Consideremos la Mónada de forma Atma-Buddhi. En esta forma,
vida espirada del Logos, yacen ocultos todos los poderes divinos, pero como es
sabido, están latentes, no manifiestos y funcionando. Tienen que ser
despertados gradualmente por choques extraños, pues en la misma naturaleza de
la vida está el vibrar en contestación a las vibraciones que la tocan. Como en
la Mónada existen todas las posibilidades de vibración, toda vibración que obre
en ella despertará el poder vibratorio correspondiente, y de este modo, una
tras otra, pasarán del estado latente al activo todas las fuerzas[3]. En esto
consiste el secreto de la evolución; el medio actúa en la forma de la criatura
viva y téngase presente que todas las cosas viven y al ser transmitida esta
acción a la vida por medio de la forma envolvente, la Mónada que está dentro de
ella despierta vibraciones que responden y pasan al exterior desde la Mónada a
la forma, poniendo a su vez en vibración sus partículas, y volviéndolas a
coordinar en una forma correspondiente o adaptada al choque inicial. Esto es la
acción y reacción entre el medio y el organismo, que han sido reconocidas por
todos los biólogos, y que algunos consideran que dan una explicación suficiente
de la evolución. La observación paciente y cuidadosa de esta acción y reacción
no da, sin embargo, explicación alguna de por qué el organismo responde así al
estímulo; y es necesario que la Antigua Sabiduría venga a descubrir el secreto
de la evolución, señalando al Yo en el corazón de todas las formas, como la
fuente principal oculta de todos los movimientos de la Naturaleza. Una vez
comprendida la idea fundamental de una vida que encierra la posibilidad de
contestar a todas las vibraciones que lleguen a ella del universo externo,
cuyas respuestas son gradualmente despertadas por la acción de fuerzas
externas, la segunda idea fundamental de que hay que penetrarse, es la de la
continuidad de la vida y de las formas. Las formas transmiten sus
particularidades a otras formas que proceden de ellas, las cuales son parte de
su propia substancia, que se ha separado para llevar una existencia
independiente. Por división, por brotes, por lanzamiento de gérmenes, por el
desarrollo del fruto dentro de la matriz; se conserva una continuidad física,
derivándose cada nueva forma de una precedente y reproduciendo sus
características. La ciencia agrupa estos hechos bajo el nombre de ley de
herencia, y sus observaciones sobre la transmisión de la forma son dignas de
atención e iluminan el modo de obrar de la Naturaleza en el mundo fenomenal
Pero debe tenerse presente que esto sólo se aplica a la construcción del cuerpo
físico, en el cual entran los materiales suministrados por los padres. Sus
modos de obrar más ocultos, esas operaciones de la vida sin las cuales la forma
no existiría, no han sido aún observadas, por no ser susceptibles de
observación física, y este vacío sólo pueden llenarlo las enseñanzas de la
Antigua Sabiduría, dadas por Aquellos que emplean poderes de observación
suprafísicos, y que todo discípulo que pacientemente estudia en sus escuelas,
puede comprobar por sí. Hay una continuidad de vida así como una continuidad de
forma, y la vida continua – cuyas energías latentes, cada vez en mayor número,
se transforman en activas por el estímulo que recibe en las formas sucesivas –
es la que resume en sí misma las experiencias obtenidas en las formas sucesivas
de que se ha revestido; pues cuando la forma perece, la vida conserva los
anales de esas experiencias en las mayores energías que han despertado, y se
halla pronta a ser el alma de otras formas derivadas de la antigua, llevando
consigo este acopio acumulado. Mientras estuvo en la forma anterior, funcionó
por su conducto, adaptándola para la expresión de cada nueva energía
despertada; la forma traspasa estas adaptaciones, grabadas en su substancia, a
la parte separada de ella de que hemos hablado como su fruto, el cual, siendo
de su substancia, tiene necesariamente que tener las particularidades que a
esta caracterizan; la vida se vierte dentro de este fruto con todos los poderes
que ha despertado, y lo moldea aún más; y así una vez y otra.
Annie Besant
Reencarnación, página 3
La ciencia moderna prueba cada día más y más claramente que
la herencia ejecuta una parte siempre decreciente en la evolución de las
criaturas superiores, que las cualidades mentales y morales no se transmiten de
padres a hijos, y que mientras más elevadas sean las cualidades, tanto más
patente es este hecho; el hijo de un genio es muchas veces un imbécil, y padres
vulgares dan nacimiento a un genio. Debe existir un substrátum continuo
inherente a las cualidades mentales y morales, a fin de que puedan aumentarse,
pues de otro modo la Naturaleza sería, en este importantísimo ramo de su obra,
una criatura de producciones errantes y sin causa, en lugar de mostrar una
continuidad ordenada. En este punto la ciencia está muda; pero la Antigua
Sabiduría enseña que este substrátum continuo es la Mónada, receptáculo de
todos los resultados, depósito en que se almacenan todas las experiencias como
poderes activos en crecimiento.
Annie Besant
Reencarnación, página 5
Una vez bien comprendidos estos dos principios de la Mónada
con potencialidades que se convierten en poderes, y de la continuidad de la
vida y de la forma podemos proceder al estudio de su modo de obrar en detalle,
y veremos que resuelven muchos de los embarazosos problemas de la ciencia
moderna, así como aquellos otros que atañen más al corazón y de los que se
ocupan el filántropo y el filósofo.
Annie Besant
Reencarnación, página 6
Los grandes tipos fundamentales de la Mónada son siete,
imaginados a veces como semejantes a los siete colores del espectro solar,
derivados de los tres primeros…
Podemos muy bien considerar estas Mónadas como las almas de grupos de formas, y a medida que procede la evolución, estas formas muestran cada vez más atributos, siendo éstos los poderes del alma monádica del grupo, manifestados por medio de las formas en que se encarna.
Annie Besant
Reencarnación, página 6-7
Cada Mónada se encarna así continuamente en formas y
almacena dentro de sí; como poderes despertados, todos los resultados obtenidos
en las formas que ha animado. Podemos muy bien considerar estas Mónadas como
las almas de grupos de formas, y a medida que procede la evolución, estas formas
muestran cada vez más atributos, siendo éstos los poderes del alma monádica del
grupo, manifestados por medio de las formas en que se encarna. Las innumerables
submónadas de este segundo reino elemental llegan pronto a un estado de
evolución en el que principian a responder a las vibraciones de la materia
astral y comienzan entonces a obrar en este plano, convirtiéndose en las
Mónadas del tercer reino elemental, y repitiendo en este mundo más grosero todo
el proceso verificado en el plano mental. Hácense más y más numerosas como
almas monádicas de grupos, mostrando más y más diversidad en los detalles, y
siendo cada vez menor el número de formas animadas por cada una, a medida que
las características especiales se hacen más y más definidas. Mientras tanto,
puede decirse que la fuente de vida del Logos sigue supliendo nuevas Mónadas de
forma en los niveles superiores, de manera que la evolución prosigue
continuamente y así que las Mónadas más evolucionadas encarnan en los mundos
inferiores, son reemplazadas por las Mónadas nuevamente surgidas en los
superiores. Por este proceso siempre repetido de la reencarnación de las
Mónadas o almas monádicas de grupos en el mundo astral, prosiguen aquéllas su
evolución hasta que se hallan en estado de responder a la acción ejercida en
ellas por la materia física. Cuando recordamos que los átomos últimos de cada
plano tienen las paredes de sus esferas compuestas de la materia más grosera
del plano inmediatamente superior, es fácil comprender cómo la Mónada se hace
apta para responder a la acción de un plano después de otro.
Annie Besant
Reencarnación, página 7
Poco antes de la l egada de las Amašutum, los Kadištu
crearon el nuevo prototipo Namlú-u a partir del patrimonio genético combinado
de los Diseñadores de Vida. Ahora eran un notable “mestizaje”.
Annie Besant
Reencarnación, página 190
… la mónada humana es triple por naturaleza, siendo sus tres
aspectos respectivamente denominados el Espíritu, el Alma espiritual y el Alma
humana; o sea Atma, Buddhi, Manas. Sin duda alguna, en el transcurso de los
ciclos de la evolución, la mónada evolucionadora de la forma podría desenvolver
el Manas por medio del desarrollo progresivo; pero tanto en la pasada raza
humana como en los animales al presente, no es éste el curso de la Naturaleza.
Cuando la morada estuvo dispuesta, el que debía habitarla fue enviado; de
planos superiores del ser descendió la vida atmica, velándose en Buddhi como un
hilo dorado, y mostrándose en su tercer aspecto, Manas. En los niveles
superiores del mundo sin forma del plano mental, se produjo el Manas germinal
dentro de la forma, surgiendo de esta unión el cuerpo causal embrionario. Ésta
es la individualización del espíritu, su clausura dentro de la forma; y este
espíritu así encerrado en el cuerpo causal, es el alma, el individuo, el hombre
real. Éste es el momento de su nacimiento, porque, aunque su esencia es eterna,
nonnata y sin fin, su nacimiento en el tiempo como individuo es definido.
Además, esta emanación de vida llega a las formas en evolución, no de un modo
directo, sino por intermediarios. Cuando la raza ha alcanzado el punto en que
es apta para recibir la mente, los grandes seres llamados Hijos de la Mente
lanzan en los hombres la chispa monádica de Atma-Buddhi-Manas, necesaria para
la formación del alma embrionaria. Y algunos de estos grandes seres encarnaron
realmente en formas humanas, para servir de guías e instructores a la humanidad
en su infancia. Estos Hijos de la Mente habían completado su propia evolución
intelectual en otros mundos, y vinieron a este mundo más joven, nuestra tierra,
con objeto de prestar auxilio a la evolución de la raza humana. Son, en
realidad, los padres espirituales de la masa de nuestra humanidad. Otras
inteligencias de grado mucho más inferior, hombres que habían evolucionado en
ciclos precedentes en otro mundo, encarnaron también entre los descendientes de
la raza que recibió, sus almas infantiles del modo descrito. A medida que esta
raza se desenvolvía, mejorabanse los tabernáculos humanos, y miríadas de almas
que estaban esperando la oportunidad de encarnar, lo verificaron entre sus hijos.
Estas almas, parcialmente desenvueltas, se mencionan también en los anales
antiguos como Hijos de la Mente, porque poseían mentalidad, aunque
relativamente poco desarrollada: almas niños, pudieran llamarse, para
distinguirlas de las almas embrionarias de la masa de la humanidad y de las
almas maduras de aquellos grandes Maestros. Estas almas niños, a causa de su
inteligencia más desenvuelta, constituyeron los tipos directores en el mundo
antiguo, las clases superiores en inteligencia, y por tanto, aptas para
adquirir conocimientos y para dominar a las masas de los hombres menos
desarrollados. De este modo se han originado en el mundo las enormes
diferencias mentales y morales que separan a las razas más desarrolladas de las
menos desenvueltas, distinguiendo, aún dentro de los límites de una misma raza,
al elevado pensador y al filósofo del tipo casi animal de los hombres más
perversos. Estas diferencias dependen sólo del grado de evolución, de la
antigüedad del alma, y han existido siempre en toda la historia de la humanidad
de este globo.
Annie Besant
Reencarnación, página 12
El alma más elevada ha tenido su juventud y su infancia allá
en mundos anteriores, en donde otras almas estaban tan por encima de ella como
están ahora otras por debajo; el alma más ínfima tiene que subir a donde se
hallan las más altas; y almas aún no nacidas ocuparán su puesto en la escala de
la evolución.
Annie Besant
Reencarnación, página 14
El hombre, a su paso; después de la muerte, por Kamaloka y
Devachán, pierde, uno después de otro, sus diversos cuerpos: el físico, el
astral y el mental. Éstos se desintegran todos, y sus partículas vuelven a
mezclarse con los materiales de sus respectivos planos. La relación del hombre
con el vehículo físico es por completo destruida; pero los cuerpos astral y
mental transmiten al hombre mismo, al Pensador, los gérmenes de las facultades
y cualidades resultantes de las actividades de la vida terrestre, los cuales
son almacenados en el cuerpo causal, como simiente de sus próximos cuerpo
astral y mental. Así, pues, sólo queda entonces el hombre mismo, el labrador
que ha traído a casa la cosecha y ha vivido de ella hasta su completa
asimilación, El amanecer de una nueva vida principia, y tiene que partir de
nuevo a su trabajo hasta el obscurecer. La nueva vida principia con la
vivificación de los gérmenes mentales, los cuales atraen materiales de los
planos mentales inferiores, hasta formar con ellos un cuerpo mental que
representa exactamente el grado mental del hombre, expresando todas sus
facultades mentales como órganos; las experiencias del pasado no existen como
imágenes en este nuevo cuerpo; como tales imágenes, perecieron cuando pereció
el antiguo cuerpo mental, y sólo permaneció la esencia, los efectos de aquéllas
como facultades; eran el alimento de la mente, los materiales que ésta
convertía en poderes, y en el nuevo cuerpo reaparecen como tales poderes,
determinan sus materiales y forman sus órganos. Cuando el hombre, el Pensador,
se ha revestido así de un nuevo cuerpo para su próxima vida en los planos
mentales inferiores, procede vivificando los gérmenes astrales, a proveerse de
un cuerpo astral para su vida en él plano astral. Éste representará exactamente
su naturaleza de deseos, que reproducirá fielmente las cualidades que
desenvolvió en el pasado, de la misma manera que la semilla reproduce al árbol
padre. De este modo se encuentra el hombre completamente equipado para su
próxima encarnación, y la única memoria de los sucesos de su pasado se
encuentra en su cuerpo causal, su propia forma permanente, el único cuerpo que
pasa de una vida a otra. Mientras tanto, una acción independiente de él trabaja
para proveerle de un cuerpo físico a propósito para la expresión de sus
cualidades. Los lazos que formó y las deudas que contrajo con otros seres
humanos en pasadas vidas, contribuirán a determinar el lugar de su nacimiento y
su familia.
Annie Besant
Reencarnación, página 19
El hombre puede que tenga en sí, y tendrá seguramente,
muchas cualidades características incongruentes, de modo que sólo algunas
pueden encontrar expresión en un solo cuerpo, y así se elegirá una parte de sus
poderes a propósito para una expresión simultánea, Todo esto es hecho por
ciertas poderosas Inteligencias espirituales[8], llamadas generalmente los
Señores del Karma, porque su función es inspeccionar los efectos de las causas
que constantemente ponen en acción los pensamientos, deseos y actos. Tienen en
sus manos los hilos del destino que cada hombre ha tejido, y guían al hombre
que se reencarna hacia el ambiente determinado por su pasado, y que
inconscientemente ha escogido en sus vidas anteriores. Determinadas de este
modo la raza, la nación y la familia, estos grandes Seres proporcionan lo que
puede llamarse el molde del cuerpo físico a propósito para la expresión de las
cualidades del hombre y para la extinción de las causas que ha puesto en acción
y el nuevo doble etéreo, copia de aquél, es construido en el claustro materno
por la agencia de un elemental, cuyo poder estimulante es el pensamiento de los
Señores del Karma.
Annie Besant
Reencarnación, página 20
Esta influencia, comenzada en una vida prenatal de modo que
cuando nace el niño, la formación de su cerebro revela la estancia y equilibrio
de sus cualidades mentales y morales, continúa después del nacimiento, y esta
construcción del cerebro y de los nervios, y su correlación con los cuerpos
astral y mental, continúa hasta el séptimo año de la infancia, a cuya edad la
relación entre el hombre y su vehículo físico es completa; y en adelante puede
decirse que trabaja más por su conducto que sobre él. Hasta esta edad, la
conciencia del Pensador se halla más en el plano astral que en el físico, y
esto lo prueban muchas veces las facultades psíquicas que suelen verse en niños
pequeños. Ven camaradas invisibles y vistas preciosas; oyen voces
imperceptibles para sus padres, y perciben encantadoras y delicadas fantasías
del mundo astral. Estos fenómenos desaparecen generalmente, así que el Pensador
principia a funcionar de un modo efectivo por medio del vehículo físico, y el
niño soñador se convierte en el muchacho o muchacha vulgar, lo cual muchas
veces sucede con gran satisfacción de sus alarmados padres, ignorantes de las causas
de estas «rarezas» de su hijo.
Annie Besant
Reencarnación, página 21
Si la reencarnación fuese creída y comprendida, libertaría
la vida infantil de su aspecto más patético, la lucha, sin ayuda, del alma para
obtener dominio sobre sus nuevos vehículos, y para relacionarse por completo
con su cuerpo más denso, sin perder el poder de impresionar los más
rarificados, de un modo que les permitiese aportar al más denso sus propias
vibraciones más sutiles.
Annie Besant
Reencarnación, página 22
… debe haber una evolución para las almas como la hay para
los cuerpos; y que de no ser así, se darían en la esfera del espíritu no
interrumpidos milagros, creaciones dislocadas.
Annie Besant
Reencarnación, página 23
Al principio de la evolución humana, el deseo es dueño
absoluto del hombre y le acosa por todas partes; en el punto medio de la
evolución, el deseo y la voluntad chocan de continuo, siendo sus respectivas
victorias alternadas; al terminar la evolución, el deseo ha muerto, y la
voluntad domina sin oposición ni rivalidades.
Annie Besant
Reencarnación, página 25
El problema que la Humanidad tiene que resolver, es poner
término al conflicto, conservando la voluntad libre; determinar la voluntad a
lo mejor, siendo lo mejor objeto de elección. Lo mejor debe ser escogido, pero
por un acto de volición que parta de sí mismo, que proceda con firmeza de una
necesidad ordenada de antemano. La certeza de una ley impulsiva ha de obtenerse
de voluntades innumerables, cada una de las cuales sea libre de determinar su
propio curso. La solución de este problema es sencilla una vez conocido, por
más que la contradicción parezca irreconciliable a primera vista. Que el hombre
sea libre de determinar sus propios actos, pero que cada uno de estos produzca
un resultado inevitable; que el hombre discurra en libertad por entre todos los
objetos del deseo y coja el que quiera, pero que sufra las consecuencias de su
elección, agradables o penosas, y al cabo rechazará espontáneamente los objetos
cuya posesión trae aparejado el dolor por término, no los apetecerá ciertamente
desde el punto y hora en que haya adquirido la completa experiencia de que su
posesión acaba en quebranto. Luchando para obtener el placer y evitar la pena,
procurará no ser aplastado entre las muelas de la ley; y la lección se repetirá
el número de veces que fuere necesario, a cuyo fin proporcionarán las
reencarnaciones tantas vidas como sean requeridas por el más perezoso discípulo.
Poco a poco desaparecerá el deseo de los objetos que producen al cabo
sufrimientos, y aunque la cosa se presente envuelta en todo su tentador
espejismo, será rechazada, no por impulsión externa, sino por libre elección.
Ha dejado ya de ser deseable; ha perdido su poder. Así sucederá con una cosa
después de otra. La elección de los objetos marcha en armonía con la ley más y
más, conforme el tiempo avanza. Muchos son los senderos del error; la senda de
la verdad es una sola; cuando se han recorrido los primeros y se ha visto que
todos terminan en sufrimientos, no cabe error en escoger el camino de la
verdad, porque va fundado en el conocimiento. Los reinos inferiores trabajan
armoniosamente a impulsos de la ley; el reino humano es un caos de voluntades
en pugna, en rebelión y en lucha contra la ley; por el momento se desenvuelve
dentro de él una unidad más noble, una elección armoniosa de voluntaria
obediencia, que, por estar fundada en el conocimiento y en el recuerdo de los
resultados de la inobediencia, es estable, sin que haya tentación que pueda
darla de lado. El hombre ignorante y falto de experiencia está siempre en
peligro de caer; mas como un Dios, conociendo el bien y el mal por propia
experimentación, el escoger el bien está eternamente por encima de toda
posibilidad de cambio. A la voluntad, en la esfera de la moral, se la denomina
generalmente conciencia, y está sujeta en ella a las mismas dificultades que en
los demás campos de su actividad. Mientras las acciones recaen sobre asuntos
que se han repetido muchas veces, y cuyas consecuencias son familiares tanto a
la razón como al Pensador mismo, la conciencia se expresa con prontitud y
firmeza. Pero cuando se presentan problemas nuevos, sobre cuya solución guarda
silencio la experiencia, no puede la conciencia expresarse con certeza; su
respuesta será vacilante, porque sólo podrá deducir consecuencias dudosas, y el
Pensador es incapaz de expresarse, porque su experiencia no contiene las
circunstancias que por primera vez se le ofrecen. De aquí que la conciencia
resuelva a menudo erróneamente; esto es, que la voluntad, falta de una
dirección clara, ya por parte de la razón, ya de la intuición, guíe las
acciones por mal camino. Y no podemos omitir la consideración de las
influencias externas que afectan a la mente: formas de pensamientos de los
demás, ya sean amigos, individuos de la familia o conciudadanos. Todos estos
rodean y compenetran la mente con su propia atmósfera, falseando el aspecto de
todas las cosas, desfigurando sus verdaderas proporciones. Así influida la
razón, se ve privada con frecuencia del reposo necesario para juzgar aún
conforme a los datos de su experiencia propia, y acaba por deducir conclusiones
falsas, engañada por el instrumento falaz de que se ha servido para el estudio
de los materiales. La evolución de las facultades morales es estimulada por las
afecciones, aun animales y egoístas, de la infancia del Pensador. Las leyes de
la moral son dictadas por la razón esclarecida, la cual descubre las leyes en
cuya conformidad la Naturaleza se mueve, e induce al hombre a proceder en
armonía con la voluntad divina. Pero el impulso a obedecer estas leyes, cuando
no interviene fuerza alguna exterior, radica en el amor, en esa deidad oculta
en el hombre, que procura difundirse y entregarse a los demás.
Annie Besant
Reencarnación, página 26
La tercera gran etapa de la conciencia comprende el
desarrollo de los más elevados poderes intelectuales.
Annie Besant
Reencarnación, página 28
Los hombres que esto alcanzan, se cuidan poco de los
sentidos, de la observación externa, de la aplicación del pensamiento a las
imágenes de los objetos exteriores; sus poderes se dirigen adentro, no buscando
afuera ya sus satisfacciones. Reposan tranquilos en sí mismos, creciendo con el
estudio de los problemas filosóficos, con la inspección más profunda del
pensamiento y de la vida, procurando más bien desentrañar las causas que
desvariar en la acumulación de los efectos, y acercándose día tras día al
reconocimiento del Uno, que se oculta detrás de las infinitas variedades de la
Naturaleza visible.
Annie Besant
Reencarnación, página 29
En la cuarta etapa de la conciencia se ve este Uno; y al
asaltar las barreras levantadas por el intelecto, se esparce la conciencia para
abarcar el mundo, y ve todas las cosas en sí misma y como partes de sí misma, y
se ve a sí misma como un rayo del Logos, y por tanto, como una con Él. ¿Qué es
el Pensador entonces? Ha llegado a ser conciencia; y en tanto que el alma
espiritual puede usar ad líbitum cualquiera de sus vehículos, no está aquel
limitado a su uso, ni siquiera los necesita para su plena y consciente vida.
Aquí han concluido las reencarnaciones forzosas; el hombre ha vencido a la
muerte: de cierto ha alcanzado la inmortalidad. Desde entonces es «una columna
del templo de Dios, de donde no saldrá jamás».
Annie Besant
Reencarnación, página 30
Hemos visto que el Pensador, desde los comienzos de su vida
separada, ha tenido vestiduras de materia mental, astral, etérea y física
grosera. Son éstos los medios por donde la vida de aquel trasciende al
exterior; el puente de la conciencia, podríamos llamarlo, a lo largo del cual
todos los impulsos del Pensador llegan hasta el cuerpo físico grosero, y todas
las impresiones del mundo externo le alcanzan a él. Pero este uso general de
los cuerpos sucesivos como partes de un todo encadenado, es cosa bien diferente
de la vivificación de cada uno de ellos, para servir alternativamente de vehículo
a la conciencia, con independencia de los que están por debajo.
Annie Besant
Reencarnación, página 30
Cuando después de muchas y muchas vidas, comienza a
columbrar la naturaleza inferior que existe sólo por el alma, que todo su valor
consiste en la ayuda que puede proporcionarla, y que sólo puede conquistar la
inmortalidad fundiéndose en ella, empezará a verificar su evolución a pasos de
gigante. Antes de esto la evolución ha sido inconsciente; al principio el único
objeto de la vida era la satisfacción de la naturaleza inferior, y mientras que
esto fue un preliminar necesario para despertar las energías del Pensador, nada
hizo aquella de un modo directo para convertir el cuerpo en vehículo de la
conciencia. Su acción directa sobre este comienza cuando la vida del hombre
establece su centro en el cuerpo mental, cuando el pensamiento comienza a
dominar la sensación.
Annie Besant
Reencarnación, página 31
Los poderes mentales en ejercicio actúan sobre el cerebro y
el sistema nervioso, en cuya virtud la materia más grosera de que se compone
este organismo, es expelida gradualmente, para dar paso a materiales más finos
que sean capaces de vibrar al unísono con las vibraciones del pensamiento que
tratan de influirlo. El cerebro viene a ser de una constitución más delicada,
aumentando así, con circunvoluciones más y más complicadas, la superficie total
que ha de revestir la materia nerviosa idónea para responder a las vibraciones
mentales. El sistema nervioso, a su vez, adquiere un equilibrio más sutil, se
hace más vivo y más sensible a las influencias de la actividad mental; y cuando
llega la hora del reconocimiento de sus funciones como instrumento del alma, de
que antes se ha hablado, tiene lugar una cooperación activa en el desempeño de
estas funciones. Entonces comienza la personalidad a someterse deliberadamente
a disciplina y a posponer sus pasajeras satisfacciones a los intereses
permanentes de la individualidad inmortal. Emplea en el desarrollo de las
facultades mentales el tiempo que podía gastar en la persecución de los más
bajos placeres; todos los días destina algunas horas a los estudios serios; el
cerebro se entrega gustoso a las impresiones que proceden de dentro, en vez de
las que recibe del exterior; se siente arrastrado a responder a un orden
consecutivo de pensamientos, y aprende a refrenarse en la libre emisión de sus
propias imágenes, inútiles e inconexas, fruto de pasadas impresiones. Aprende a
permanecer en reposo cuando no es requerido por su maestro, para corresponder a
vibraciones, no para iniciarlas. Andando el tiempo se empezará a hacer
diferencia entre los alimentos que deben suministrar al cerebro la substancia.
Se interrumpirá el uso de los más groseros, tales como la carne, la sangre y el
alcohol, formándose un cuerpo puro con alimentos puros. Y así, poco a poco, las
vibraciones de un orden inferior dejarán de encontrar materia dispuesta a
responder a su acción, y en su consecuencia, llegará a ser el cuerpo físico un
vehículo idóneo de la conciencia, reflector delicado de las impresiones del
pensamiento, sutilmente sensible a las vibraciones producidas por el Pensador.
El doble etéreo se conforma tan estrictamente a la constitución del cuerpo
denso, que no precisa estudiar por separado su purificación y vivificación;
normalmente no sirve como vehículo separado de la conciencia, sino que actúa
simultáneamente con su compañero más denso, y cuando se halla apartado de él
por accidente o por muerte, responde muy débilmente a las vibraciones que
parten del interior. Sus funciones no son, en realidad, las de un vehículo de
la conciencia mental, sino de un vehículo de Prana, de la fuerza vital
individualizada, y su desencajamiento del cuerpo denso, al cual lleva las
corrientes de vida, es, por tanto, perturbador y dañino. El segundo vehículo de
conciencia que debe ser vivificado es el cuerpo astral. Cuando durante el sueño
abandona al cuerpo físico y flota en el mundo astral, alcanzada ya su completa
organización; la conciencia que hasta entonces ha actuado dentro de él,
comienza, no sólo a recibir por su medio las impresiones de los objetos
astrales que constituyen la llamada conciencia del sueño, sino también a
percibir, mediante sus sentidos, objetos de aquel plano: esto es, comienza a
referir las impresiones que recibe a los objetos que las producen. Estas
percepciones son confusas al principio, al igual de las primeras percepciones
que la mente recibe cuando le sirve de instrumento el cuerpo físico de un niño,
las cuales deben corregirse en uno y otro caso por la experiencia. El Pensador
tiene que descubrir paso a paso las nuevas facultades de que puede hacer uso por
el intermedio de este vehículo más sutil, con el cual será capaz de dominar los
elementos astrales y defenderse de los peligros de aquel plano. Y no queda
abandonado a sus propias fuerzas en este nuevo mundo, sino que es instruido y
ayudado, y aún protegido, hasta que sea apto para servirse de su propio
valimiento, por seres experimentados en las vicisitudes de la vida astral. Y
así, de un modo gradual, llega a adquirir un predominio completo sobre el nuevo
vehículo de la conciencia, hasta el punto de serle tan familiar la vida en este
plano como en el físico. El tercer vehículo de conciencia, el cuerpo mental, es
rarísima vez vivificado para una acción independiente sin la instrucción
directa de un maestro, y su funcionamiento entonces pertenece a la vida del
discípulo, en el estado actual de la evolución humana. Vuelve a ser ordenado
para funcionar separadamente en el plano mental, para lo cual se requieren
también experiencia y educación, a fin de que se halle por completo bajo el
dominio de su dueño. Es un hecho común, ciertamente, a estos tres vehículos de
conciencia, pero que en los sutiles induce quizás más fácilmente a error que en
el más denso, porque generalmente se olvida en l1os primeros, al paso que en el
último es tan conspicuo, que siempre se hace presente que estos vehículos están
sujetos a la evolución, y que a medida que progresan, aumenta su capacidad para
recibir y corresponder a las vibraciones.
Annie Besant
Reencarnación, página 31
¿Cuántos matices no percibe el ojo ejercitado que el no
educado no ve? ¿Cuántos tonos no percibe el oído amaestrado, que se escapan al
que no lo está, el cual oye sólo la nota fundamental? A medida que los sentidos
físicos se agudizan, el mundo aparece más y más lleno; y en donde el campesino
sólo ve su surco y su arado, la mente cultivada se fija en la flor del arbusto
y del álamo temblón, en la arrebatadora melodía de la alondra y en el zumbido
de alas diminutas en el vecino bosque; en los conejos corriendo a través de los
entrelazados helechos, y en las ardillas jugueteando en las ramas de las hayas;
en todos los graciosos movimientos de las cosas salvajes; en todos los
fragantes aromas del campo y de la selva; en los espléndidos cambiantes del
cielo matizado de nubes, y en las luces y sombras fugaces de las colinas.
Annie Besant
Reencarnación, página 33
¿Cuántos matices no percibe el ojo ejercitado que el no
educado no ve? ¿Cuántos tonos no percibe el oído amaestrado, que se escapan al
que no lo está, el cual oye sólo la nota fundamental? A medida que los sentidos
físicos se agudizan, el mundo aparece más y más lleno; y en donde el campesino
sólo ve su surco y su arado, la mente cultivada se fija en la flor del arbusto
y del álamo temblón, en la arrebatadora melodía de la alondra y en el zumbido
de alas diminutas en el vecino bosque; en los conejos corriendo a través de los
entrelazados helechos, y en las ardillas jugueteando en las ramas de las hayas;
en todos los graciosos movimientos de las cosas salvajes; en todos los
fragantes aromas del campo y de la selva; en los espléndidos cambiantes del
cielo matizado de nubes, y en las luces y sombras fugaces de las colinas. Tanto
el campesino como el hombre culto tienen ojos, ambos tienen cerebro; pero ¡con
qué diferentes poderes de observación, con qué distintas facultades para
recibir impresiones! Lo mismo sucede en otros mundos. Cuando los cuerpos astral
y mental principian a funcionar como vehículos separados de conciencia, se
encuentran, por decirlo así, en el grado de percepción del campesino, y sólo
llegan a su conciencia fragmentos del mundo astral y mental con sus extraños y
engañadores fenómenos; pero se desarrollan rápidamente, abarcando más y más, y
aportando a la conciencia una reflexión cada vez más exacta de lo que les
rodea. Aquí, como en todas partes, debemos tener presente que nuestro
conocimiento no es el límite de los poderes de la Naturaleza, y que en el mundo
astral y mental lo mismo que en el físico, somos aún niños que nos ocupamos en
recoger conchas arrojadas por las olas, mientras que los tesoros ocultos del
Océano permanecen inexplorados. El desarrollo del cuerpo causal como vehículo
de conciencia, sigue en tiempo oportuno al desarrollo del cuerpo mental, y
presenta al hombre un estado de conciencia aún más maravilloso; retrocede hacia
el pasado sin límites, y avanza hasta dentro de las eventualidades del
porvenir. Entonces el Pensador no sólo adquiere la memoria de su propio pasado,
pudiendo rastrear su propio desarrollo a través de la larga sucesión de sus
vidas encarnadas y desencarnadas, sino que también se encuentra capaz de
recorrer el pasado de la tierra, y aprender las grandes lecciones de la
experiencia del mundo, estudiando las leyes ocultas que rigen la evolución y
los profundos secretos de la vida, escondidos en el seno de la Naturaleza. En
ese elevado vehículo de conciencia, puede acercarse a la velada Isis y levantar
una punta de su tupido velo, y fijarse en sus ojos sin peligro de cegar ante
sus miradas resplandecientes; y puede también ver en la luz que irradia las
causas del sufrimiento humano y su término, sintiendo piedad en el corazón, mas
ya no las torturas del dolor sin consuelo. La fuerza, la serenidad y la sabiduría
vienen a aquellos que usan del cuerpo causal como de vehículo de conciencia, y
que contemplan con ojos abiertos la gloria de la Buena Ley. Cuando se
desarrolla el cuerpo búddhico como vehículo de conciencia, el hombre entra en
la dicha de la unión, y conoce con certidumbre completa, con realidad vívida,
su unidad con todo lo que es. Así como en el cuerpo causal, el elemento
predominante de la conciencia es el conocimiento y por último la sabiduría, así
el elemento predominante de la conciencia en el cuerpo búddhico, es la
felicidad y el amor. La serenidad de la sabiduría determina principalmente al
primero, al paso que la compasión más tierna fluye de modo inextinguible del
segundo; cuando a esto se añade la fuerza divina y reposada que caracteriza el
funcionamiento de Atma, entonces la Humanidad se corona con la divinidad, y el
Dios–hombre se manifiesta en toda la plenitud de su poder, de su sabiduría y de
su amor. Al desarrollo apresurado sucesivo de los vehículos, no sigue
inmediatamente la facultad de aportar a los vehículos inferiores toda la parte
de conciencia de los superiores que aquéllos pueden percibir. En este punto
difieren grandemente los individuos, según sus circunstancias y según obren,
pues este apresuramiento en el desarrollo de los vehículos ocurre rara vez
hasta que se alcanza el discipulado probatorio, y entonces los deberes que hay
que cumplir dependen de las exigencias del tiempo.
Annie Besant
Reencarnación, página 33
Las preparaciones principales que hay que hacer para recibir
en el vehículo físico las vibraciones de la conciencia superior son: su
purificación de los materiales groseros por medio de un alimento puro y de una
vida pura; el dominio completo de las pasiones, y el cultivo de un carácter y
una mente equilibrados, que no se afecten por el tumulto y las vicisitudes de
la vida externa; la costumbre de la meditación tranquila sobre asuntos
elevados, apartando el pensamiento de los objetos de los sentidos y de las
imágenes mentales a que dan lugar, y fijándola en cosas superiores; el abandono
de toda precipitación, especialmente de esa precipitación desasosegada y
excitable de la mente, que mantiene al cerebro en constante trabajo, pasando de
un asunto a otro; un amor real de las cosas del mundo superior, en cuya virtud
se nos presenten con más atractivo que los objetos del bajo mundo, haciendo que
la mente descanse satisfecha en su compañía, como en la del amigo más querido.
Annie Besant
Reencarnación, página 36
Debe comenzar por una sobriedad extrema en todas las cosas,
cultivando un estado mental uniforme y sereno; su vida debe ser limpia, y sus
pensamientos puros, manteniendo su cuerpo estrictamente sujeto al alma, y
acostumbrando su mente a ocuparse en temas nobles y elevados; debe practicar
habitualmente la compasión, la simpatía, y el ayudar a los demás, mirando con
indiferencia las penas y placeres propios, y cultivando el valor, la firmeza y
la devoción. En una palabra: debe vivir la vida religiosa y ética de que la
mayor parte de la gente tan sólo habla.
Annie Besant
Reencarnación, página 36
Los que hayan comprendido bien las principales ideas
bosquejadas en las anteriores páginas, verán que tales ideas son en sí mismas
la mayor prueba de que la reencarnación es un hecho en la Naturaleza. Es
necesaria a fin de que la vasta evolución que implica la frase «la evolución
del alma», pueda llevarse a efecto. La única alternativa dejando a un lado por
un momento la idea materialista de que el alma es sólo la agregación de
vibraciones de una clase particular de materia física es que cada alma sea una
creación nueva hecha cuando nace el niño, e impresa con tendencias virtuosas o
viciosas, con habilidad o con estupidez, impuestas por el capricho del poder
creador. Como diría el mahometano, su destino pende de su cuello desde el
instante de su nacimiento; pues el destino del hombre depende de su carácter y
del medio en que vive, y cada nueva alma lanzada al mundo, tiene que ser
condenada al sufrimiento o a la dicha con arreglo a las circunstancias que la
rodean y al carácter en ella ingerido. La predestinación en su forma más
repulsiva, es la sola alternativa de la reencarnación. En lugar de considerar a
los hombres evolucionando lentamente, de modo que el salvaje brutal de hoy,
haya de lograr con el tiempo las nobles cualidades del santo y del héroe,
apreciando de este modo al mundo como manifestación de un proceso de
desenvolvimiento sabiamente concebido y dirigido, nos veríamos obligados a ver
en todo ello un caos de seres conscientes tratados con la mayor injusticia;
sentenciados a la dicha o a la miseria, al conocimiento o a la ignorancia, a la
virtud o al vicio, a la riqueza o a la pobreza, al genio o al idiotismo, por
una voluntad externa, arbitraria, no inspirada en la justicia ni en la
misericordia: sería todo un verdadero pandemónium irracional y sin sentido. Y
este caos se supone ser la parte superior del cosmos, en cuyas regiones
inferiores se manifiestan todas las hermosísimas y ordenadas obras de una ley
que siempre desenvuelve formas más complejas y elevadas de las más ínfimas y
sencillas, de una ley que de modo conspicuo «tiende siempre a la justicia», a
la armonía y a la belleza.
Annie Besant
Reencarnación, página 38
Si se admite que el Alma del salvaje está destinada a vivir
y a desarrollarse, y que no está condenado por toda la eternidad a su presente
estado infantil, sino que su evolución se verificará después de la muerte y en
otros mundos, entonces se admite el principio de la evolución del Alma, y sólo
queda la cuestión del sitio donde tiene lugar.
Annie Besant
Reencarnación, página 39
La antigua Sabiduría enseña, a la verdad, que el Alma
progresa a través de muchos mundos; pero también enseña que nace en cada uno de
ellos una y otra y otra vez, hasta que ha completado toda la evolución posible
en aquel mundo. Los mundos mismos, según sus enseñanzas, forman una cadena
evolutiva, y cada uno tiene su papel propio, como campo adecuado de determinado
desarrollo.
Annie Besant
Reencarnación, página 39
Nuestro mismo mundo ofrece un campo propio para la evolución
de los reinos mineral, vegetal, animal y humano, y por tanto, tiene lugar en él
la reencarnación colectiva o individual en todos estos reinos. Ciertamente, una
evolución más vasta nos espera en otros mundos; pero conforme al orden divino,
no se abren ante nuestra mirada hasta que no hayamos aprendido y dominado las
lecciones que nuestro propio mundo tiene que enseñar. Al estudiar el mundo que
nos rodea, observamos que podemos encaminar nuestros pensamientos por diversas
vías que nos llevan a la misma meta de la reencarnación.
Annie Besant
Reencarnación, página 40
La principal dificultad que tienen muchos para admitir la
doctrina de la reencarnación, es la falta de memoria respecto del pasado. Sin
embargo, cada día confirman el hecho de haber olvidado mucho de la vida
presente, y que los primeros días de la niñez están borrosos, y los de la
infancia son un vacío completo. Deben saber también que los sucesos pasados que
han huido por completo de su conciencia normal, se encuentran, sin embargo,
escondidos en obscuras cavernas de la memoria, y pueden presentarse vívidamente
en ciertas enfermedades, o bajo la influencia del magnetismo.
Annie Besant
Reencarnación, página 43
Del mismo modo que el recuerdo de una parte de la vida
presente se halla fuera de los límites de la conciencia ordinaria, y sólo se
muestra de nuevo cuando el cerebro se encuentra en estado supersensitivo, y
puede entonces responder a vibraciones que, por regla general, no es capaz de
percibir, así también el recuerdo de las vidas pasadas se halla almacenado
fuera del alcance de la conciencia física.
Annie Besant
Reencarnación, página 44
Nada se olvida realmente; pero mucho se halla oculto a la
vista limitada de nuestra conciencia ordinaria, la cual es la forma más
circunscripta de nuestra conciencia, por más que sea la única conciencia
reconocida por la gran mayoría. Del mismo modo que el recuerdo de una parte de
la vida presente se halla fuera de los límites de la conciencia ordinaria, y
sólo se muestra de nuevo cuando el cerebro se encuentra en estado
supersensitivo, y puede entonces responder a vibraciones que, por regla
general, no es capaz de percibir, así también el recuerdo de las vidas pasadas
se halla almacenado fuera del alcance de la conciencia física. Se halla todo él
en el Pensador, que es el único que persiste vida tras vida; él tiene todo el
libro de la memoria a su alcance, pues es el único «yo» que ha pasado por todas
las experiencias que en ella se registran.
Annie Besant
Reencarnación, página 44
Los que quieran recordar el pasado, no deben tener
concentrado todo su interés en el presente, sino que deben purificar y refinar
el cuerpo hasta que pueda recibir las impresiones de las esferas más sutiles.
Annie Besant
Reencarnación, página 44
Se ve que los lazos del presente no son más que eslabones de
una cadena de oro que se extiende en el pasado, pudiendo afrontarse el porvenir
con la alegre confianza que proporciona la idea de que estos lazos subsistirán,
y que forman parte de aquella cadena no interrumpida.
Annie Besant
Reencarnación, página 45
El mundo moderno, al desechar de sus creencias la
reencarnación, ha privado a Dios de su justicia y al hombre de su seguridad;
puede ser «afortunado» o «desgraciado», pero la fuerza y la dignidad que
inspira la confianza en una ley inmutable, le son arrancadas, y se le deja
abandonado fluctuando a merced del innavegable océano de la vida.
Annie Besant
Reencarnación, página 47
Reencarnación, página 3
Reencarnación, página 5
Reencarnación, página 6
Podemos muy bien considerar estas Mónadas como las almas de grupos de formas, y a medida que procede la evolución, estas formas muestran cada vez más atributos, siendo éstos los poderes del alma monádica del grupo, manifestados por medio de las formas en que se encarna.
Reencarnación, página 6-7
Reencarnación, página 7
Reencarnación, página 190
Reencarnación, página 12
Reencarnación, página 14
Reencarnación, página 19
Reencarnación, página 20
Reencarnación, página 21
Reencarnación, página 22
Reencarnación, página 23
Reencarnación, página 25
Reencarnación, página 26
Reencarnación, página 28
Reencarnación, página 29
Reencarnación, página 30
Reencarnación, página 30
Reencarnación, página 31
Reencarnación, página 31
Reencarnación, página 33
Reencarnación, página 33
Reencarnación, página 36
Reencarnación, página 36
Reencarnación, página 38
Reencarnación, página 39
Reencarnación, página 39
Reencarnación, página 40
Reencarnación, página 43
Reencarnación, página 44
Reencarnación, página 44
Reencarnación, página 44
Reencarnación, página 45
Reencarnación, página 47
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