más allá de todo razonamiento.

Aquí todavía estudia el hombre su pasado, separando cuidadosamente el complejísimo haz de las causas que ha engendrado.

Nota sus mutuas reacciones, las fuerzas resultantes que de ellas proceden, y ve en parte cuáles serán sus efectos en las existencias que le reserva el porvenir.

El sexto cielo
En el sexto cielo encontramos las almas más avanzadas, que durante su vida terrestre sólo experimentaron débil apego a las cosas temporales y cuyas energías estuvieron consagradas por completo a la vida superior, intelectual y moral.

Para ellas el pasado no tiene velos, su recuerdo es perfecto y sin discontinuidad alguna; se preparan para la próxima vida la actividad de las energías destinadas a neutralizar un gran número de fuerzas contentivas y a reanimar y fortalecer a los que trabajan por el bien.

Tan clara memoria les permite adoptar determinaciones precisas y enérgicas sobre lo que ha de hacerse y lo que ha de omitirse; y pueden fijar sus decisiones en los vehículos inferiores, en la existencia que se prepara, imposibilitando algunos males incompatibles con esa naturaleza íntima que el ser siente en sí, haciendo, por lo contrario, inevitables algunas costumbres que responden a las exigencias irresistibles de una voz interior que no tolera contradicción alguna.

Tales almas vienen al mundo con las más nobles y elevadas cualidades que hacen imposible una existencia vulgar y señalan al niño desde la cuna como uno de los campeones de la raza.

El hombre que llega a este sexto cielo ve desfilar ante sí los inmensos tesoros de la Inteligencia Divina en su actividad creadora, y puede estudiar los arquetipos de todas las formas que están en vías de evolución gradual en los mundos inferiores.

Puede bañarse en el insondable océano de la Sabiduría Divina y resolver los problemas que se refieren a la ejecución progresiva de esos arquetipos, comprendiendo, en fin, aquel bien parcial que parece ser un mal a los ojos de los envenenados por la carne.

En este horizonte agigantado, los fenómenos toman su justo valor relativo, y hombre ve allí la justificación de los “caminos del Señor”, que dejan de ser para él “insondables” en cuanto se refieren a la evolución de nuestros mundos inferiores.

Los problemas que se propuso inútilmente en la tierra y cuyas soluciones escaparon siempre de su ávida inteligencia, los resuelve por su intuición que rasga los velos fenoménicos y descubre los ocultos eslabones de la no interrumpida cadena de las causas.

Aquí también el alma goza de la presencia inmediata y de la plena comunión de las grandes almas que han cumplido su evolución en nuestra humanidad.

Libertada de las trabas que pone “el pasado” terreno, gusta “el eterno presente” de una vida inmortal y continua.

Aquellos a quienes en la tierra llamamos “muertos ilustres” son arriba vivientes gloriosos, y el alma, embriagada con su presencia, vibra al contacto de su potente armonía haciéndose cada vez más semejante a ellos.

El séptimo cielo
Más sublime, más admirable brilla todavía el séptimo cielo, patria intelectual de los Maestros y de los Iniciados.

Alma alguna puede residir en él si no ha franqueado en la tierra la estrecha puerta de la Iniciación, la puerta “que conduce a la vida eterna” (I) (El iniciado sale del camino ordinario de la evolución y va hacia la perfección humana por un sendero más corto y escarpado)

Este mundo es la fuente de los más poderosos impulsos intelectuales y morales que se extienden sobre la tierra, y de él se derraman, en reparadoras corrientes, y las más sutiles energías.

La vida intelectual del mundo tiene su raíz en él, y de él recibe el genio sus más puras inspiraciones.

Para las almas que allí tienen su morada, poco importa que estén o no sujetas a los vehículos inferiores.

Su conciencia sublime no se interrumpe jamás ni su comunión con los que le rodean.

Cuando “encarnan” pueden comunicar esta conciencia a sus vehículos inferiores en proporción mayor o menor, según lo juzguen oportuno.

Sus determinaciones están guiadas cada vez más por la voluntad de los grandes Seres, identificados con la del Logos, con la Voluntad que converge sin cesar al mayor bien de los mundos, porque allí, los últimos vestigios de la separatividad (2) (Ahamkara, el principio que da nacimiento al Yo, principio necesario a la evolución de la conciencia, pero que debe eliminarse concluida su obra.), están en vísperas de eliminarse en todos los que no han alcanzado la liberación final, es decir, que todavía no son Maestros; y a medida que esos vestigios desaparecen, la voluntad humana se armoniza cada vez más con la voluntad que rige el universo.

He aquí un bosquejo de las siete zonas celestes, a una de las cuales pasa el hombre a su hora, tras el “cambio que llamamos muerte”.

Porque la muerte es tan solo un cambio que liberta parcialmente al alma librándola de sus más pesadas cadenas.

Es el nacimiento a una vida más larga, el regreso del alma a su verdadera patria tras breve destierro en la tierra; el paso de la prisión de aquí abajo a la atmósfera libre de arriba.

La muerte es la más grande ilusión terrestre.

No existe la muerte: sólo cambian las condiciones de vida, porque la vida es continua, sin interrupción ni posibilidad de solución de continuidad.

“El espíritu es nonato, eterno, inmemorial, constante”; no perece al morir los cuerpos de que se ha revestido.

Creer en la muerte del espíritu cuando el cuerpo cae en el polvo, sería como creer que los cielos se hunden cuando se rompe un ánfora. (comparación empleada en el Bhagavad Purana.)

Annie Besant


“El pensamiento recto es condición indispensable de la vida recta; la cordura es indispensable para la rectitud de la conducta.”

Annie Besant



"En el Devachán se preparan las condiciones para volver a encarnar, en él se conservan las virtudes de la vida terrestre y en él se desechan los males."

Annie Besant


"Es el deber de los seguidores del Islam, el difundir por el mundo civilizado un conocimiento de lo que el Islam significa, su espíritu y su mensaje."

Annie Besant


"India es un país en el que cada gran religión encuentra un hogar."

Annie Besant


"La condena rápida de todo lo que no es nuestro, de puntos de vista con los que discrepamos, de ideas que no nos atraen, es el signo de una mente estrecha, de una inteligencia no cultivada. La intolerancia es siempre ignorante, y el niño sabio, que se convertirá en el hombre sabio, trata de comprender y ver la verdad en ideas con las que no está de acuerdo."

Annie Besant


"La muerte consiste, en efecto, en un proceso repetido de desnudarse o desenfundarse. La parte inmortal del hombre se sacude de sí misma, una tras otra, sus envolturas exteriores, y – como la serpiente de su piel, la mariposa de su crisálida – emerge de una tras otra, pasando a un estado superior de conciencia."

Annie Besant



"La 'Pascua' es un evento movible, calculado por las posiciones relativas del sol y la luna, una forma imposible de fijar año a año el aniversario de un acontecimiento histórico, sino una forma muy natural e inevitable de calcular una fiesta solar. Estas fechas cambiantes no apuntan a la historia de un hombre, sino el héroe de un mito solar."

Annie Besant


"La reencarnación del alma humana no es la introducción de un nuevo principio en la evolución, sino la adaptación del principio universal para adquirir las condiciones necesarias para la individualización de la vida en constante desenvolvimiento."

Annie Besant
Reencarnación, página 2



Lo que es una Logia en la Sociedad Teosófica

Nada tan frecuente en nuestros días como el ver en cierto número de personas, hombres y mujeres, que, interesándose en un mismo objetivo, se agrupan y forman una Sociedad con el fin de perseguirlo.

Hay diversas sociedades de acción; tal es la Sociedad Protectora de animales, en la cual sus miembros se esfuerzan en sostener agentes que vigilan si se cometen actos de crueldad y perseguir a sus autores. Hay sociedades de estudio, tales como la Sociedad Asiática, la Sociedad Geográfica, la Sociedad de Química, etcétera. Sus miembros se reúnen para oír leer las memorias que les son presentadas y escuchar los informes relativos a las cuestiones cuyo progreso se propone favorecer la Sociedad. Tales sociedades tienen sus asambleas regulares, sus discusiones, sus conferencias, en una palabra, un objetivo preciso que lo sirven cumplidamente.

Desde un cierto punto de vista, la Sociedad Teosófica parece ser una Sociedad semejante a aquellas. Es una asociación de estudiantes agrupados en Ramas o Logias en el mundo entero. Sus miembros se reúnen para estudiar la religión en el sentido más alto de la palabra, para examinar y comparar las diversas religiones del pasado y del presente, para escrutar los problemas oscuros de la vida humana y de la vida en general bajo todos sus aspectos, para instruirse de las experiencias de los miembros más adelantados y para cambiar ideas mutuamente.

Considerada así, es una Sociedad entre tantas otras, notable solamente por el interés profundo, inagotable, de los problemas a cuyo estudio se entrega; está igualmente sujeta a todas las condiciones que afectan a otras sociedades, aumento y disminución de sus miembros, ardor o enfriamiento de su entusiasmo, influencia atractiva o no de sus miembros directores, reuniones interesantes o deslucidas.

Numerosos miembros de las Logias Teosóficas, parece que mirando como sigue la Sociedad de que forman parte, si prevén que será interesante una reunión asisten a ella; si presienten que será fría y deslucida no asisten. Si un conferenciante favorito debe hablar en la Logia, la sala está llena; si el orador de esa noche es desconocido o pesado, la sala está vacía. Es así como se ve crecer y decrecer la actividad de una Logia.

Una personalidad enérgica puede dar esplendor a una Logia; pero así que un acontecimiento cualquiera aleja a esa persona a otro campo de acción, la Logia se adormece y muere.

Contrariamente a lo expuesto, algunos de entre nosotros piensan que la Sociedad Teosófica, en su conjunto y sus Logias representantes de las Ramas, son una cosa diferente y más elevada que cualquiera otra Sociedad. Ciertamente, reconocemos que ésta tiene también el carácter de Sociedad sabia, que figura también a los ojos del mundo con esta categoría, pero para nosotros es algo más, y su diferencia de las otras la coloca en una situación única y aparte.


Creemos, en efecto, y para ello tenemos muy buenas razones, y alguno de nosotros puede aún decir que lo sabe, que esta Sociedad no ha sido formada por ese impulso que tan comúnmente reúne a personas a quienes interesa un mismo estudio, sino que ha sido concebida, proyectada y fundada por algunos de los hombres Superiores, que son los guardianes espirituales de la raza humana y que emplearon a uno de sus discípulos, H. P. Blavatsky, para realizar su formación.



Annie Besant


"Mi propia vida en la India, desde que llegué a ella en 1893 para convertirla en mi hogar, ha sido dedicada a un solo propósito, devolverle a la India su antigua libertad."

Annie Besant



"Negarse a creer hasta que la prueba se presente es una posición racional; la negación de todo fuera de nuestra propia limitada experiencia es absurdo."

Annie Besant


“No existe la muerte, sólo cambian las condiciones de vida.”

Annie Besant


"Solamente en el instante en que el hombre se encuentra frente a su conciencia, oye salir de los labios de su pasado el augurio de su porvenir."

Annie Besant


Teosofía y Población


Puesto que las vidas de hombres y mujeres de las clases más pobres y de las clases de profesionales peor remuneradas son una larga y desgarradora lucha para que “alcance el dinero y seguir siendo decentes”; puesto que en la clase media el matrimonio es a menudo evitado o demorado hasta un momento más tardío de la vida a causa del pavor que ocasiona una familia numerosa, y el matrimonio tardío es seguido por su sombra, el predominio del vicio y la ruina social y moral de miles de mujeres; por éstas y muchas otras razones, la enseñanza de la responsabilidad de limitar la familia al medio de subsistencia es la consecuencia lógica del materialismo.

En la búsqueda del mejoramiento del tipo físico, se prohibiría la descendencia a todos los que no fuesen matrimonios saludables; se restringirían los nacimientos dentro de los límites que coinciden con la perfecta salud y bienestar físico de la madre; y se impondría como deber el no traer niños al mundo a menos que estuviesen presentes las condiciones para su equilibrada nutrición y desarrollo. Y considerando sin posibilidades, así como dañino el predicar la abstinencia (siendo inevitable la conjunción del celibato nominal con la extensión de la prostitución, en la constitución de la naturaleza humana); bastante racional y lógicamente se aconseja la deliberada restricción de la producción de vástagos mientras se sanciona el ejercicio del instinto sexual dentro de los límites impuestos por la templanza, la mayor capacidad física y mental, el buen comportamiento y dignidad sociales, y el respeto a sí mismo de cada individuo.

En todo esto no existe nada que de alguna manera insinúe la aprobación del libertinaje, el desenfreno, y la entrega a la complacencia de los deseos. Por el contrario, es un plan de  evolución humana bien razonado y defendible intelectualmente, considerando a todos los instintos naturales como una cuestión de reglamentación y no de destrucción, y buscando desarrollar el cuerpo físico totalmente saludable y equilibrado como base necesaria para una mente saludable y equilibrada. Si las premisas del materialismo fueran verdaderas, no hay contestación a las conclusiones neo-maltusianas, porque aún esos socialistas que se han opuesto implacablemente a la promulgación del neo-maltusianismo, considerándolo como “una distracción introducida con la intencionalidad de apartar la atención del proletariado de la causa real de la pobreza, del monopolio de las tierras y del capital manejado/en manos de una clase”, admiten que, cuando la sociedad está construida sobre los cimientos de la propiedad común en todo lo que sea necesario para producir riqueza, llegará el momento de considerar el asunto de la población.

Además del antagonismo socialista, se mencionaron dos objeciones principales como posiblemente válidas en contra del neo-maltusianismo por parte de personas reflexivas:

1- Que disminuiría la lucha por la existencia, y por lo tanto destruiría la selección natural, por medio de la cual se llevó a cabo el progreso en el pasado;

2- que sólo los más racionales adoptarían esta teoría, y así la producción de progenie decrecería entre las personas razonables mientras permanecería como antes entre los ignorantes y brutales, con la consecuencia de que la población aumentaría principalmente en su parte más baja en vez de hacerlo en sus elementos más dignos.

La respuesta a la primera objeción es que los avances suceden más rápida y económicamente por selección racional, que por selección natural, y ha llegado el tiempo de que el hombre controle su propia evolución en vez de dejarla en manos de las  fuerzas ciegas de la naturaleza. A la segunda, que los ya menos desarrollados hombres y mujeres son, como regla, los más prolíficos, que un elevado desarrollo intelectual se asocia con frecuencia con una baja tasa de reproducción, y que debemos enfrentar lo inevitable; además, que los niños bien criados y cuidadosamente atendidos de los reflexivos sobreviven en cifra mucho mayor que los niños descuidados y mal nutridos de los salvajes y brutales, reduciéndose de este modo la desproporción original de las cantidades.

El famoso juicio contra mí y el señor Charles Bradlaugh por volver a publicar un panfleto sobre el tema escrito a principios de siglo por el Dr. Knowlton, un médico americano, fue el comienzo de un gran movimiento popular  en relación con el tema. Publicamos el panfleto porque fue atacado por la policía, y ése no nos pareció el modo en que debía ser resuelta semejante cuestión. Por consiguiente reimprimimos el breve tratado y dimos aviso a la policía de que le venderíamos personalmente el panfleto para no agregar dificultades técnicas en cuanto al proceso judicial; lo llevamos a cabo y el juicio fue trasladado a la corte de Queen’s Bench a la orden del Presidente del Tribunal de Justicia, quien, después de leer el panfleto, resolvió que era un trabajo científico, y no “obsceno”, en el sentido común de la palabra. Utilizando sus propias palabras se trataba de “un aburrido tratado de fisiología”.

La acusación fue llevada adelante por Sir Hadinge Gifford, el Procurador General del Partido Conservador que gobernaba en ese entonces, quien utilizó todos los medios políticos y teológicos de animosidad en contra nuestro; el juez, Sir Alexander Cockburn,  Presidente del Tribunal de Justicia de Inglaterra, nos comprendía plenamente, y opinó a favor nuestro acusando al jurado en lo que fue un verdadero discurso para la defensa; el jurado emitió un veredicto especial, absolviéndonos por completo pero condenando al libro, y el juez, de mala gana, lo interpretó como un veredicto de culpabilidad. Evidentemente molesto por el veredicto, se rehusó a dar el fallo y nos dejó ir por nuestros propios medios. Cuando después retornamos para la sentencia, nos instó a renunciar al panfleto, tal como lo había condenado el jurado; dijo que con respecto a eso nuestro procedimiento en su totalidad había sido correcto, pero que debíamos ceder al fallo del jurado.

Fuimos obstinados, y nunca olvidaré el modo patético con el que el gran juez nos exhortó a resignarnos y como finalmente, cuando insistimos en que continuaríamos vendiéndolo hasta que se obtuviera el derecho a venderlo, dijo que nos hubiera dejado en libertad si hubiésemos cedido ante la corte, pero nuestra perseverancia lo obligó a condenarnos. Presentamos la apelación, prometiendo no venderlos hasta que se resolviera la misma y nos dejó ir por nuestros propios medios. En la apelación anulamos el veredicto y fuimos liberados. Recuperamos todos los panfletos confiscados y los vendimos públicamente. Continuamos con la venta hasta que fuimos notificados de que no habría intentos de nuevas acciones judiciales en nuestra contra, y entonces abandonamos la venta del panfleto y nunca más la retomamos. Escribí “La Ley de la Población” en su reemplazo, y mi panfleto nunca fue atacado, excepto en Australia, donde el ataque fracasó ignominiosamente, el Juez Windeyer de la Corte Suprema resolviendo a su favor en un juicio extraordinario, en el cual defendió el panfleto y la postura neo-Maltusiana en uno de los argumentos más luminosos y convincentes que yo haya leído.

El fallo fue en aquel momento comentado por la prensa inglesa como “un brillante triunfo de la Sra. Besant”, y supongo que lo fue; pero ningún juicio legal pudo enmendar el daño forjado en la mente pública por la calumnia  maligna y persistente en Inglaterra. Nadie excepto yo misma sabrá alguna vez los sufrimientos que ha cobrado de mí ese juicio: pérdida de los niños  (a pesar de que el juez dijo que sólo mi ateísmo justificaba que me los quitaran), pérdida de amigos, ostracismo social, acompañado de toda la agonía sentida por una mujer de vida pura, siendo el blanco de las más infames acusaciones. Por otro lado estaba la gratitud vehemente evidenciada por las cartas de miles de mujeres pobres, casadas (muchas de ellas esposas de clérigos de campo o curas pobres) agradeciéndome y dándome sus bendiciones por mostrarles cómo escapar del auténtico infierno en el que habían vivido. Las “clases altas” de la sociedad no saben nada del modo en que viven los pobres; cómo su hacinamiento destruye todo sentido de dignidad personal, de pudor, de consideración ante la vida humana, como justamente dijo el Obispo Fraser, es “más degradada que el nivel del puerco”. Fui hacia eso y hasta allí llegué, y no pude disminuir el precio que parecía ser el rescate para su salvación. Me refería, claro está, a la pérdida de todo lo que hacía  a la vida valiosa, pero pareció a la misma vez ser la adquisición para ellos de todo lo que daba esperanzas para un futuro mejor. Entonces, ¿Quién podría dudar, cuyo corazón haya sido encendido por la devoción a una humanidad ideal, animada por el materialismo que es de amor y no de odio?

Desafortunadamente, la humanidad ideal fue erigida sobre un pedestal falso, en la creencia de que el hombre era simplemente la consecuencia de factores físicos, en vez de ser su amo o creador. Sólo relacionado con la existencia terrestre, no era más que el organismo más avanzado de la tierra. No consiguiendo ver su pasado y su futuro, ¿cómo podrían mis ojos no haber sido enceguecidos a las profundas causas yacentes de su aflicción presente? Yo había presentado un remedio material para una enfermedad que me pareció que era de origen material. Pero, ¿cómo, cuando el mal era de origen más sutil, y sus causas no yacen en el plano material? Y, ¿cómo, si el remedio establecía nuevas causas para males futuros, sólo expulsó los síntomas de la enfermedad mientras recrudecía el virus fuera de nuestra vista? Ése fue el nuevo problema a solucionar cuando la Teosofía mostró la historia del hombre, contó su origen y su destino, e indicó la verdadera relación entre su pasado, su presente y su futuro.

Porque, ¿qué es el hombre a la luz de la verdad teosófica? Es una inteligencia espiritual, eterna e increada, recorriendo un vasto ciclo de experiencia humana, nacido y renacido en la tierra milenio tras milenio, lentamente evolucionando hacia el Hombre Ideal. No es resultado de la materia, pero está revestido de materia, y las formas de materia con las que se viste a sí mismo, son de su propia hechura. Porque la inteligencia y la voluntad del hombre son fuerzas creativas (no creadoras ex-nihilo, sino creativas como lo es el cerebro del pintor), y estas fuerzas son ejercidas por el hombre en cada acción del pensamiento; por lo tanto, está siempre creando formas de pensamiento a su alrededor, modelando materia más sutil por medio de estas energías, formas que prevalecen como realidades tangibles para aquellos que han desarrollado los sentidos por medio de los cuales son cognoscibles. Entonces, cuando el momento para renacer en la vida de esta tierra se acerca, estas formas de pensamiento pasan del plano mental al plano astral y se vuelven más densas por medio de la conformación de materia astral dentro de ellas; y a su vez dentro de estas formas astrales se construyen las moléculas de la materia física, cuya materia es por consiguiente modelada para el nuevo cuerpo en conformidad a lo establecido por la vida inteligente y volitiva de la encarnación previa, o de muchas anteriores. Así cada hombre crea para sí mismo, en verdad, la forma en la cual funciona, y lo que él es en su presente es el resultado inevitable de sus propias energías creativas de su pasado.

No es difícil entender cómo esta visión del hombre afectará a la teoría Neo-Maltusiana. El hombre físico en el presente es en gran parte la consecuencia del hombre mental del pasado, complicado por los instintos transferidos físicamente y surgiendo de los actos del cuerpo físico, y siendo sólo el instrumento o medio a través del cual el verdadero ser trabaja en el plano físico; todo lo que el hombre necesita hacer es mantener su instrumento en el más óptimo funcionamiento posible para sus propósitos más elevados, capacitándolo en receptividad a los impulsos de lo más noble que hay en él. Ahora bien, el instinto sexual que tiene en común con la bestia, es una de las fuentes más abundantes de miseria humana, y la satisfacción de su sed imperiosa se encuentra en la raíz de la mayor parte de los problemas del mundo. Mantener este instinto bajo total dominio, desarrollar el intelecto a expensas de la naturaleza animal, y de este modo elevar al hombre entero desde la fase animal hasta la humana, es la tarea hacia la cual la humanidad debe abocarse.

El desarrollo excesivo de este instinto en el hombre, en grado mucho mayor y más incesantemente que en cualquier animal, debe ser combatido, y, con toda seguridad, nunca decrecerá por la auto indulgencia despreocupada en el seno de la relación conyugal, más que por la auto indulgencia fuera de ésta. Ha alcanzado su actual desarrollo anómalo por la auto satisfacción en el pasado; todos los pensamientos, deseos y fantasías sexuales habiendo creado sus adecuadas formas de pensamiento, dentro de las cuales fueron forjadas las moléculas del cuerpo y del cerebro que hoy ocasionan la pasión en el plano material. Por ningún otro camino que por el del auto control y la auto negación pueden los hombres y mujeres poner ahora en marcha las causas que en su futuro regreso a la vida en la tierra construirían para ellos cuerpos y cerebros de un tipo superior. Cuanto antes se inicien las causas, antes se acumularán los resultados; de lo cual se deduce que los Teósofos deben dar la nota de la auto moderación dentro del matrimonio y la restricción de la relación conyugal para la perduración del género. Tal es la consecuencia inevitable de la teoría teosófica de la naturaleza humana, tan inevitablemente como el neo- maltusianismo fue la consecuencia de la teoría materialista.

Pasando del materialismo a la Teosofía, debo pasar del neo maltusianismo a lo que llamaremos ascetismo, y es oportuno exponer claramente esto, ya que mi nombre ha sido tan públicamente y durante tanto tiempo asociado con la otra enseñanza. Me rehusé tanto a seguir imprimiendo como a vender los derechos de reproducción de “La Ley de la Población”, de modo que cuando aquellos que hayan pasado más allá de mi control hayan sido desechados por aquellos que los adquirieron, no serán divulgadas más copias. Tardé en arribar a esta decisión definitiva, porque confieso que mi corazón en parte no aceptaba la idea de retirarse de lo que conozco  de los pobres, hasta donde me fue posible, un paliativo para la  miseria desgarradora bajo la cual gimen, y de las madres casadas de mi mismo sexo, el impulso de ayudar a quienes habían sido mi móvil de acción más fuerte en 1877, una protección contra los males que demasiado a menudo hacen naufragar sus vidas y llevan a muchas a una tumba temprana, envejecidas antes siquiera de que la mediana edad las haya alcanzado.  No habría dado este paso si no me hubiera sentido obligada a admitir que la enseñanza del neo-maltusianismo era  anti teosófica: pero habiéndolo dado, es apropiado hacerlo públicamente, y decir con franqueza que mi enseñanza anterior estaba basada en una visión errónea de la naturaleza del hombre, considerándolo como el simple producto de la evolución en vez de como el espíritu de inteligencia y voluntad, sin los cuales la evolución no acaecería.

Muchos se sentirán movidos a preguntar: “¿No lamenta haber padecido tanto por algo que estaba basado en una visión equivocada de la vida humana?” Sinceramente, no. De aquella lucha ardua y dolorosa en la cual ingresé contra todos los instintos de mi naturaleza y a despecho de mi formación social, con el único deseo de ayudar a los pobres y a los miserables, he aprendido lecciones que no hubiese salteado con la finalidad de huir del dolor. De ella aprendí a permanecer sola, indiferente a las opiniones generadas por la mala información, y de interés egoísta; a enfrentarme al oprobio haciendo honor a los principios de conducta, al desprecio social en honor al deber, al odio en honor al amor. El método estaba errado, pero el principio era correcto, y éste por lo menos, es el fruto de la pasada y amarga pelea, la fortaleza para abrazar una causa impopular, para afrontar las burlas y la severa resistencia, la solidez que puede hallar un espacio en el servicio, en defensa de aquella causa a la cual me consideró digna para consagrar mi vida, mi líder y maestra H.P.B. [H.P.Blavatsky].



Annie Besant



"Un mito es mucho más cierto que una historia, pues una historia cuenta sólo la historia de las sombras, mientras que un mito cuenta la historia de las sustancias que producen las sombras."

Annie Besant




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