La verdad de la pandemia



Las medidas se tomaron tarde y mal. Deberían haberse adoptado mucho antes. Pero no se ha dicho la verdad. La verdad. ¿Quién sabía la verdad?, me pregunté. Y quienes la sabían, ¿por qué iban a compartir el bien más preciado con políticos, gestores públicos, medios de comunicación y ciudadanos? Tanto la verdad como la mentira son armas muy poderosas. Y en un planeta en estado de guerra no hay arma más peligrosa que la verdad.
(…)
Después de tantos años estudiando y analizando el mundo actual —la globalización—, en mi opinión, el contexto estaba claro, y no era otro que la guerra.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
Hay quien confía en los políticos; otros, en los mensajes que difunden los medios de comunicación; algunos, en los consejos de su cantante o actor favoritos. Yo no me fío de nadie. A lo largo de todos estos años he aprendido que detrás de lo que vemos hay otro mundo, también real, pero oculto, con sus propios intereses y sus modos de presionar a los gobernantes y a los ciudadanos para lograr sus propósitos. Ese mundo real e invisible lo forman seres con una psique distinta a la del resto de los mortales. Colaboran entre sí para volverse cada vez más poderosos, pero también pelean los unos contra los otros por ocupar el primer lugar en su ranking particular. Me estoy refiriendo al Poder con mayúsculas, ese que va más allá de lo imaginable y que se sirve de un arma fundamental: la mentira.
 
Cristina Martín Jiménez
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El objetivo esencial de lo que denominé la «táctica de la pandemia», combinada con otros mecanismos de presión y manipulación, es la imposición de una especie de gobierno mundial. ¿Cómo forzarías a los habitantes del planeta a aceptar una situación que, en principio, no están dispuestos a aceptar? Asustándoles. Atemorízales con un virus global que nos afecte a todos para conseguir que las mismas medidas se adopten en todos y cada uno de los países del mundo. Un arma invisible, imperceptible, que nos persiga en las calles, en los supermercados, en los conciertos, en los campos de fútbol y que termine forzando la instauración de determinadas medidas políticas y sociales.
 
Cristina Martín Jiménez
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Yo nunca entendí por qué durante el confinamiento podía dormir abrazada a mi marido, pero no nos permitían ir juntos al supermercado. Quizá porque amar en sociedad siempre es un peligro. Tal vez porque los tiranos de todos los tiempos, incapacitados siempre para amar, se obsesionan con prohibir el amor de los demás.
 
Cristina Martín Jiménez
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Enseguida comprendí que algo muy grave estaba a punto de suceder. Que ya estaba sucediendo. Acababan de poner en marcha una operación de guerra psicológica; una acción secreta, conocida por un número muy reducido de personas, en la que, según comencé a observar, participaban funcionarios del Estado, presidentes de Gobierno, periodistas, científicos e intelectuales que, aun sin conocer del todo el plan maestro, sabían que para sobrevivir debían subir al barco y dejarse arrastrar por la corriente. Los métodos de guerra han cambiado. Las antiguas bombas de metralla han sido sustituidas por las bombas de datos, que se disfrazan de información pero que no son más que propaganda. Mensajes homogéneos, cuidadosamente elaborados, para dar en la diana de las emociones y los sentimientos de la masa. Mensajes cómodos en apariencia, pero terroríficos en su fondo. Como a los indígenas de Alaska, que, engatusados por los franceses, cambiaron sus tierras por bisutería barata, nos intentaban convencer de que debíamos ceder nuestra libertad a cambio de «seguridad».
 
Cristina Martín Jiménez
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… se trata de una operación de guerra psicológica híbrida, porque se sirven de diferentes armas y tácticas, como el control de las libertades físicas —arresto domiciliario y el cese del derecho a la manifestación— y mentales —manejo de la opinión mediante la censura—. Es una operación psicológica de guerra —secreta y encubierta—, mediante la cual una crisis planificada dará lugar a un cambio planificado y a una «nueva normalidad». Me pregunto cuántos de nosotros somos capaces de ver más allá de las mentiras y el mal, y comprender el terrible trance por el que nos están obligando a pasar a costa de nuestras vidas, nuestros destinos y nuestra libertad.
 
Cristina Martín Jiménez
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¿Existe una élite (personas con nombres y apellidos) que nos está matando mientras algunos ciudadanos salen a aplaudir en los balcones cada tarde a las ocho?
 
Cristina Martín Jiménez
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En Wuhan se encuentra el Centro de China para la Colección de Cultivos de Virus (CCVCC), en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV), considerado el «centro más importante de colección de cultivos a nivel nacional». El Partido Comunista Chino (PCCh) considera a las especies y muestras de microorganismos patógenos recursos estratégicos esenciales para garantizar su seguridad, tanto social como económica y biológica. Así, el centro está orientado a las necesidades estratégicas y desempeña un papel clave en los campos de la seguridad nacional y de la investigación en ciencias de la salud pública. Es decir, un centro biológico al servicio de la defensa nacional, de la guerra y del statu quo
 
Cristina Martín Jiménez
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Mis propias investigaciones me han llevado a concluir que, desde su fundación, uno de los objetivos principales de la ONU y de su ministerio para la salud, la OMS, ha sido servir a la reducción de la población mundial y no a fines médicos hipocráticos.
 
Cristina Martín Jiménez
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El programa de investigación de la OMS que desarrolla vacunas «anticonceptivas» se inició en 1972 y se presentó públicamente en 1976, justo un año después de que el «Informe Kissinger» fuera adoptado como política oficial de la Administración estadounidense. Pero, al fin, alguien se decidió a denunciar las atroces campañas de vacunación de la OMS. Ocurrió en Kenia, en 2014. La OMS y Unicef fueron acusadas por los médicos católicos del país de haber administrado productos esterilizantes a las mujeres kenianas, engañándolas con vacunas contra el tétanos. Después de años probándolas en conejillos de indias humanos —mayoritariamente, mujeres de África y Asia—, en 1993 la OMS anunció públicamente que había logrado crear una «vacuna anticonceptiva» para la «planificación familiar». Pero, en nombre de la libertad individual y los derechos humanos, su uso debía contar con el consentimiento de las mujeres, cosa que en Kenia no ocurrió. Tampoco sucedió en Nigeria y en México, donde estallaron otros escándalos similares. En noviembre de ese mismo año, en diversas publicaciones católicas se afirmaba que se estaba utilizando una vacuna abortiva como profiláctico contra el tétanos. Y un año después, la Iglesia católica aseguró que dicho programa estaba en marcha en Kenia. Tres laboratorios independientes de bioquímica acreditados por Nairobi analizaron muestras de viales de la vacuna contra el tétanos de la OMS que se utilizaron en marzo de 2014 y encontraron hCG (gonadotropina coriónica humana) junto con TT (toxoide tetánico). Esta combinación hace que el sistema inmunitario ataque a las hormonas del embarazo, provocando el aborto en mujeres en estado, así como la infertilidad de las que no lo están. Ante las críticas, la OMS entregó 52 muestras en las que casualmente no se detectó hCG. ¿Podríamos pensar en que la propia OMS manipula las pruebas para su propio beneficio? ¿Acaso tiene la OMS la prerrogativa de administrar una vacuna como profiláctico contra el tétanos sin revelar que esa misma vacuna extermina la fertilidad de las mujeres? El resultado de cualquier pérdida de embarazo no explicada (no diagnosticada) se conoce comúnmente como aborto «espontáneo». Sin embargo, si la pérdida es causada por una vacuna «anticonceptiva», presentada, según lo demostrado científicamente por los médicos católicos en Kenia, como un «profiláctico contra el tétanos», la muerte del bebé se debe a la promesa engañosa de un nacimiento sin tétanos. Y así, muchas de las futuras madres kenianas desprevenidas, alentadas por la OMS para garantizar un futuro mejor para sus futuros hijos, aún no nacidos, en realidad estaban siendo engañadas para someter sus cuerpos a los efectos de una a cinco inyecciones que evitaron que sus futuros bebés nacieran. Las habían esterilizado.
 
Cristina Martín Jiménez
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Como agencia de las Naciones Unidas, uno de los objetivos de la OMS es el control demográfico de la población. Y a reducir el crecimiento de la población mundial lo llaman «planificación familiar» y «salud reproductiva».
 
Cristina Martín Jiménez
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BILL GATES, VACUNAS Y DEMOGRAFÍA
 
El «filántropo» Gates y su mujer, Melinda, son dos de los principales donantes privados de la OMS. Y llevan décadas vacunando a niños y mayores por todo el mundo. Haciendo el bien… ¿O haciendo el mal?
En la web de la Fundación Gates leemos: «El aumento de la vacunación podría salvar a más de 8 millones de niños para 2020; persisten importantes brechas de financiación, otros deben unir esfuerzos». Sabiendo lo que ya sabemos sobre las vacunas de la OMS en Kenia, resulta repulsivo leer las palabras de la señora Gates: «Las vacunas son un milagro: solo unas pocas dosis pueden prevenir enfermedades mortales de por vida». ¿Es la vida de las personas que ellos consideran «pobres» una enfermedad mortal que hay que curar mediante vacunas de infertilidad? «Hemos hecho de las vacunas nuestra prioridad número uno en la Fundación Gates porque hemos visto de primera mano su increíble impacto en la vida de los niños». Supongo que se refiere al impacto de los niños que pueden nacer, porque ¿qué pasa con las madres que fueron esterilizadas? ¿Quién les ha quitado su vida, sus ilusiones y sus anhelos, usurpando su derecho a decidir sobre su propia maternidad?… En África, la fertilidad es un bien muy preciado, y en algunos países y/o tribus ser una mujer infértil puede llevarte al ostracismo.
Pero ¿de dónde le viene a Bill Gates esta irrefrenable obsesión por eliminar a las personas que considera que sobran en el mundo? Al parecer, cuando era solo un niño, ya estaba interesado en los problemas reproductivos de los habitantes del planeta. Fue él mismo quien lo reveló, en 2009, en una entrevista con el periodista Bill Moyers:
 
Cuando era niño, mis padres estaban involucrados en varias actividades de voluntariado. Mi padre era el director de Planned Parenthood. Y era fascinante. Sentados a la mesa, compartían con nosotros las cosas que estaban haciendo. Y casi nos trataban como a adultos.
Mi madre era miembro del grupo United Way y decidía cómo asignar el dinero tras analizar las diferentes organizaciones benéficas. Tomaba decisiones muy difíciles sobre adónde debían ir los fondos. Así que siempre supe que había algo realmente importante en educar a las personas y que supieran que había distintas opciones respecto al tamaño de las familias.
 
Así que su «vocación» le viene de lejos… ¿Pueden imaginar por un momento cómo se forman la mente y los sentimientos de un niño que escucha de sus padres cómo acabar con el excedente de población mientras se lleva a la boca un trozo de hamburguesa? A mí me resulta terrorífico. Años después, en 2010, Bill Gates sugirió en su charla TED «Innovando a cero» que había que frenar el cambio climático y, para conseguirlo, era fundamental reducir el crecimiento de la población mundial a cero. Defendió que esto podría hacerse, en parte, con «nuevas vacunas» (supongo que la otra parte, de la que no habló, sería el aborto):
El mundo de hoy tiene 6.800 millones de personas. Y nos dirigimos a 9.000 millones. Ahora, si hacemos un gran trabajo en nuevas vacunas, atención médica y servicios de salud reproductiva [aborto], podríamos reducirlo en, tal vez, el 10 o el 15 %.
Sus palabras coinciden con la edición de 2009 del Boletín de la OMS, que estimaba igualmente un aumento de la población mundial desde alrededor de 6.800 millones de personas en 2009 hasta 9.200 millones para 2050. Ampliando ese argumento, Bill Gates expresó en su charla de 2010 la esperanza de que las vacunas, junto con la «planificación familiar», o sea, el aborto, situarán el crecimiento de la población en un nivel cercano a cero. Y continuaba con un dato, en mi opinión, tan estremecedor como revelador en el contexto de las pandemias declaradas por la OMS: «Contamos ya con avances en biología que deberían cambiar drásticamente el tiempo de respuesta para observar un patógeno y poder fabricar medicamentos y vacunas que se ajusten a ese patógeno». Si existen esos avances, ¿por qué tardan tanto en llegar? ¿O acaso están dejando morir deliberadamente a las personas porque les sobran? Y, luego, pretenden vacunarnos al resto para esterilizarnos a todos, a excepción de a aquellos que destinen a la procreación porque los consideren los más aptos para reproducirse.
 
Cristina Martín Jiménez
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¿Acaso Gates es adivino? ¿O quizá sus palabras obedecen a un guion escrito para ser cumplido a rajatabla? Al instante vinieron a mi mente las palabras de Hegel/Marx: «La historia se repite dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa». Así que, siguiendo el discurso de Gates, si la primera gran tragedia fue la llamada peste española, ¿la segunda —la pandemia del coronavirus— es una farsa? Lo que está sucediendo solo respondería a la activación de una hoja de ruta.
 
Cristina Martín Jiménez
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… a mediados de mayo de 2020, Gates anunció que estaba muy esperanzado porque, posiblemente, tendrían la vacuna mucho antes de lo que pensaban. Si se dan cuenta, nos la están vendiendo como venden el último modelo de teléfono. Lo anuncian un año antes y crean una tremenda ansiedad en los consumidores, que quieren poseerlo ya, cuanto antes. De ese modo, cuando al fin llega el móvil a la tienda, se forman grandes colas. La ansiedad provocada como estrategia de venta hace que quienes llevan un año esperando pasen la noche previa en la puerta de la tienda. Ahora, conociendo sus excelentes resultados, usan la misma estrategia de marketing para vendernos su vacuna. ¿Quiénes la van a comprar?
 
Cristina Martín Jiménez
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¿Por qué ocurren estos hechos? La respuesta no es simple ni breve. Para acceder al nivel más oculto del poder, hay que recurrir a la Historia, esa que el poder pretende sustituir por lo que denomina «memoria histórica». Es un viejo ardid: la Damnatio memoriae, es decir, destruir la verdad antigua y sustituirla por una realidad inventada. Por ello, el supuesto virus del murciélago no me pareció tan importante. El auténtico virus que estaba actuando y que avanzaba destruyendo lo antiguo era el virus de la mentira. Y ese nos lo administraban todos los días en televisión. Hay dos laboratorios en esta historia: uno, el de Wuhan, otro, el gran laboratorio sociológico donde se habría diseñado y programado la ingeniería social de la pandemia. Ignorando la historia de este gran centro de manipulación y sin conocer nuestro pasado, nadie puede entender ni los acontecimientos presentes ni el futuro de la llamada «nueva normalidad». Desde estos laboratorios se trabaja bajo los parámetros de la ideología de la élite. Este es el marco de pensamiento y acción donde nacen los terribles sucesos que estamos viviendo hoy y donde hay que enmarcarlos para comprenderlos.
 
Cristina Martín Jiménez
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… es del todo imposible conocer la sociedad contemporánea y el fenómeno de la pandemia si no entendemos antes el enorme poder de la comunicación y la manera en que esta es manipulada por el poder:
 
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El poder de las élites para cambiar las emociones y, como consecuencia, los comportamientos individuales y colectivos se ha ejercido siempre desde una estructura de comunicación:
 
Cristina Martín Jiménez
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El fin siempre es el mismo: el control. Se afanaron en hallar las claves de desintegración o descomposición social para modificar las percepciones individuales que alteran las creencias o los valores previos. Los científicos de Tavistock y sus socios descubrieron que un individuo que pierde su raíz es más fácilmente sugestionable y, por ello, había que destruir el núcleo familiar y los principios religiosos, sexuales y de toda índole inculcados desde la niñez por la cultura tradicional. Justo lo que hacen hoy.
 
Cristina Martín Jiménez
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Como científica crítica que soy, defiendo que las personas tenemos derecho al conocimiento más completo del mundo y, para ello, hemos de comprender que el mensaje no es una unidad de significado simple, sino que está articulado por una estructura compleja que lo configura de una manera determinada y que explica, al mismo tiempo, por qué no puede ser de otra. En el mensaje —en la palabra— siempre hay una intencionalidad de respuesta. El poder genera una estructura de comunicación, por lo que dicha estructura de comunicación es consecuencia directa de la existencia de una estructura de poder. Es su criatura. La necesita para respirar. Aunque a veces acabe devorándola. La reacción de millones de personas en las redes sociales a lo que consideran una «falsa pandemia» puede acabar devorando al monstruo de siete cabezas que la ha creado. Para entender la vida social es necesario destruir las fronteras disciplinarias que marca la vida académica actual. Las esferas de actividad social son ilimitadas y simbólicas. Así, hemos de preguntarnos: ¿cómo están relacionados el poder y la riqueza? ¿Cómo nos influye nuestro sistema de medios masivos, información y entretenimiento? Es un fenómeno complejo. Y, precisamente por ello, las élites atacan a quienes lo exponemos catalogando nuestro pensamiento de «simple». Es un argumento paradójico. Y a mí me provoca risa. Acepto el compromiso clásico que abarca todos los campos del saber humano, todos los recovecos de la existencia, porque la observación de la totalidad de las relaciones sociales (de donde se originan las actividades económicas, política, social y cultural de la vida humana) da las claves para comprender por qué los medios de comunicación transmiten una «verdad única» acerca de la pandemia. Ya no cumplen la función clásica del periodismo: dar las distintas versiones de una noticia a través de la voz de las personas que la viven y la testifican. Nuestro código deontológico nos obliga a ofrecer una información rigurosa para que cada uno de los receptores del mensaje se forme su propia opinión libre. Pero los mass media difunden datos y opiniones manipulados, previamente cocinados en sus laboratorios sociales para obtener la reacción prevista. Es en las relaciones sociales donde hay que buscar las razones que explican no solo la pandemia, sino el mundo actual. ¿Cuál es la relación de las élites con el pueblo? Ninguna. No existe tal relación. Bueno, su relación humana con nosotros consiste en atacarnos. Considero que actúan así porque tienen miedo de nosotros. Y si nos temen es porque no nos conocen. Creen que somos unos lobos para ellos. Al mismo tiempo, el pueblo cree que ellos son los lobos. ¿Quién les cuenta a ellos cómo somos? Parece que alguien se está divirtiendo mucho con el juego de confundirnos a todos. Es la estrategia del caos narrada en el mito de Babel.
 
Cristina Martín Jiménez
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Kurt Lewin afirmó que no es posible conocer el comportamiento humano fuera de su entorno. La fórmula matemática de su teoría es: C = f (P, A) C es la conducta de un individuo, el cual actúa en función (f) de la situación total, que incluye las circunstancias del individuo (P) y las del entorno (A). De esta manera, si el poder quisiera asustar a un individuo o a un conjunto de personas con una pandemia y modificar así su comportamiento, tendría que acceder a su interior, manipular sus propias circunstancias (emocionales, sentimentales, económicas, relacionales) y el entorno en el que vive. Si el poder tiene la capacidad de manipular la información/mensaje que recibe por los canales a los que acude en busca de información (informativos, programas de radio, prensa, famosos, influencers) estaría modificando su entorno, creando un psicoescenario, un drama, una tragedia. Y, según la fórmula de Lewin, habría conseguido cambiar el pensamiento del individuo o del grupo y, por tanto, su comportamiento. En este supuesto caso de preparación del escenario, la «sensibilización» hacia el problema que acaba de surgir y que amenaza con matar a media humanidad sería fundamental para convencer a los incautos. Algunos miembros de un grupo se convertirían, por sus propias circunstancias, en policías de balcón para sus iguales (sus vecinos).
 
Cristina Martín Jiménez
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… ¿quién está imponiendo ahora el deber de vacunarnos? A mí me parece observar una evidente simbiosis entre un Gobierno dictatorial y un grupo de empresas privadas elitistas.
 
Cristina Martín Jiménez
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Los padres del nuevo orden mundial no desean ser conocidos.
 
Cristina Martín Jiménez
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El Club Bilderberg no actúa por dinero, ya lo tiene, sino por poder: anhela el control absoluto de todas las mentes del planeta. ¿Para qué? Para que adoremos su sistema. ¿Y cómo lo hacen? Controlando los medios de comunicación, las escuelas y la cultura.
 
Cristina Martín Jiménez
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Aunque algunos no lo adviertan, vamos hacia un totalitarismo que no hemos elegido, cuyas armas, como las de cualquier gobierno dictatorial, son la propaganda, la mentira y la manipulación de los datos y acontecimientos con el fin de controlar a la población, sometida a un estado de desasosiego interior. Nadie sabe lo que le ocurre, pero sabe que algo le pasa.
 
Cristina Martín Jiménez
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Desde que en diciembre de 2019 se dio a conocer la existencia y la amenaza de la COVID-19, una especie de «cultura del terror» se ha instalado en nuestras vidas. Y, como consecuencia, nos hemos domesticado —hemos vivido varios meses secuestrados en nuestros domicilios—, como si estuviéramos en guerra, en un estado de excepción o de sitio. La expectativa es la esperanza de mejora o cambio proyectada al futuro, por lo que, si los planificadores de esta situación recurren a sus métodos y herramientas —como la prensa— para presentar a los ciudadanos el caos en el caso de que no obedezcamos sus órdenes, ¿solo nos queda el sometimiento a las ideologías y a los programas de la «nueva normalidad» impuestos por las élites? ¿Por qué ha podido ocurrir lo que está ocurriendo? Porque con sus laboratorios vivos han estudiado a los individuos, manipulado a las sociedades y eliminado la resistencia al cambio del sistema de valores. ¿No hay rebeliones contra la mentira y lo injusto? Sus tácticas de guerra han sido distintas a las guerras mundiales precedentes. Son tácticas más sutiles, basadas en técnicas intelectuales y sentimentales. Lo que buscan es la subordinación a su ideología cultural. Por eso es más importante conocer la superestructura que sustenta el trabajo de sus laboratorios de ingeniería social que el laboratorio de Wuhan. ¿Cuál de los dos virus es más letal?
 
Cristina Martín Jiménez
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Si hay algo que pueda salvarnos, en caso de que tuviéramos que ser salvados, eso es la palabra, nuestro origen, el logos que ha configurado y configura nuestras vidas.
 
Cristina Martín Jiménez
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Podemos concluir este apartado afirmando que los poderes se ven obligados a mantener su estatus, siempre en conflicto con otros de su misma clase y con lo que consideran un grave peligro: el pueblo. Por ello, su primera estrategia es apropiarse de los medios de comunicación para proyectar los mensajes que les interesan. Por otra parte, los ciudadanos, en nuestros días, no son totalmente convidados de piedra en esta dinámica, sino que resultan en no pocas ocasiones cómplices de la tiranía por acción u omisión.
 
Cristina Martín Jiménez
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Cómo no, démosles las gracias a nuestros manipuladores por manipularnos.
 
Cristina Martín Jiménez
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El poder mediático y sus tentáculos
 
Estados Unidos fue el primer país que regularizó de forma generalizada el uso y la propiedad privada de los medios de comunicación masivos. Frente a este sistema comercial, pero también ideológico, se ha desarrollado el europeo, más proclive al uso público y a la intervención del Estado, con la implantación de cadenas públicas de radio y televisión en todos los países. De un modo u otro, el resultado es la concentración mediática en pocas manos y la difusión de un pensamiento único, el que interesa al poder.
Su mecanismo de ingeniería social, que deontológicamente es deplorable, hace que las empresas mediáticas sean instrumentos a las órdenes del poder. Ya no proporcionan información, sino el soma de nuestro maravilloso mundo feliz.
Mi intención es explicar cómo funcionan los medios de comunicación porque en ellos reside la clave de la manipulación. Los medios no son neutrales ideológicamente porque tienen propietarios. Estos los usan de acuerdo a sus intereses; por eso aparentan dar información cuando en realidad son el mayor bastión de manipulación en la mal llamada «era de la información». Si El País hiciera periodismo, entrevistaría al científico que afirma que el virus proviene de un murciélago y al que afirma que está genéticamente manipulado. Y dejaría que el lector, a partir de la información recibida, sacase sus propias conclusiones. Pero ya solo en la elección de a quién se entrevista y a quién no hay manipulación. El País es propiedad de los grandes fondos de inversión «buitres», que no están interesados en que los ciudadanos tengamos información, sino en condicionar nuestros pensamientos y, por tanto, nuestros comportamientos. El diario se posiciona y quiere que todos nos vacunemos, por ello elude entrevistar a aquellos científicos que critican las vacunas. No hay objetividad.
 
Cristina Martín Jiménez
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… vivimos en una dictadura neototalitaria de aspecto disneico. Esta es la telaraña en la que hemos caído presos.
 
Cristina Martín Jiménez
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En la llamada era de la información, la gran mayoría de la población global se informa a través de medios controlados o susceptibles a la presión de intereses de poder, lo que significa que, a pesar de que un ciudadano acceda a distintos canales de comunicación, el mensaje recibido será el mismo, porque el objetivo del establishment global no es que los ciudadanos piensen, sino que acaten y se resignen a su ideología. Y así es como lo estamos viendo en la pandemia.
 
Cristina Martín Jiménez
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Ahora el verdadero opio del pueblo es el entretenimiento-consumo de objetos e ideología prefabricada en laboratorios de las élites.
 
Cristina Martín Jiménez
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Esta homogenización del mensaje implica una visión única del mundo. Es el triunfo de un modelo de globalismo (la globalización de las élites) frente a otras posibilidades, con la extensión de la cultura del miedo —para coaccionar—, el uso de la propaganda frente a la información, la confusión frente a la información, la versión oficial frente a la verdad, el silencio informativo frente a la revelación de lo oculto, la sociedad domesticada frente a la sociedad libre, la policía política frente al sentimiento puro, el totalitarismo frente a la democracia, el involucionismo frente a la evolución…, y todo ello gracias a la inexistencia de pensamiento crítico. Es decir, el pensamiento y la actitud crítica no existen en los medios de masas, ya que el conocimiento liberaría al esclavo de su esclavitud y hay que impedir que piense por sí mismo. Así, el poder le indica qué pensar a través de los tertulianos de los medios, de los científicos seleccionados y de los pseudointelectuales. El mensaje debe ser el mismo en los distintos canales en los que se difunda, ya sea en Nueva York o en China, de lo que se deduce que los propietarios de los medios (la élite del poder) se han puesto de acuerdo y han decidido qué se difunde y qué no. Es decir, para mantener su poder, tienen que silenciar y ocultar determinadas informaciones. Una de sus mejores estrategias es la confusión. El caos.
 
Cristina Martín Jiménez
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El nuevo orden mundial que los planificadores diseñaron tras la Segunda Guerra Mundial pretendía penetrar en las entrañas de todas las articulaciones culturales, con la intención de alcanzar un control total y completo de la parte del mundo que habían obtenido tras el reparto del botín de guerra. De ahí nació el Club Bilderberg (creado en Holanda en 1954), un gobierno invisible que trabaja para reestructurar las sociedades democráticas.
 
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Eric Emerson Schmidt
 
Su misión es «invertir en nuevos pensadores y nuevas ideas para abordar la próxima generación de desafíos que enfrenta Estados Unidos».
 
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Con la táctica de la pandemia estamos asistiendo a la hiperinformación, de la que ya advirtió Aldous Huxley en Un mundo feliz. Él contrapuso esta situación a la descrita por George Orwell en 1984, donde el autor presagiaba un mundo donde la élite gobernante ocultaba la información al pueblo. En realidad, sufrimos una mezcolanza de ambas tácticas por parte del poder: tanto la ocultación como la hiperinformación tienen como efecto la confusión. Los receptores no sabemos qué y a quién creer, y así, durante la pandemia de la COVID-19 se ha acrecentado la crisis de desconfianza hacia los periodistas, los políticos y la OMS, una desconfianza que ya venía fermentando desde la crisis de 2008.
 
Cristina Martín Jiménez
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La cuestión es que crezca el número de los valientes que decidimos romper las cadenas.
 
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Para que sea eficaz es imprescindible que el enemigo necesario implique una amenaza de destrucción inmediata, tangible y claramente percibida. Con este fin, los medios de comunicación de todos los países del mundo se focalizaron en difundir imágenes de terror y caos en los hospitales supuestamente provocados por la COVID-19. En el «Informe Iron Mountain» se subrayaba que este enemigo debe justificar la necesidad de pagar un alto «precio de sangre». Es decir, nos han pedido un sacrificio extremo, encerrándonos en casa, mientras la economía se desmorona, porque esa era la única forma en que podríamos vencer al virus, según aseguraba la OMS, Bill Gates y los gobernantes alineados. En China, ahora todos son vigilados por cámaras inteligentes en las calles, capaces de identificarlos en tiempo real, mientras una App los clasifica en función del manejo de sus finanzas. En su «nueva normalidad», estos programas también servirán para calificarnos a todos como buenos o malos ciudadanos y nos restarán puntos castigándonos a no viajar, no ir al parque o no salir de casa si no acatamos las órdenes en base a la nueva conciencia social que han diseñado. Los «malos ciudadanos» son una amenaza para el planeta y sus propios vecinos serán los encargados de vigilarlos y denunciarlos. Así lo hacen en Cuba desde hace décadas y sin necesidad de ninguna aplicación para móviles. Según apuntaba el «Informe Iron Mountain», los modelos ficticios deben convencer a la población, al apoyarse en el peligro de una gran pérdida de vidas humanas. Tal y como ocurrió con la pandemia. En el momento en que comenzaron las protestas ciudadanas en las redes sociales y en las calles de Alemania y Holanda, Chile y Brasil, Estados Unidos y España, un agente de la OMS subió los niveles de la psicosis al asegurar que, si no obedecíamos las normas de confinamiento y alejamiento social, la humanidad se extinguiría. Por último, apuntar que en el «Informe Iron Mountain» ya se ideó la construcción de una estructura mitológica o religiosa para el control. Entonces consideraron que sería difícil convencer a la gente de su época, «pero debe ser considerada una opción». En el año 2000 lo han hecho posible con la «Carta de la Tierra» de la ONU, la religión de la Madre Tierra, donde los humanos somos la peor plaga que haya existido jamás, por lo que consideran que un árbol tiene más derecho a la vida que una persona. Lo grave es que esta ideología se está enseñando en las escuelas, adoctrinando a los niños y haciéndoles sentir culpables de hechos que nos les corresponden. ¿Quién vela por ellos cuando quienes han de protegerlos se dedican a deformar sus mentes y a asustarlos con enemigos infundados?
 
Cristina Martín Jiménez
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El miedo como arma silenciosa de control masivo Para la domesticación de los animales sociales sin inteligencia, como así nos consideran, comenzaron a actuar y experimentar empíricamente en los distintos ámbitos en los que se desarrollan las personas y rápidamente observaron que el miedo es la estrategia más potente y la que más beneficios les reporta. Los ataques provienen de tantos frentes distintos que incapacitan al individuo para reconocer qué le está ocurriendo, volviéndolo, de ese modo, completamente vulnerable. El poder lo ha planificado todo tan bien que ha ocultado la información necesaria para que el ser humano conozca sus potencialidades, para que sepa que su cerebro es una máquina más eficaz que los ordenadores de los laboratorios con los que pretenden manipularle pulsando una de sus teclas. Pero ¿cómo nos inyectan el virus del miedo? En el sustrato de su maquiavélico plan de ingeniería social, en el fondo de todas las cuestiones, de toda su manipulación, por encima del miedo, hay un factor más poderoso sin el cual todos sus planteamientos, sus intentos por mantenernos confundidos y perdidos, quedarían inertes. Me refiero a la mentira. La base de la comunicación que ellos controlan es la mentira. Políticos que mienten, periodistas que mienten, científicos que mienten… «Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad», remachaba como un mantra el jefe de propaganda nazi Paul Joseph Goebbels. La mentira institucionalizada, es decir, la mentira como una entidad en sí misma, como un poder, es la peor forma de violencia, de intimidación. Mediante las mentiras nos asustan, siembran el miedo, somos atacados tan sutilmente que nos incapacitan para percibirla. Estamos en guerra desde que nacemos hasta que morimos. Si «la primera víctima de la guerra es la verdad», como sentenció el poeta y escritor británico Rudyard Kipling (1865-1936), la base, la arena, la argamasa del edificio principal de los amos del mundo es la mentira. Sin engañarnos no podrían controlarnos. Sin mentiras no hay miedo. Quienes controlan y obstaculizan el libre flujo de la verdad controlan el mundo.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
El discurso de Rockefeller en El Cairo estaba plagado de propaganda de esta nueva doctrina geopolítica. Estas fueron sus palabras: Irónicamente, nuestras propias innovaciones, que están haciendo enormes mejoras en la existencia humana, están creando también nuevos problemas que ponen en evidencia la presencia de un desastre alarmante y posiblemente catastrófico para la biosfera en la que vivimos. Y aquí está el dilema que todos enfrentamos. Permítanme poner un ejemplo: mejorar la salud pública ha causado el descenso de la tasa de mortalidad mundial de niños en un 60 % en los últimos cuarenta años. En el mismo periodo, la tasa mundial promedio de extensión de la vida ha aumentado desde los cuarenta y seis años en la década de los años cincuenta, a los sesenta y tres años hoy. Este es un desarrollo que como individuos solo podemos aplaudir. Sin embargo, el resultado de estas medidas positivas es que la población mundial se ha elevado durante el mismo corto periodo de tiempo geométricamente hasta casi seis billones de personas y fácilmente puede exceder los ocho billones para el año 2020. El impacto negativo del crecimiento poblacional en todos nuestros ecosistemas planetarios se está volviendo evidente…
En este discurso, Rockefeller defendía la necesidad de frenar el crecimiento humano para evitar la superpoblación, argumentando el impacto negativo que un elevado número de habitantes provocaría en el medio ambiente. Según este discurso catastrofista y alarmante, o frenamos la superpoblación o el planeta explota, lo que enlaza directamente con la religión única de la ONU: la ecología tiene más valor que la vida humana. En la nueva ecología converge toda la ideología y los planes de las élites. Defienden que no hay planeta para tantas personas, pero, en realidad, lo que no hay es planeta para tanta codicia. ¿Cómo pueden sostener moral y matemáticamente que sobran humanos cuando ellos (un 1 % de la población mundial) acaparan todas las riquezas del planeta? Existe un terrorismo elitista contra la vida. Les sobran los hambrientos, los inmigrantes, los que mueren en las guerras, porque para el mercado solo se trata de números. Según las cuentas de los dueños del poder, les sobran personas porque tienen contabilizada la cifra de esclavos que necesitan para producir, trabajar y consumir, es decir, para su gobierno mundial. Les sobran los ancianos porque reciben una pensión y ya no trabajan, les sobran los disminuidos psíquicos y físicos, los enfermos y los pobres. Más de dos décadas de propaganda después, políticas eugenésicas como el aborto y la eutanasia recorren el mundo occidental, aunque, después de tanto trabajo y dinero invertidos, numerosos ciudadanos no aceptan estas prácticas y se han rebelado contra ellas.
 
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Que los políticos y gobernantes de todo el planeta y que Bill Gates se hayan convertido en los portavoces de las pandemias y que se silencie y ataque a los científicos disidentes significa que estas enfermedades, más que cuestiones de salud, son armas geoestratégicas. Nos hacen creer que la muerte nos pisa los talones y, con la salud, provocan el miedo, el pilar del control de la sociedad. No temamos a cuestiones que son pura mentira, sin base científica ni real. «Lo único a lo que debemos sentir temor es al temor mismo, al miedo anónimo, irracional y sin sentido que paraliza todos los esfuerzos que son necesarios para convertir el retroceso en una marcha hacia delante», sentenció el presidente Franklin Delano Roosevelt.
 
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No hay duda de que a las élites les gusta jugar a la guerra y sus mentes perversas disfrutan con la inducción del caos y la destrucción como método para imponer su control. No es que la clase dominante tenga dones proféticos, sino que establece hojas de ruta cada vez más perfeccionadas apoyándose en el análisis Big Data.
 
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En el juego de guerra de la Global Business y la Fundación Rockefeller se plantean cuatro escenarios posibles:
 
1.      Lock Step (Bloqueo). Se describe un mundo basado en el control gubernamental estricto, aplicado de arriba abajo y con un liderazgo más autoritario, con una innovación tecnológica limitada y una presión ciudadana en aumento.
 
2.      Clever Together (Juntos, más inteligentes). Se describe un mundo en el que surgen estrategias altamente coordinadas y exitosas para abordar problemas a nivel mundial urgentes.
 
3. Smart Scramble (Lucha inteligente). Se describe un mundo económicamente deprimido en el que las personas y las comunidades desarrollan soluciones locales improvisadas para hacer frente a una serie de problemas cada vez más graves.
 
4.      Hack Attack (Ataque). Se describe un mundo económicamente inestable y propenso a los golpes de Estado, en el que los Gobiernos se debilitan, aumenta la delincuencia y se implantan innovaciones tecnológicas peligrosas.
 
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La verdad de la pandemia
 

En la década de los años noventa, Luc Montagnier era el jefe de la Unidad de Oncología Viral del Instituto Pasteur y la prensa lo respetaba y alababa. Pero todo terminó cuando comenzó a hacer declaraciones que ponían en serio riesgo el gran negocio farmacéutico. Ya denunció Montagnier, en una ocasión en que defendió la homeopatía («tiene una base científica que está siendo ignorada»), que «el problema de la ciencia actual es que se silencia todo lo que puede molestar a la economía». Está claro que sus declaraciones molestan a una ciencia secuestrada e interesada. El hecho de que, a finales de 2017, él y su colega Henri Joyeux denunciaran la peligrosidad de las vacunas y de la vacunación obligatoria incide en que es una figura que atenta contra el gran negocio: «Pese a la buena voluntad de partida, [hay un riesgo] de envenenar poco a poco a toda la población», sentenciaron. Montagnier ha puesto en duda toda la línea de flotación que sostiene los últimos planes de la élite para el mundo pospandemia. En la primera década del año 2000, expuso su teoría sobre las ondas eléctricas que, según defendió, emite el ADN. Esta apreciación, en el momento actual, en el que muchos otros científicos no alineados están denunciando los riesgos de la interacción entre las antenas 5G y el ADN, adquiere mayor sentido si cabe.

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La verdad de la pandemia


 
La pandemia no es un pronóstico del filántropo Bill Gates sino un diseño de laboratorio social puesto en marcha con un plan maestro muy preciso, que desemboca en el establecimiento de un nuevo mundo basado en el control y la vigilancia tecnocrática de los individuos y las sociedades. Y si no consiguen instaurar su nuevo orden, llegarán más guerras, el hambre, más pandemias y hasta la bomba atómica. A no ser que nos rebelemos y los denunciemos. Es necesario un nuevo juicio de Núremberg. Porque ellos no van a detenerse.
 
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La verdad de la pandemia
 
 
Los gestores del caos utilizarán todos los medios a su alcance, por muy espurios que sean, para mantener a la población alejada de la verdad y en un estado de control absoluto en el que, quizá en un futuro más cercano de lo que creemos, la libertad de pensamiento y de acción sea solo un recuerdo efímero, un mito que sobrevuele la imaginación de nuestros descendientes.
 
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Hay una pregunta que todos deberíamos hacernos, aunque quienes tienen que responderla prefieren callar: ¿por qué el virus afecta más a unos países que a otros? Con la breve exposición que hemos hecho, vemos que las cifras oficiales que los países, regiones o comunidades reportan sobre sus casos de coronavirus están relacionadas con el bloque al que sus gobernantes estén suscritos. Los que siguen las pautas marcadas por la OMS afirman que todas las muertes de estos últimos meses se deben al coronavirus. Parece que desde que la COVID-19 llegó a nuestras tierras, la población dejó de morirse por otras causas. Los organismos encargados de la salud en estos países alineados dictaron a los médicos los patrones que debían seguir para contabilizar los casos de contagio y los fallecimientos. De ese modo conseguían que los números cuadrasen con las cuentas que la OMS necesitaba para poder presionar a los gobernantes. El eje globalista defiende la versión oficial: fue un virus que pasó del murciélago al hombre en el mercado al aire de libre de Wuhan. Pero este acontecimiento pasará a los anales de la Historia como la gran mentira, el gran encantamiento con el que un grupo de dominadores intentó rendir y tiranizar a toda la humanidad. Crea la crisis perfecta y el mundo aceptará el nuevo orden mundial. La pandemia ha creado dos bloques enfrentados, como en la Segunda Guerra Mundial: el Eje, encabezado por Xi Jinping, y los Aliados, liderados por Donald Trump. Como vemos, desde el principio ha habido movimientos y cambios de un bando a otro. ¿Cómo acabarán estructurándose los dos bloques que hoy siguen en formación? ¿Acabará desembocando en la última fase de la Tercera Guerra Mundial? Es decir, ¿recurrirán ambos bloques a las armas para cambiar el statu quo?
 
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La verdad de la pandemia
 
 
Un desastre difícil de cuantificar. El diario Expansión informaba el 21 de abril que, en España, «el caos en la gestión de los ERTE aboca ya a 50.000 empresas a concurso». ¿Quiénes las comprarán? ¿Las monjitas de la caridad o los filántropos fariseos? Esto no ha sido ineptitud; se trata de una hoja de ruta bien señalada. —Sí, eso, ¿quiénes las van a comprar? —me preguntaba una jovencita curiosa y rebelde en Twitter. —Los fondos buitres, donde se refugian todos los reptiles de la Tierra —le respondí.
 
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Soros no quiere romper la Unión Europea, sino hacerse con ella infiltrándose en su interior, como un caballo de Troya, y su estrategia pasa por las desestabilizaciones nacionales, por generar el caos civil en las calles, así como por la creación de partidos y grupos políticos en todos los países europeos y en el resto del mundo. Estos políticos defienden su ideología revolucionaria introduciéndose en el sistema. Las ideas que comparten son el federalismo europeo, el socialismo liberal y el antinacionalismo.
 
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La verdad de la pandemia
 
 
La «táctica de la pandemia» está clara desde el principio. Según la OMS, el confinamiento se hizo para parar el contagio. Y si solo se trataba de detener la expansión de un virus, ¿por qué, mientras estábamos retenidos en nuestras casas, cayeron las economías del mundo? Nos atacan con armas de guerra silenciosas y sofisticadas. Con la excusa de la COVID-19 han usado el Estado de Derecho para arrebatarnos todos los derechos. ¡Qué fácil les ha resultado! ¡Qué ciudadanos más obedientes!
 
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La verdad de la pandemia
 
 
Había que aumentar los niveles del miedo, así que los gobernantes insistían: «La OMS dice que no hay pruebas científicas de que los recuperados sean inmunes». Pero tampoco había pruebas científicas de que la OMS dijera la verdad.
 
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La verdad de la pandemia
 

El timo es tremendo. Nuestros impuestos acaban en manos de los grupos elitistas que luego van a rescatarnos. ¿Cómo es posible que nos dejemos engañar y robar de esta forma?
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia


La pandemia de la COVID-19 es una operación encubierta y secreta de guerra psicológica y biológica contra la población, en la que se enfrentan las élites globócratas (occidentales y asiáticos, sobre todo chinas) con los líderes antiglobalistas que no se adhieren a su nuevo orden mundial. Uno de los líderes visibles del «Eje» globócrata es Bill Gates, que se ha puesto al frente de un consorcio de organismos mundialistas que, tal y como hemos visto a lo largo del libro, están conformados por dirigentes de la OTAN, del Partido Comunista Chino, de la ONU, de la OMS, de la OMT, de universidades y laboratorios de biotecnología y dinámicas sociales, de centros de Defensa e Inteligencia… Esta operación de guerra ha contado con la complicidad de los medios de comunicación globales, propiedad de las élites dominantes. Ahora, lo que queda por determinar —en un nuevo juicio de Núremberg— es la responsabilidad que cada uno de los miembros de esta compleja red ha tenido y tiene en el mayor atentado programado contra los individuos que conformamos la comunidad humana del planeta Tierra.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
El proyecto del nuevo orden mundial de las Naciones Unidas es una iniciativa global de alto nivel fundada en 2008 para promover un nuevo paradigma económico, un nuevo orden político y, en términos más generales, un nuevo orden mundial para la humanidad, que recoge los Objetivos Globales de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030, y la felicidad, el bienestar y la libertad de toda la vida en la Tierra para 2050
 
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Desde que China cerró la ciudad de Wuhan el 23 de enero, más de un tercio de la población mundial ha sido confinada en sus domicilios bajo el pretexto del felicismo. Los balcones se llenaron de arcoíris y pancartas: «Todo va a salir bien». ¿A quién le va a salir todo bien? En definitiva, la «táctica de la pandemia» se ha activado para destruir el orden actual y construir sobre sus ruinas este nuevo orden feliz de la élite globócrata. Desde distintos ámbitos —prensa, políticos, mundo empresarial— se reclama que las naciones, los países, los Gobiernos, los Estados y sus ciudadanos se pongan en manos de organismos internacionales y de su vacuna. A muchos el canto de estas sirenas les ha parecido una idea maravillosa, la solución a sus problemas. Creo que cambiarían de parecer si realmente supieran quiénes forman y controlan esas instituciones y la ideología a partir de la cual las han trazado. Como la bomba atómica —que tiraron para ver qué ocurría—, tenían que comprobar qué pasa al activar la «operación pandemia». Porque son unos impacientes. Unos impacientes optimistas que, debido a la cantidad de medios invertidos y de estrategias trazadas, están seguros de que conseguirán sus objetivos. Bienvenidos a la verdad de la crisis de la pandemia: algunos la han provocado, otros se la han encontrado. Todos intentan aprovecharla en su propio beneficio. Algunos van a caer por el camino, ya sean del Eje o de la Alianza. Todos creen que pueden controlar al dragón de siete cabezas. Pero, como en toda guerra, se sabe cómo empieza, pero no como acaba.
 
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La verdad de la pandemia
 
 
El 25 de marzo, Chris Anderson, el creador de las charlas TED, entrevistó a Gates para preguntarle cómo pudo predecir la pandemia de la COVID-19.
 
GATES: porque básicamente no se hizo nada. El ZIKA, el SARS, el MERS y el Ébola nos enseñaron [las cursivas son mías] cómo se puede propagar un virus en un mundo como el actual en el que la gente se mueve tanto que puede provocar una gran devastación. Aquella charla sirvió para decirle al mundo que no estábamos preparados para la próxima pandemia, pero con los avances científicos actuales podemos prepararnos. Tristemente, se hizo poco más que lo desarrollado por la coalición que lideré [EVENT 201]en la preparación de la vacuna, pero nada en el área de diagnóstico y antivirales. Durante la simulación que lideré, no se hizo nada. Así que ahora tenemos un virus respiratorio que cumple mis predicciones.
 
ANDERSON: El mes pasado dijiste que esta podría ser la mayor epidemia del siglo. ¿Sigues pensando lo mismo?
 
GATES: Es triste decirlo, pero podríamos tener un virus respiratorio con una mortalidad aún mayor si se pareciera al virus de la viruela, que mata al 30 % de los contagiados.
 
¿Acaso Gates está prediciendo una pandemia aún mayor?
Yo creía que la viruela ya no existía sobre la faz de la Tierra, así que me puse a investigar sobre ello. Encontré que la OMS la declaró erradicada en 1980 y, desde entonces, no se ha detectado ningún caso. Pero encontré también que solo dos laboratorios en el mundo custodian su cepa. Uno es el Centro para la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en Atlanta, y el otro es el Centro Estatal de Estudios de Virología y Biotecnología de Novosibirsk, Siberia. Ambos colaboran con la OMS y son revisados por técnicos de bioseguridad de la institución
 
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Desconfiemos. Si Gates nos declara su amor, es que ha decidido degollarnos.
 
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¿QUIÉN MATA AL MONSTRUO?
 
En enero de 2015, Bill Gates reclamaba públicamente «una especie de gobierno mundial» para enfrentar la guerra que se avecinaba:
La ONU se ha creado para la seguridad mundial, estamos listos para la guerra, porque hemos tomado todas las precauciones. Tenemos la OTAN, tenemos divisiones, jeeps, personas capacitadas… Pero ¿qué pasa con las epidemias? ¿Cuántos médicos, aviones, tiendas de campaña y científicos tenemos? Si hubiera algo como un gobierno mundial estaríamos mejor preparados.
No hace falta decir más…
Pero, para terminar, recordemos algunos de los aspectos fundamentales de esta guerra que las grandes élites han declarado. En primer lugar, es importante subrayar que la situación actual es la de una guerra global con varios frentes abiertos:
       Batalla contra las personas, su vida y su libertad.
       Batalla contra los líderes y gobernantes autárquicos, contrarios al nuevo orden mundial que las élites globócratas quieren implantar.
       Batalla entre las élites globócratas por liderar la hegemonía global.
1.      Los planes de dominio de las élites se sustentan en unas técnicas de control y manipulación humanas extraídas de distintas ideologías y etapas de la historia reciente: comunismo, socialismo, fascismo y liberalismo. Con ellas perfeccionan su estrategia de totalitarismo global, su nuevo despotismo científico: una tiranía perfecta y feliz. Los diferentes grupos de élites confluyen en un plan común, la llamada «Agenda 2030», cuyo objetivo es alcanzar en ese año los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En la página web de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno, encargada del desarrollo de la Agenda y encabezada por Pablo Iglesias, se lee lo siguiente: «Una España que haya alcanzado los ODS en 2030 será el país con el que todos y todas soñamos. Por eso, la Agenda 2030 está ya en el centro de la visión de Estado y de la acción de Gobierno. Representa una forma de actuar en el mundo. Para alcanzar las metas de cada Objetivo, TODO EL MUNDO [así, en mayúsculas] tiene que hacer su parte: los Gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y personas como TÚ». Tampoco hace falta decir más.
Las tácticas para alcanzar su nuevo orden mundial «Feliz» son las siguientes:
       Táctica del cambio climático.
       Táctica de la pandemia.
       Internet de las cosas.
       Internet de las personas (microchip).
       Religión globalista antiantropocéntrica.
       Educación universal.
       Vacunación universal de manipulación genética.
       Conflictos y políticas de género.
       Gestión de la inmigración.
       Objetivos del Milenio ONU.
       Control de todos los sectores productivos e industriales.
       Vigilancia ciudadana en las nuevas polis inteligentes.
2.      El nuevo orden mundial que pretenden imponer estará basado en el dominio —apropiación— de todas las fuentes de energía económica. Y para ello se sirven de una serie de técnicas sintetizadas por el gurú Henry Kissinger en la década de los años setenta del siglo pasado:
 
3.      En su guerra contra la naturaleza humana han creado una vacuna mediante la cual pretenden eliminar el que llaman «gen de Dios», el VMAT2. Las religiones tradicionales son un peligro para su nuevo mundo feliz. El sucedáneo dogmático y pseudoespiritual es la «Carta de la Tierra» de la ONU.
4.      Las élites convencionales, las creadoras del Club Bilderberg, se han aliado con las élites chinas contra un enemigo común: el presidente autárquico Donald Trump, contrario a la subyugación a las leyes globalistas de las élites. Por ello lo combaten a través de su consorcio, en el que cada miembro de la red está ahí por un solo motivo, por varios o por todos. Unos quieren controlar la tecnología, otros las materias primas, y otros, el planeta entero.
5.      Son los financieros reconvertidos en filántropos los que nos han declarado la guerra.
6.      Desde el origen —con la creación de los laboratorios de ingeniería social, Parent Parenthood, las fundaciones filantrópicas, las instituciones supranacionales y sus informes «Iron Mountain» y Kissinger— hasta hoy, hay una continuidad en la línea de tiempo por el dominio de las personas y del planeta. Cambian algunos nombres, así como los centros de poder desde donde gobiernan y dirigen las redes de la élite, pero los planes, las estrategias y los objetivos permanecen intactos. ¿Quién será finalmente el rey de los reyes de la Tierra?
7.      El fondo es una lucha de poder, pero el trasfondo es el combate entre el Bien y el Mal, la mentira y la verdad.
 
Llegados a este punto de la Historia, observo que a la humanidad nunca se le había declarado una guerra tan agresiva, violenta y omnímoda. Es una situación nueva que el desarrollo tecnológico ha propiciado con las tecnologías de manipulación de las masas. No están atacando al que denominaron «Tercer Mundo» ni a naciones aisladas, sino al planeta entero. Enredados en sus ambiciones y soberbias personales, las élites y sus respectivos sirvientes (políticos, gobernantes, científicos, periodistas, intelectuales…) han desatado sus pasiones más oscuras. Y han despertado al dragón antiguo de siete cabezas, esparciendo la guerra, la muerte, la desolación y el hambre por todo el mundo. Su guerra contra aquellos a los que consideran «enemigos» por negarse a adoptar las doctrinas del felicismo va en serio. Y no se van a detener. Se trata del futuro del ser humano. Ahora, ¿quién mata al monstruo multicéfalo?
 
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Han creado todas estas instituciones de las que parte, se conecta y colabora su gran red. Cada vez veo con mayor claridad que la filantropía es el nuevo Club Bilderberg.
 
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La ideología de los globócratas queda patente en su retórica, que es la siguiente: necesitamos unirnos, crear una comunidad internacional, un gobierno mundial si queremos salvar el planeta. Sí, la dominación de todo el planeta es su objetivo esencial. Un planeta amenazado por una plaga terrible: los humanos.
 
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El mundo está precisando una agenda y necesita gobernanza mundial. Eso no existe hoy y esta es una responsabilidad de las grandes potencias. Yo sé que diciéndolo no se arregla, pero hay que decírselo y hay que machacar por eso. Porque la humanidad está entrando en un momento que tiene que empezar a gobernar como especie, porque estamos todos en este barco que cada vez se achica más. Esta es una responsabilidad de Estados Unidos, de China, de Rusia, de Alemania… El resto somos espectadores y víctimas.
 
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¿Cuál es mi principal objeción a ese hipotético gobierno mundial? Pues que abandona los valores por el camino. Se focaliza en la producción, en el mercado y, en el fondo, está manejado por la codicia y la psicopatía de la élite que trabaja para implantarlo. Devasta el valor de la vida, la humildad, la humanidad. Nos somete en el sentido espiritual de la palabra, pues considera al ser humano un simple productor y consumidor, un número, un esclavo de su Arcadia feliz. El resto de los atributos humanos no importan; no tienen cabida en sus análisis de progreso. Y a estas objeciones hay que añadir el perfil de los que serían los gobernantes mundiales. ¿Alguien puede fiarse de ellos? Numerosos líderes vinculados al Club Bilderberg nos aseguran que es urgente y necesario crear un gobierno mundial, y es preciso cooperar y buscar financiación para llevarlo a efecto cuanto antes por el bien de la humanidad. Pero de las personas que estarán al frente de este gran gobierno no nos explican nada a los ciudadanos. Bueno, contamos con la afirmación de David Rockefeller: banqueros e intelectuales. Ellos pretenden gobernar todas las dimensiones de la vida, del pensamiento y de las actividades humanas, centralizando el control de las finanzas, la ciencia, la información y el conocimiento. Ya estaba ocurriendo. Y con la plandemia lo han acelerado. Es la tesis marxista de la aceleración de la Historia como táctica para alcanzar objetivos.
 
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La plandemia es una coacción, una extorsión. Un perverso chantaje. Se disfrazan de salvadores, pero su único objetivo es tiranizarnos. La plandemia es el chantaje que los filántropos nos están haciendo al resto de habitantes del planeta. Es la revolución de los filántropos.
 
Cristina Martín Jiménez
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LA PLANDEMIA: CONVENCER Y PERSUADIR
 
¿Cuál es mi principal objeción a ese hipotético gobierno mundial? Pues que abandona los valores por el camino. Se focaliza en la producción, en el mercado y, en el fondo, está manejado por la codicia y la psicopatía de la élite que trabaja para implantarlo. Devasta el valor de la vida, la humildad, la humanidad. Nos somete en el sentido espiritual de la palabra, pues considera al ser humano un simple productor y consumidor, un número, un esclavo de su Arcadia feliz. El resto de los atributos humanos no importan; no tienen cabida en sus análisis de progreso.
Y a estas objeciones hay que añadir el perfil de los que serían los gobernantes mundiales. ¿Alguien puede fiarse de ellos?
Numerosos líderes vinculados al Club Bilderberg nos aseguran que es urgente y necesario crear un gobierno mundial, y es preciso cooperar y buscar financiación para llevarlo a efecto cuanto antes por el bien de la humanidad. Pero de las personas que estarán al frente de este gran gobierno no nos explican nada a los ciudadanos. Bueno, contamos con la afirmación de David Rockefeller: banqueros e intelectuales. Ellos pretenden gobernar todas las dimensiones de la vida, del pensamiento y de las actividades humanas, centralizando el control de las finanzas, la ciencia, la información y el conocimiento. Ya estaba ocurriendo. Y con la plandemia lo han acelerado. Es la tesis marxista de la aceleración de la Historia como táctica para alcanzar objetivos.
Como ya hemos visto, deben recurrir a la propaganda porque no es fácil cambiar el pensamiento de las personas. Una de las frases del príncipe Bernardo de Holanda, en los inicios de las reuniones Bilderberg, fue la siguiente: «Es muy difícil cambiar la mentalidad de la gente que ha nacido en el nacionalismo, en los Estados-nación. Es muy difícil convencerles para que cedan parte de su soberanía a instituciones supranacionales, pero nuestro trabajo es hacerlo. Tenemos que convencerles».
Ahí están las instituciones supranacionales, que se presentan como independientes pero que están manejadas por los grandes fondos financieros de los filántropos. Y ahí están los intermediaros entre los poderosos y el pueblo: los famosos, los políticos, las ONG, las organizaciones civiles, los periodistas…, que elaboran bellos discursos para conducirnos a su anhelado control global. Es un método de persuasión. Palabras y personas eficazmente elegidas. Son soldados que propagan sus ideas. Son tácticas de guerra contra la verdad y la libertad de las personas.
Y en su retórica discursiva, en su «neolenguaje» —en el que cambian el significado de las palabras y las expresiones—, a su gobierno único global lo llaman «soberanía responsable». Apelan a nuestra responsabilidad para que aceptemos, por el bien de la humanidad, su nuevo orden mundial. Por ello, una de las primeras operaciones de propaganda al inicio de la plandemia fue apelar a la «conciencia social» para encarcelarnos en nuestras propias casas.
Son expertos en intimidar, asustar, aterrorizar y colocar el miedo en los corazones de las personas. Es un grupo que trabaja a través de amenazas. Pero, en esta ocasión, han ido demasiado lejos. La plandemia es una coacción, una extorsión. Un perverso chantaje. Se disfrazan de salvadores, pero su único objetivo es tiranizarnos.
La plandemia es el chantaje que los filántropos nos están haciendo al resto de habitantes del planeta. Es la revolución de los filántropos.
 
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… el plan previsto es instaurar y establecer una autoridad global en cada uno de los ámbitos de la vida en el planeta. Una autoridad única para la salud, el comercio, la religión, el turismo, las energías, la vivienda, el agua, el espacio, la educación… Una autoridad única surgida de la red de poder filantrópica y globalista, que se extiende por el mundo para luego confluir en el mismo punto del que ha partido. Una voz única que no pueda ser cuestionada y que imponga las normas que solo convienen a unos pocos. Desde que la OMS declaró la pandemia, está prohibido pensar y expresarnos con libertad, bajo pena de cárcel o multa, e incluso a riesgo de ser desterrado de la nueva ciudad global que están construyendo. Si nos portamos bien y cumplimos como buenos ciudadanos globales, nos concederán un «pasaporte de inmunidad», como lo ha llamado la OMS. Si no lo tienes, no podrás viajar en avión ni en tren ni en metro, no podrás siquiera ir a la panadería de la esquina. Te prohibirán salir de casa. Si te atreves a disentir o a criticar la verdad oficial, vivirás extramuros, en el ostracismo. Se te considerará un bárbaro sin «conciencia social» y se te castigará a no participar de la civilización domesticada e inhumana de su nueva normalidad.
 
Cristina Martín Jiménez
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El problema no es la COVID-19. Porque vendrán otros. Pero espero que lo que estamos viviendo en estos meses nos sirva para comprender en qué consisten las estrategias del poder. Debemos darnos cuenta de que el mal existe, que hay personas malvadas en el mundo, con nombres y apellidos, que se disfrazan de filántropos y de mesías del bien. Estamos inmersos en la conspiración del caos. Es la lucha de la mentira contra la verdad. Por eso silencian y desprestigian en sus canales de televisión, redes y plataformas sociales a cualquier voz crítica que intente transmitir la verdad de lo que está sucediendo. Los mentirosos no permiten ni soportan la verdad. La plandemia es una gran mentira y un caos planificado. El virus existe, pero es la excusa para conducirnos a la aceptación de las reglas de una nueva sociedad para la cual llevan décadas trabajando. Numerosas personas codiciosas y amorales se han aliado. Pero frente a los malvados siempre estarán los buenos.
 
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La forma en la que los medios de comunicación son controlados en distintas partes del mundo variará según las ideologías imperantes. En China y en Cuba, el control se ejerce en nombre del pueblo. En Occidente, va del capitalismo abierto (televisión comercial, prensa financiada mediante publicidad) al paternalismo benévolo de la BBC en el mejor de los casos. Pero, en todas partes, la tendencia es la de crear una élite que limite la libertad de expresión de los individuos.
 
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El objetivo es evidente: el dominio del planeta bajo el reinado de una república socialdemocrática universal. Es el socialismo fabiano impulsado por el clan Rockefeller desde hace décadas. Se trata de un gobierno mundial al mando de una élite de pseudointelectuales, propagandistas, científicos, expertos, banqueros y financieros que diseñan en sus laboratorios y planifican. Lo llaman «un mundo perfecto», «un mundo feliz». Una minoría tendrá en sus manos las fuentes tecnológicas, las materias primas, los alimentos, la información… La economía estará controlada en todos los sectores de producción y distribución. Desaparecerá la propiedad privada. Y, para adoctrinarnos y convencernos de que este es el sistema que nos conviene, usan la propaganda. Es su arma principal en esta pseudodemocracia de laboratorio, que consiste en convertir a los diablos en héroes y en atacar a los héroes reales. Esas son las tácticas de su estrategia global. La diferencia entre estrategia y táctica es que la primera es completa, integral, mientras que la segunda se refiere a las partes de un conjunto de acciones trazadas en la estrategia.
 
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… «nueva normalidad» es el nombre de la humanidad esclavizada por el Gran Tirano del nuevo orden mundial
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
El concepto que las élites del Poder Global tienen de nosotros es abyecto. Creen que somos una masa informe, falta de inteligencia y totalmente manipulable. Creen que nos tienen que salvar de nosotros mismos porque somos un peligro per se. Son los dueños de Microsoft, Facebook, BlackRock, Goldman Sachs, General Motors, Coca-Cola, Wells Fargo, The New York Times, The Washington Post, CNN, Johnson & Johnson… y quieren ser los amos de todo el planeta. En su opinión, no tenemos la suficiente valía para vivir. No tenemos derecho a la vida; ergo, ellos, que son más inteligentes, nos hacen un favor matándonos, ya que nosotros, una estirpe cobarde, somos incapaces de sacrificarnos en el altar del nuevo orden mundial. Carecemos de la «conciencia social» que a ellos les sobra. A algunos les mueven intereses hegemónicos, a otros el lucro y a la mayoría la codicia, el simple beneficio. Unos lo hacen por apatía; otros por rencor, revancha y odio. Y también hay quien lo hace por la fascinación que supone alzarse como mesías. El ansia de poder, que es el más astuto de los seductores, los une a todos. Son los nuevos nerones de la Historia. Él incendió Roma, ellos, Minneapolis. A lo largo de la historia de la humanidad siempre surgen determinados momentos que favorecen la coyuntura para que una élite una sus fuerzas e impulse sus planes. Pero, a veces, les puede la impaciencia y se cansan de esperar ese instante preciso que les permita desplegar las velas de sus naves y dirigirlas hacia la conquista. Pero, como son astutos como serpientes, han aprendido a provocar el momento adecuado, como ha ocurrido ahora. No es una pandemia sino una plandemia. Disponen de todos los instrumentos: la ciencia, la tecnología, los medios de comunicación de masas, los organismos supranacionales, las ONG, las plataformas civiles, las redes sociales, las estructuras democráticas, los fondos financieros… Pero ¿por qué en este preciso instante y no en otro? Por el motivo que les ha movido siempre: porque se creen vencedores. El proyecto que les une a todos no es otro que la dominación absoluta del planeta y la coyuntura que ha fortalecido su alianza fue la aparición inesperada del norteamericano Donald Trump, que amenazó con frustrar el plan previsto. Así que activaron la táctica de la pandemia para acelerar el proyecto ante la cercanía de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Sin embargo, muchos de los que lo intentaron en el pasado fracasaron. ¿Por qué? Pues porque creían tenerlo todo controlado, pero, en realidad, estaban ciegos. La soberbia les impidió tener en cuenta otros acontecimientos que estaban sucediendo al mismo tiempo. La soberbia les llevó a creerse más listos que los demás, y ese fue su fin. Viven alejados de la tierra, de lo rústico, de la vida real, y nos han declarado la guerra. En verdad, nos han hecho un chantaje y estamos siendo extorsionados. Han decidido que la presión no cesará hasta que no aceptemos sus condiciones. En este acto de soberbia, propio de mentes más pueriles que inteligentes —conectadas entre sí— han delinquido y corrompido los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es decir, todos los propósitos internacionales con los que se inició el Nuevo Orden tras la Segunda Guerra Mundial. Pero han ignorado un nuevo actor de la polis, inexistente en los conflictos anteriores. Ahora, las personas «normales y corrientes» —la masa— tienen voz. Grave error de cálculo. Cuando se va a la guerra, hay que tener todos los flancos cubiertos y todas las grietas de las montañas deberían haber sido selladas previamente. En eso se han equivocado.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
 
… el totalitarismo global avanza sin descanso como los cuatro jinetes de un apocalipsis planeado.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
Rechazamos el nuevo orden mundial deshumanizado, perfectamente diseñado en laboratorios de ingeniería social. El nuevo orden mundial bárbaro va a ser derrocado desde dentro, por la acción de cada una de las personas individuales que se están revelando contra su proyecto de partido único totalitario global, en el que unas élites diferenciadas deciden y el pueblo igualitario obedece. Son los amos y dueños de lo que comes, de lo que bebes, de lo que vistes…, pero, sobre todo, intentan ser los amos de las ideas que tienes en la mente, de los sentimientos que se mueven en tu corazón y del miedo que se apodera de tu alma. Por eso debemos detenernos a reflexionar, expulsar sus virus y elegir nuestro propio camino.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
Los nuevos dioses de la Fundación Gates, de la OMS o del oscuro Club Bilderberg no quieren que comamos el fruto del árbol del conocimiento prohibido porque aprenderíamos a diferenciar el Bien del Mal y seríamos como ellos, es decir, dioses. Refulgiría la luz de nuestra inteligencia y, como seres brillantes, juzgaríamos sus actos como impíos y veríamos que son psicópatas que no se conforman con dinero, riquezas y honores públicos, sino que trabajan para imponer su cultura de la muerte y matar el espíritu humano. La sustitución de los valores antiguos, que han hecho avanzar a las civilizaciones y a la humanidad, está siendo tan rápida que difícilmente puedo concebir una mente capaz de asimilarlo. Es para acabar enajenados y locos… Y si ya lo hubieran conseguido, si realmente hubiesen logrado perturbar el espíritu y la mente de todos nosotros, ¿cómo podremos diferenciar lo que está bien de lo que está mal? Alterando nuestro campo magnético individual mediante radiofrecuencias, virus, pesticidas y proteínas artificiales pretenden perturbar nuestra alma. Quieren reventarnos por dentro. Para que, enfermos y dementes, sigamos las indicaciones de los «expertos». Y, sobre todo, «mantengamos la distancia social». Nos prohíben todo lo que cura: los besos, los abrazos, el cariño, el oxígeno de los bosques y las playas, el agua salada del mar y la buena alimentación, con el objetivo de que nuestro sistema inmunológico enferme de tristeza. La gran prohibición durante la pandemia ha sido la del amor. Nos os améis los unos a los otros porque nosotros no os amamos. Sed robots sin alma, que así el mal os manejará mejor.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
… la mayor rebeldía, en un mundo que te insta a odiar y a mentir, es amar.
 
Cristina Martín Jiménez
La verdad de la pandemia
 
 
EL AMOR AMENAZADO
 
El amor es un peligro para cualquier totalitarismo, del tipo que sea. Lo primero que te prohíbe el aspirante a dictador es amar. Pero no obedeceremos, no dejaremos de amarnos. Volveremos a besarnos en las calles, en los parques, en las playas, y nos sorprenderá contemplar cómo lo hacemos con más fuerza y pasión que nunca. Su sentimiento único de odio y miedo no triunfará. El mundo ha estado en tinieblas demasiado tiempo, pero, de repente, sentiremos un resplandor de luz inesperado. El rayo luminoso nos fulminará.
La verdadera guerra es contra el amor. El virus es la excusa para quitarnos el amor a la libertad, para que la sacrifiquemos a cambio de la seguridad que sus vacunas supuestamente nos reportarán. Han estado aprendiendo en sus laboratorios pandémicos durante décadas.
Esta nueva crisis es una operación de guerra sociológica rigurosamente planificada para avanzar en la implantación de un gobierno mundial y un sentimiento único de odio. Muchos líderes psicópatas nos conducen a la catástrofe por cumplir su ambición. Y convierten la utopía de sus mentes en una distorsión, en una distopía terrorífica, en un sacrificio en los altares del mal. En muchos países del mundo, el Gobierno ha fallado al pueblo. «Hay una trama en este país para esclavizar a cada hombre, mujer y niño. Antes de que deje este alto y noble cargo, tengo la intención de exponer esta trama», dijo John F. Kennedy poco antes de morir asesinado por el Clan Bilderberg.
Quienes hayan sido educados por la mentira tenderán a permanecer en ella, porque es ahí donde sienten su identidad. La verdad incomoda a quien vive engañado y engañando. Pero no hay que rendirse; hay que perseverar. La clave para dejar de ser esclavo es sentarse frente a los propios miedos y demonios que nos paralizan, no huir de ellos. Cuando sufran por algún miedo, no lo eviten, siéntense frente a él, mírenlo directamente a la cara y conversen con él. Verán cómo, después de haberles trastornado la mente con sus imágenes y palabras, calla cobardemente y va perdiendo fuerza. Y díganle: «Ya no tienes poder sobre mí porque no te tengo miedo». Así lo hice yo y me liberé de mis miedos. Mi naturaleza rebelde se negó a vivir esclavizada.
Ahora les pediré algo. Es una frase con la que Marta Matute, una chica sevillana de diecisiete años, acabó el vídeo-cuento que compuso con los títulos de varios libros, en el que incluyó Los amos del mundo y Perdidos. Por eso me lo envió una amiga común. El cuento de Marta acaba así: «Prométeme que serás libre en el próximo amanecer».
Les pido que lo prometan. Y que confíen en que ya lo son. Nacieron libres. Tú eres libre. Ahora, enseña a ser libre a los esclavos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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