Enrique Jardiel Poncela

Citas de libros de Enrique Jardiel Poncela:



"Al amor, al baño y a la tumba, se debe ir desnudo."

Enrique Jardiel Poncela



"El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta , hay que tirarlo y empezar otro nuevo." - "La muerte tiene una sola cosa agradable: Las viudas."

Enrique Jardiel Poncela




"El amor es como los columpios, porque casi siempre empieza siendo diversión y casi siempre termina dando náuseas."

Enrique Jardiel Poncela
Máximas mínimas




"Al llevarse a casa una mujer, como al llevarse un perrito, lo primero que hay que hacer es comprarle un collar."

Enrique Jardiel Poncela



"Basta decir una gran verdad para que todo el mundo se ría pensando que se trata de un rasgo de humorismo."

Enrique Jardiel Poncela



"Cada cien años hay que reconstruir el mundo."

Enrique Jardiel Poncela



“Cada ser posee todo el tiempo que existe.”

Enrique Jardiel Poncela



"Cuando el trabajo no constituye una diversión, hay que trabajar lo indecible para divertirse."

Enrique Jardiel Poncela



"Cuando las mujeres andan en peores pasos es cuando van mejor calzadas."

Enrique Jardiel Poncela



“Cuando tiene que decidir el corazón es mejor que decida la cabeza.”

Enrique Jardiel Poncela


“Definir el humor es como pretender atravesar una mariposa utilizando a modo de alfiler un poste telegráfico.”



Enrique Jardiel Poncela


“Dictadura: Sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio.”

Enrique Jardiel Poncela



"El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria."

Enrique Jardiel Poncela



"El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta hay que tirarla y empezar otra nueva."

Enrique Jardiel Poncela



"El amor es como las cajas de cerillas que desde el primer momento sabemos que se nos tienen que acabar y se nos acaban cuando menos lo esperábamos."

Enrique Jardiel Poncela



"El amor es como un hoyo; crece a merced de grandes trabajos, termina con el último esfuerzo, y para que quede tal como estaba, necesita que se le eche mucha tierra encima."

Enrique Jardiel Poncela



"El amor es como una goma elástica que dos seres mantienen tirantes, sujetándola con los dientes; un día, uno de los que tiraban se cansa, suelta, y la goma le da al otro en las narices."

Enrique Jardiel Poncela


"El amor es un hombre y una mujer que están de acuerdo en un punto y en desacuerdo en todo lo demás."

Enrique Jardiel Poncela



“El amor es una comedia en un solo acto: el sexual.”

Enrique Jardiel Poncela



“El amor vuelve inteligentes a los idiotas, e idiotas a los inteligentes.”

Enrique Jardiel Poncela



“El arte de hacer reír se basa en exponerle al público, cara a cara, sus propios defectos.”

Enrique Jardiel Poncela


"El crepúsculo es un fracaso diario de la Naturaleza."

Enrique Jardiel Poncela




"El espiritismo se inventó para que los médicos pudieran hablar con su clientela."

Enrique Jardiel Poncela




"El «etcétera» es el descanso de los sabios y la excusa de los ignorantes."

Enrique Jardiel Poncela



"El fin de la religión, de la moral, de la política, del arte, no viene siendo desde hace cuarenta siglos más que ocultar la verdad a ojos de los necios."

Enrique Jardiel Poncela



"El hombre que se ríe de todo es que todo lo desprecia. la mujer que se ríe de todo es que sabe que tiene una dentadura bonita."

Enrique Jardiel Poncela


“El humor posee como nada un poder confortador y que consiste en dar de lado al mundo para reírse de sus indicios espantables. Supremo ejemplo de esto es aquel gitano a quien llevaban a ahorcar en lunes y que, por el camino, iba diciendo: “Bien empieza la semana”.”

Enrique Jardiel Poncela



“El mayor defecto del joven es que separa la idea-sexo de la idea-amor; y el mayor defecto del viejo es que separa la idea-amor de la idea-sexo.”

Enrique Jardiel Poncela




"El mundo es un presidio esférico."

Enrique Jardiel Poncela



"El oxígeno que se respira en la patria es distinto a todos los demás."

Enrique Jardiel Poncela




"El pudor es un sólido que sólo se disuelve en alcohol o en dinero."

Enrique Jardiel Poncela


“El que no se atreve a ser inteligente se hace político.”

Enrique Jardiel Poncela



"El que satisface sexualmente a una mujer es su dueño, el que no la satisface sexualmente es su esclavo."

Enrique Jardiel Poncela


"El que va acompañado de una linda mujer sabe que los amigos hallados en la calle tienen siempre más cosas que decir que cuando vamos solos."

Enrique Jardiel Poncela



"El sacrificio es una virtud que siempre nos parece admirable... en los demás."

Enrique Jardiel Poncela


"El teatro es un gran medio de educar al público; pero el que hace un teatro educativo se encuentra siempre sin público al que poder educar."

Enrique Jardiel Poncela




"En arte, lo verdaderamente original repugna a las masas."

Enrique Jardiel Poncela



"En general, los hijos no empiezan a querer a sus padres hasta pasados los treinta años."

Enrique Jardiel Poncela



"En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen, la gran mayoría se roncan."

Enrique Jardiel Poncela


"En la vida social, las conversaciones más interesantes empiezan siempre cuando tienen que concluirse."

Enrique Jardiel Poncela


"En las mujeres que tienen la cara bonita, los dos labios son superiores."

Enrique Jardiel Poncela



“Es más fácil detener un tren que detener una mujer, cuando ambos están decididos a descarrilar.”

Enrique Jardiel Poncela


"FELICIO. — (Viéndola marchar, sonriendo.) ¡Qué poco cuesta dar una alegría a los que no han tenido nunca amor!
(Se va detrás. Las vidrieras del balcón se abren entonces de un golpe y surgen por allí MARIANO y LUCÍA. El primero trae la chistera encasquetada, se envuelve en el chal de LUCÍA y viene de un humor de perros. LUCÍA cierra tras ambos las vidrieras del balcón.)
MARIANO. — (Furioso.) ¡Bien! ¡Ya está bien!
LUCÍA. — (Disculpándose.) para comer... Si es que ella nos reclama
MARIANO. — ¡Qué bien! ¡Ya oigo que llama!
(Se quita el chal, que da a LUCÍA, y deja la chistera en el velador.)Pero comer es una palabrota, y, si a ti aún te interesa, ello denota que no sientes el drama de mi drama...
LUCÍA. — ¿No he de sentirlo? Si hace un cuarto de hora que te expongo mi idea...
MARIANO. — ¡Salvadora idea con que todo se decide!...Que olvide mi fracaso...
(Irónico.)¡Que lo olvide!¡Olvidable es el hecho en forma y fondo!¡Nadie olvida, querida, aquello que en lo hondo trae la muerte escondida! ¡Nadie! ¡Ni una persona sola, esas cosas olvida! Cómo no he de olvidar yo... ¡esta pistola!
(Mostrando el mango de una pistola que lleva en el pecho, debajo de la levita.)que acabará mi vida!...
LUCÍA. — (Asustadísima.) ¡Pero Mariano! ¿Aún piensas en matarte?
MARIANO. — (Volviéndose a guardar la pistola. Con desdén.)¿Que si lo pienso? ¡Eres un caso aparte de tanta estupidez que da fastidio!...¿Pues no me has oído decirte y repetirte que es cosa decidida mi suicidio?¡Te juro que no acierto, Lucía, a comprender, que habiéndote hecho ver en privado, al llegar, que estaba muerto, llores como en tu infancia, porque ahora, oficialmente, me dé un tiro en la frente, pues es un detalle ya sin importancia!....
LUCÍA. — (Llorando desconsolada.) ¿Un detalle un balazo?
MARIANO. — ¡Nada más! ¿Qué más va a ser pegarle a un muerto un tiro?
LUCÍA. —¡No me convencerás! Pues yo hoy te veo, y te oigo, y te respiro; ¡pero después del tiro no hablarás, ni ya te oiré, ni te veré jamás!
MARIANO. — ¡Ni me respirarás, conforme! ¿Y qué?
(Gravemente.)¿Crees, Lucía, que ya, en lo sucesivo,—esté muerto o esté vivo—,ni hablar, ni respirar conseguiré? Pues ¿no ves que se me ha mostrado esquivo el arte del que siempre fui cautivo y que en este arte, en que triunfar soñé, desde ayer por la noche, soy sólo un fracasado y un fantoche?
LUCÍA. — (Dolida.) ¡Mariano!
MARIANO. — Y aun ayer sólo, la empresa del Príncipe sabía ser mía «La sorpresa»...Pero hoy ya todo el mundo—y el mundo, en especial, que me interesa—sabe que ese fracaso tan rotundo es mi fracaso...
(Avergonzado.)Creo que a la cara me salen los colores sólo al pensar que vuelvo al Ateneo, rebosante de amigos escritores: Campoamor, Espronceda, Ros, Togores, que, al verme, exclamarán de extremo a extremo: «¡Aquí llega ese memo!» «Todo aquel que demuestre coraje para oírle, oirá al poeta más chirle, autor del drama en verso más pedestre...»
LUCÍA. — ¡Pero el drama es muy bueno! Y si otra vez….
MARIANO. — (Grave.) ¡El drama es, por desgracia, una sandez!Y, con criterio exacto, diez sandeces: una sandez por acto.
LUCÍA. — ¡Mariano!
MARIANO. — Porque escucha y toma nota un pobre equivocado sí lo fui, ¡pero no fui un idiota! Y ayer me convencí de que nunca nada haré en poesía y de que, en punto a cosa de teatro, sé... ¡lo que sabes tú, Lucía mía, de la vida y costumbres del albatros!
(Humildemente y con súbita melancolía.)Pero la poesía teatral me despertaba un entusiasmo tal, que, habiendo culminado en lo insensato, ¡ayer, viernes, llegó hasta lo mortal! Y por eso me mato, hoy, sábado, de un modo ya oficial..
LUCÍA. — ¡No es posible, Mariano!
MARIANO. — Es tan fatal que por ello te traje mi retrato...
(Va a la pared de la izquierda, coge el retrato tapado que allí dejó Lucía, por orden suya y se lo enseña.)
Míralo. Es lo primero que ha pintado un muchacho genial, que ése ¡sí triunfará!... Pepe Casado del Alisal. ¿Te gusta?
LUCÍA. — (Sin demasiado entusiasmo.) No está mal."

Enrique Jardiel Poncela
El sexo débil ha hecho gimnasia


"Fiorli.— Con ansiedad. ¿Le has visto? ¿Has visto al «Hún­garo»? ¿Ha pasado el «Húngaro» por aquí?
Melanio.— ¿Cómo?
Raimundo.— Desde el reloj, volviéndose. ¿Qué?
Gregorio.— Volviéndose también y viendo a Fiorli. A Rai­mundo. ¡¡Ahí va!! ¡Ya ha vuelto otra vez, señor! Ese es Fiorli... ése es el que quiere desnudarme.
Fiorli.— Saltando a escena y cerrando la trampa. A Melanio, ansiosamente, sin ver a Raimundo y Gregorio, que están tras él. ¿Estabas tú aquí cuando ha pasado el «Húngaro»? ¿Le has visto? ¡No pongas esa cara de imbécil y habla! ¡El «Húngaro» ha entrado en la casa! ¡No ha valido de nada tu vigilancia y ha conseguido entrar, por fin! ¡Esto te va a costar caro, Melanio! Cogiéndole por un brazo y sacudiéndole furioso. ¿No se te mandó que le echases mano y nos lo trajeras vivo o muerto? ¿O es que el muerto quieres ser tú? Ha entrado en la casa escondido en el camión, y el mecánico no aparece y él ha subido hace un rato por aquí... Señala a la trampa del suelo. ¿Por dónde se ha ido el «Húngaro»? ¿Dónde está ahora? ¡Contesta!
Raimundo.— A Fiorli. ¿Pero cómo quiere que le conteste si no le deja usted hablar?
Fiorli.— Volviéndose. ¿Eh? ¿Quién es ése? Acercándose a Raimundo. ¿Quién eres tú? ¿El mecánico?
Raimundo.— El mecánico, sí, señor.
Gregorio. — Aparte. ¡Aguanta!
Fiorli.— ¿El hombre de confianza que manda Atanasio para que se ocupe en lo sucesivo del camión?
Raimundo.— Justamente.
Fiorli.— Entonces, ¿has sido tú el que ha traído a éste Por Gregorio de parte de Atanasio?
Raimundo.— Sí, señor.
Gregorio.— Aparte. ¡Cada vez más liados!
Fiorli.— ¿Y dónde te mas metido desde que llegaste?
Raimundo.— He estado buscándole a usted. Atanasio me dijo que me preséntese al señor Fiorli. ¿No es usted el señor Fiorli?
Fiorli.— Si, yo soy. Pero ¿por dónde me buscabas?
Raimundo.— Por la casa...
Fiorli.— Y no habiendo estado aquí nunca, ¿cómo sabías...?
Raimundo.— Me informó Atanasio acerca de la casa y acerca de todo lo demás.
Fiorli.— ¿De todo?
Raimundo.— Absolutamente de todo, principalmente acerca del asunto de la señorita Sibila.
Fiorli.— Pero, entonces, te hablaría también del «Húngaro»...
Raimundo.— Sí, señor. También.
Gregorio.— Aparte. ¡Liados por completo!
Fiorli.— ¿Y no te dijo Atanasio que el «Húngaro» ha vuelto a España, que renda la casa hace tiempo con intención de en­trar, y que si lo veías, al atravesar en el camión la arboleda, que le echases el guante, fuese como fuese, y me lo entrega­ras a mí?
Raimundo.— Sí, señor. Pero ni éste Por Gregorio ni yo vimos alma viviente al atravesar la arboleda.
Fiorli.— ¿Qué señas te dio Atanasio del «Húngaro»?
Raimundo.— Alto, delgado, con aspecto de loco.
Fiorli.— ¡No hay duda! Pues has de saber que sin que lo vierais el «Húngaro» se metió en el camión.
Raimundo.— ¡No es posible!
Fiorli.—Sí lo es. Y está aquí, en la casa, en plena libertad para actuar y dispuesto a todo.
Raimundo.— ¡Ahora me explico!... Efectivamente, un hom­bre de esas señas ha salido del sótano y se ha ido por allí...
Fiorli.— ¡¿Eh?! Corre hacia la puerta que ha indicado Rai­mundo.
Gregorio.— Aparte. ¡Toma! Ya está liao también Jacinto."

Enrique Jardiel Poncela
Los habitantes de la casa deshabitada




Ford V8

"Siempre un Ford V8... Porque otros dos tuve,
es ya éste el tercer Ford en el que voy.
En cuestión de coches, siempre un Ford 8V:
un Ford V8 y made in Detroit.
El que no es Ford 8V me parece feo:
y porque he tenido tres Ford, gran turismo,
confundo los de antes con éste y me creo
que los tres son uno, es decir: el mismo.
Fueron el uno del otro el vivo retrato
porque les di a todos idéntico trato.
¡Muy mal trato: es cierto! ¡Pobre el que ahora uso...!
No parece un Ford, sino un coche ruso:
abollado y sucio y tan despintado
que por todas partes le invade la herrumbre.
Pobrecito coche, siempre estacionado
ante alguna puerta: y en invierno helado
y en verano, echando por sus chapas lumbre.
¡Pobre leal amigo!, que haces mi deleite
gimiendo y soplando con alma de fragua:
porque lleva el cárter vacío de aceite
y porque me olvido siempre de echar agua...
Y él, aun así sigue... Aun así camina...
Corre hasta, yo creo, que sin gasolina.
¡Pobre coche mío! ¡Pobre gran amigo
de tanta aventura cómplice y testigo!
¡Cómplice y testigo de tantas escenas,
y de tantas bromas y de tantas penas:
penas que, sin duda, siempre ha recordado
porque no se olvida, si es el pasado;
y, en cambio, los días amables y tiernos
seguro que todos los ha ya olvidado!
¿A que no recuerda las lindas sonrisas
que se reflejaron en su parabrisas?
No, claro; ni una... No hay gestos eternos
y aquellas sonrisas de mujer, borraron
los dedos de lluvia de muchos inviernos;
pero todavía mi suerte es peor
que encuentro un instante y de nuevo pierdo
sonrisas o rostros o escenas de amor
al reproducirse el fugaz recuerdo
en el espejito «Liliput-Cinema» del retrovisor.
Y es que envejecemos, Ford 8 querido:
pues, cuando se vuelven al ayer los ojos,
es que ya los muelles se nos ponen flojos
y que nada es ahora lo que antes ha sido.
Sí. Los años jóvenes, que como una hilera
de resplandecientes faroles de gas,
vi siempre delante de mi, y a la espera
de que yo llegase, los veo hoy detrás.
¡Noble coche mío! ¡Noble y leal amigo!,
servidor paciente de largas esperas
y ejecutor dócil de mis fantasías,
que igual rompes vallas, que trepas aceras;
que, cuando es preciso, subes escaleras,
y saltas cunetas y vas por las eras
y por los sembrados: y que llegarías,
si yo te pidiese también que lo hicieras,
a entrar por los túneles y andar por las vías.
¡Oh, fiel compañero de rutas viajeras
de todas las horas y todos los días...!
¡Lugar geométrico de mil averías!
¡Rastrillo de caucho de las carreteras,
que, si en vez de España eran extranjeras,
sacabas más fuerzas de las que tenías
y entonces volabas, mejor que corrías,
porque, así, humillando en locas carreras
a todos los coches de allí que veías
dejabas bien altas nuestras dos banderas!
(Pero calla, no hables... ¿por que te sinceras?,
ya sé que es la mía por la que lo hacías.
Pero no te asustes, que seré discreto
y de tal manera guardaré el secreto
que desde ahora mismo juro por quien soy
que no han de saberlo jamás en Detroit.)Te estimé siempre y te honré también.
Te honré en tus tuercas, te honré hasta en las «juntas»
y si no, contesta a algunas preguntas.
¿Estando tú en forma tomé yo algún tren?
¿Y no callé siempre y siempre me callo
los contados días que tienes un fallo?
Y aunque ambos sabemos que sí existen varios,
¿he dicho yo a alguien, ni una sola vez,
que ni entre los coches más extraordinarios
exista uno solo de tu rapidez?
¿Ni otro igual de fuerte? ¿Ni igual de bonito
aunque estás de feo que causas espanto?
¡Di! ¿Opiné algo de eso ni hablado ni escrito?
¡No! Porque te quiero. Y te quiero tanto
a pesar del trato que te doy, ¡oh, Ford!
que ya lo ves: ahora compongo este canto
en tu solo elogio, en tu único honor...
¿Y con quién he obrado como contigo obro?
¡Con nadie del mundo! Pues sabes de sobra
que el arte, aun siendo arte, se vende y se cobra
y yo, cuanto escribo lo vendo y lo cobro.
Y si fui contigo un poco locatis
eso que te escribo te lo escribo gratis.
¿Cómo? ¿Te emocionas? ¡Oh, no! No te dejo...
y menos que llores, pues no eres un viejo
para que ahora llores a más y mejor.
¿Lo niegas? ¿No lloras? ¡Vamos, que estás chocho!
Si hasta has hecho charco... ¡Ah! ¿Es el radiador?
Entonces, perdona, y a todo motor
dame un buen abrazo, ¡oh, Ford V8!
¡Y aprieta bien fuerte, oh, V8 Ford!"

Enrique Jardiel Poncela



"Hay dos maneras de conseguir la felicidad: una, hacerse el idiota; otra, serlo."

Enrique Jardiel Poncela




"Hay dos tipos de enfermedades: las que curan solas, y por tanto no es preciso el médico, o las que nadie las cura, en las que tampoco es preciso el médico."

Enrique Jardiel Poncela


"Herminia.— Días enteros pasé yo preguntándome eso mismo. No podía ser... Pero había sido. Y mi vida acababa de desmoronarse para siempre. Enderezándose, rígida y envarada, como una esfinge. Mi vida acababa de desmoronarse, pero no quedaba vacía: estaba repleta de odio, y, por el momento, averigüé que el jefe de los asesinos de Jack se llamaba Jenina, y vivía en el Loop de Chicago. Hablando precipitadamente, como deseando acabar. Logré llegar hasta él, captarme su amistad... Y a los dos meses, en la primera ocasión propicia, lo vendí a la Policía. ¡A mis propios pies cayó acribillado! Larga y emo­cionada pausa. Miguel prende lentamente un nuevo cigarrillo. Herminia parece agotada como una flor sin agua. Los violines han callado dentro, y la brisa, triunfante en el concierto, arran­ca melodías, inesperadas a los árboles. Suena como un susu­rro la voz de Herminia, que resume el resto de su existencia en un segundo. Los ocho años transcurridos desde entonces los he vivido sin conciencia de vivirlos. Pasé fríamente de unos países a otros y he hecho de todo, sin que nada de lo que hacía me interesase lo más mínimo... Una temporada me dejé absorber por la música... Durante los dos años que si­guieron practiqué el espionaje... He tenido ráfagas de misti­cismo... Épocas de vivir obsesionada por el juego... Y en todo momento he oído, sin escucharlas, palabras y palabras de amor... Algún hombre intentó esclavizarme, teniendo que za­farme de él violentamente... Algún otro, en cambio, se em­peñó en ser esclavizado por mí y acabó suicidándose... Para unas personas he sido un demonio... Para otras, un ángel... Suspirando con dejadez. Y en realidad, sólo soy una mujer que se ha dejado en el camino los mejores resortes de la vida. Confidencialmente. ¿Comprende ahora por qué no me interesa la cachupinada que se celebra en esos salones de ahí dentro, y por qué no he aceptado su invitación a bailar?"

Enrique Jardiel Poncela
Exceso de equipaje




"Historia es, desde luego, exactamente lo que se escribió, pero ignoramos si es exactamente lo que sucedió."

Enrique Jardiel Poncela



"Intentar definir el humorismo es como pretender pinchar una mariposa con un palo de telégrafos."

Enrique Jardiel Poncela



Jacinto Benavente

"Pequeñito y agudo cual puñal florentino
(siempre tuvo solvencia el puñal de Florencia),
habla con voz muy baja, pero al hablar encanta.
Sólo pueden oírle los de oído muy fino.
Tenido por un sabio por los que no son sabios
el cual –si hacemos caso de las gentes ociosas–
está hecho con virutas de maderas preciosas.
Se ha dicho que es su rostro como el de Lucifer,
pero en tal semejanza, la verdad, yo no creo.
«¿Él» como Lucifer? ¡No, hombre, no! ¡Qué ha de ser!
Al lado de él, el Diablo no resulta tan feo.
Todo el mundo le cita por su nombre de pila;
se le conocería entre dos mil en fila.
Y es el único autor que ha hecho la extraña cosa
de cruzar el Atlántico con una mariposa."

Enrique Jardiel Poncela



"La amistad, como el diluvio universal, es un fenómeno del que todo el mundo habla pero nadie lo ha visto con sus propios ojos."

Enrique Jardiel Poncela



"La casualidad es la décima musa."

Enrique Jardiel Poncela


“La dictadura es el sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio.”

Enrique Jardiel Poncela



“La experiencia es una enfermedad que no se contagia.”

Enrique Jardiel Poncela



“La Historia es mentira encuadernada.”

Enrique Jardiel Poncela



“La inteligencia es el peor castigo que se le puede infligir a un ser humano.”

Enrique Jardiel Poncela


“La juventud es un defecto que se corrige con el tiempo.”

Enrique Jardiel Poncela



“La juventud pesa más que la vejez porque ésta está vacía de deseos, y la otra, rebosante de ansias.”

Enrique Jardiel Poncela


“La juventud se soporta con mucho mayor trabajo que la vejez.”

Enrique Jardiel Poncela



"La leyenda es la hija adoptiva de la historia."

Enrique Jardiel Poncela



“La luna está siempre pálida porque hace vida nocturna.”

Enrique Jardiel Poncela


“La medicina es el arte de acompañar al sepulcro con palabras griegas.”

Enrique Jardiel Poncela




"La muerte tiene una sola cosa agradable: las viudas."

Enrique Jardiel Poncela




"La mujer adora al hombre igual que el creyente adora a Dios: pidiéndole todos los días algo."

Enrique Jardiel Poncela




“La mujer es como los autos, a la vejez es cuando más se pintan.”

Enrique Jardiel Poncela




"La mujer pierde su virginidad cuando quiere, y el hombre cuando puede."

Enrique Jardiel Poncela



"La mujer y el libro que han de influir en una vida, llegan a las manos sin buscarlos."

Enrique Jardiel Poncela


"La música que más les extasía a las mujeres es la ejecutada con las trompas de Falopio."

Enrique Jardiel Poncela



La pregunta inútil

"El perro sufre... El perro padece:
es fácil presa
de innumerables miedos: y muy frecuentemente
está enterrado el perro; dando diente con diente,
cuando humilde, se mete debajo de la mesa...
Por fortuna, confía desde que era pequeño
en su dueño, en el amo al que cree de hierro
e invencible... y por eso concilia sólo el sueño
junto al amo: y entonces se queda como un leño.
Mas por desgracia, en cambio, ¡hay tanto infeliz perro
que vive sus terrores a solas y sin dueño!
Sí... Ese adorable ser, el más puro que existe,
cuyo amor es constante, y es igual noche y día,
y cuyo mayor goce es nuestra compañía:
por lo que a separarse con dolor se resiste,
ese gran camarada, ¡aun en plena alegría,
tiene en sus dulces ojos una mirada triste...!
Y es que el perro —el canino, que es mucho más hu[mano
que el humano— porque éste es realmente el canino,
ese paciente amigo,
ese entrañable hermano,
cuyo pobre cerebro sólo recibe oscuras sensaciones,
¡soporta un brutal torbellino
de diarias, terribles y angustiosas torturas!
¿Por qué? ¿Por qué obligar al perro a tal destino?
¿Por qué hacer que padezca sufrimientos sin tino
ese noble animal que destila dulzuras?
¿Por qué? ¡Dime! ¿Por qué, Señor de las alturas?
Pero nada contesta el Hacedor divino...
Se calla. Es la más cómoda de todas las posturas."

Enrique Jardiel Poncela






"La sinceridad es el pasaporte de la mala educación."

Enrique Jardiel Poncela



"La única perseverancia común a todos los hombres es el crecimiento."

Enrique Jardiel Poncela



"La verdad se parece mucho a la falta de imaginación."

Enrique Jardiel Poncela



“La vejez es un exceso que aumenta por días.”

Enrique Jardiel Poncela


La vida

"Por lo breve es... el tiempo de un respiro;
un relámpago; el cruce de una estrella;
un parpadeo; un goce; una centella;
una germinación; un beso; un tiro;
un do de pecho; un brindis; un suspiro;
una flor en un búcaro; una huella;
una amistad; lo bello de una bella;
una promesa; un éxito; un ¡te admiro!;
un convertirse en público un secreto;
un pasar de cadáver a esqueleto;
un naufragio; una rúbrica; una bruma;
un rubor; un crepúsculo; un asueto;
un eclipse; una boda; un sí; una espuma;
un amor; una dicha... y un soneto."

Enrique Jardiel Poncela


“La vida es tan amarga que abre a diario las ganas de comer.”

Enrique Jardiel Poncela



"La -Vida fácil- suele ser la más difícil."

Enrique Jardiel Poncela



La vida vulgar

"Yo tengo unas ansias muy inexplicables,
resistir no puedo la vida vulgar...
Yo tengo unas ansias muy inexplicables,
pero, a pesar de ello, las voy a explicar.
Quisiera perderme en el «oceano»
a bordo de un yate francés o italiano;
quisiera, aun sabiendo lo difícil que es,
subir en dos saltos al monte «Everés»;
quisiera batirme a espada o a sable
con un conde ruso de sonrisa amable;
quisiera viajar en gasolinera
cantando una copla que aprendí en Utrera;
quisiera vivir un año en el Congo
con lo que me dieran de empeño del hongo;
quisiera poder ir a los teatros
llevando en el hombro subido un albatros;
pero nada de eso podré conseguir
según me ha anunciado ayer un fakir,
y, por más que sufra, me habré de aguantar
con seguir viviendo la vida vulgar..."

Enrique Jardiel Poncela



"Las mujeres, como las espadas, cuando más respeto inspiran es cuando están desnudas."

Enrique Jardiel Poncela





"Las mujeres tienen las mismas costumbres de los salvajes: adornarse con plumas, colgarse aros de las orejas, pintarse la cara y vivir conquistando a los vecinos."

Enrique Jardiel Poncela




"Lo peor de la humanidad son los hombres y las mujeres."

Enrique Jardiel Poncela



"Lo que mayor interés demuestran en saber los enamorados es aquello que más va a hacerles sufrir."

Enrique Jardiel Poncela



"Lo que se lee sin esfuerzo ninguno, se ha escrito siempre con un gran esfuerzo."

Enrique Jardiel Poncela



"Lo vulgar es el ronquido, lo inverosímil, el sueño. la humanidad ronca, pero el artista está en la obligación de hacerla soñar o no es artista."

Enrique Jardiel Poncela



"Los muertos, por mal que lo hayan hecho, siempre salen a hombros".

Enrique Jardiel Poncela



"Los muertos son dóciles, pero muy estirados."

Enrique Jardiel Poncela


“Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa.”

Enrique Jardiel Poncela



"Los senos de la mujer son la única persistencia del hombre; los coge al nacer y ya no los suelta hasta morir de viejo."

Enrique Jardiel Poncela



"Los sentimientos deben analizarse y nunca obedecerse."

Enrique Jardiel Poncela



“Los solteros saben que todos los matrimonios son desgraciados; los casados creen que el único matrimonio desgraciado es el suyo.”

 Enrique Jardiel Poncela


"Mariana más que una muchacha, era una combinación química, y Edgardo tenía la misma distinción innata que Mariana y Clotilde, y es preciso dudar que un príncipe de la sangre bordase a mano con mayor altivez; Micaela se expresaba como si se hallase colocada a mil doscientos metros sobre el nivel del mar."

Enrique Jardiel Poncela
Eloísa está debajo de un almendro



Mis razones para hablar deprisa

"¡Oh! ¡Destino, que riges el ritmo de mi vida!
¡Oh! ¡Destino, que das el tono a mi existencia!
Dicen que hablo de prisa, cualidad maldecida,
que hace que el radioyente, pierda tiempo y paciencia.
¿Por qué no me das tú la calma necesaria
que tuvieron San Luis, el Santo Job y Arcadio?
¿No ves que estoy jugándome la vida a la contraria
cada vez que me toca conferencia en la Radio?
Yo, que quisiera hablar con claridad de cielo,
por lo visto, estoy siendo un as en el camelo,
y, según es costumbre en esta clase de ases,
me meriendo y digiero el final de las frases.
Dame tú claridad en la pronunciación
cada vez que me toque actuar en la emisión,
y si no claridad para excitar la risa,
dime al menos la causa de por qué hablo de prisa."

Enrique Jardiel Poncela



“Mucho de lo que se lee sin esfuerzo alguno ha sido escrito con gran esfuerzo.”

Enrique Jardiel Poncela



New York

"Una ciudad con dos ríos.
Chinos, negros y judíos
con idénticos anhelos.
Y millones de habitantes,
pequeños como guisantes,
vistos desde un rascacielos.
En el invierno, un cruel frío
que hace llorar. En estío,
un calor abrasador
que mata al gobernador
–que es siempre un señor con lentes–
y a los doce o trece agentes
que llevaba alrededor.
Soledad entre las gentes.
Comerciantes y clientes.
Un templo junto a un teatro.
Veintitrés o veinticuatro
religiones diferentes.
Agitación. Disparate.
Un anuncio en cada esquina.
“Jazz-band”. Jugo de tomate.
Chicle. “Whisky”. Gasolina.
Circunsición. Periodismo:
diez ediciones diarias,
que anuncian noticias varias
y todas dicen lo mismo.
Parques con una caterva
de amantes sobre la hierba
entre mil ardillas vivas.
Masas con fama de activas,
Pero indolentes y apáticas.
“Estrellas”, actrices, “divas”
y máquinas automáticas.
Oficinas sin tinteros:
con “Kalamazoos”, ficheros,
con nueve timbres por mesa
y con patronos groseros
de cara de aves de presa.
Espectáculos por horas.
“Sandwichs” de pollo y pepino.
Ruido de remachadoras.
Magos y adivinadoras
de la suerte y del destino.
Hombres de un solo perfil,
con la nariz infantil
y los corazones viejos;
el cielo pilla tan lejos,
que nadie mira a lo alto.
Radio. Brigadas de Asalto.
Sed. “Coca-Cola”. Sudor.
Limpiabotas de color.
Cemento. Acero. Basalto.
“Garages” con ascensor.
Prisa. Bolsa. Sobresalto.
Y dólares. Y dolor:
un infinito dolor
corriendo por el asfalto
entre un “Chevrolet” y un “Ford”."


Enrique Jardiel Poncela



"No dimitas jamás. Es más cómodo ser pueblo que gobernante, marinero que capitán, enfermo que médico y niño que ama de cría."

Enrique Jardiel Poncela


"No hay mejor fragata que un libro para llevarnos a tierras lejanas."

Enrique Jardiel Poncela


"Para encontrar gusto a la vida, no hay como morirse."

Enrique Jardiel Poncela



"Para hacer una vida higiénica que beneficie a la salud hay que tener una salud a prueba de bomba."

Enrique Jardiel Poncela


“Para no fracasar en el arte hay que tener en cuenta que el público es más bruto que uno.”

Enrique Jardiel Poncela



"Patrimonio es un conjunto de bienes; matrimonio es un conjunto de males."

Enrique Jardiel Poncela


"Por las tardes se sentaba en su cuarto y escribía; tenía un librito donde trazaba sus Memorias; en una de sus páginas se leía: «Anoche, como todos los días, Jack vino a mi alcoba. Cuando papá duerme, cuando todo reposa en silencio, yo oigo sus pasos quedos sobre la alfombra. Después siento sobre mi cuerpo el contacto adorado de sus manos; todo mi ser se enerva y se estremece; es como si sus manos fueran eléctricas. Alzo mi cabeza, ofrendo mi boca y hallo en la oscuridad la suya; prendemos las dos en un beso magnífico, divino. ¡Pobres mujeres las que sólo disfrutan de un amor material y creen poseer el placer supremo! Esta dicha mía es inenarrable. Jack no me habla nunca. No hay nada tan fuera de lugar como la palabra en esos instantes supremos. Nuestras bocas ya no se desprenden. A veces oigo dar las cinco de la madrugada gozando de ese amor absoluto, más que humano, astral, ¿por qué no decirlo?
»Vivo sólo por su amor y para su amor, y los momentos en que “él” no está conmigo los llena su recuerdo. Soy gloriosamente feliz.
»Algunos atardeceres también suele venir Jack. Entonces me habla mucho, con una voz susurrante, deliciosa. Me dice que cuando yo muera seremos dos fluidos que se compenetrarán, que se amarán apasionadamente, porque Dios es infinitamente bueno y el amor es su doctrina.
»¿Cómo no ser feliz? La vida para mí es un paraíso, la muerte una delicia, el más allá otro paraíso sin fin, incalculablemente superior al que disfruto aquí.
»Nadie, estoy segura, es tan feliz como yo».
Así decían las Memorias de Bessie Gray."

Enrique Jardiel Poncela
El plano astral 



"Por severo que sea un padre juzgando a un hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a un padre."

Enrique Jardiel Poncela



"¿Quién dijo que cuesta más vestir a una mujer que desnudarla?"

Enrique Jardiel Poncela




“Realmente, sólo los padres dominan el arte de educar mal a los hijos.”

Enrique Jardiel Poncela



"Respecto a los grandes problemas del «más allá», tengo ahora ideas que no se parecen en nada a las que tuve en un principio. En la adolescencia y comienzo de la juventud, fui un gran espiritualista: hasta escribí un libro (malísimo), El plano astral, y hoy el espiritualismo me arranca bostezos de hora y cuarto. Entonces, la contemplación de un cadáver me hundía en profundas meditaciones, y me hacía preguntas, y me imaginaba respuestas, e incluso creía ver, en el vidrio entelado de aquellas pupilas, reflejos misteriosos de Regiones Inaccesibles. Hoy contemplo un cadáver y no se me ocurre decir más que: —Está muerto."

Enrique Jardiel Poncela
Tomada de su libro El plano astral y otras novelas cortas


"Se llama experiencia a una cadena de errores."

Enrique Jardiel Poncela



“Ser libre es dejar de depender de alguien para depender de todos.”

Enrique Jardiel Poncela



"Si queréis los mayores elogios, moríos.”

Enrique Jardiel Poncela
Epitafio



"Si vuestra prometida es realmente una santa, llevadla inmediatamente al altar; pero dejadla en él y volveos a casa."

Enrique Jardiel Poncela



"Suicidarse es subirse a un coche fúnebre en marcha."

Enrique Jardiel Poncela



"Toda innovación relativa lleva al triunfo; toda innovación absoluta conduce al fracaso".

Enrique Jardiel Poncela




"Toda sociedad es un organismo podrido que se conserva gracias al hielo de la hipocresía."

Enrique Jardiel Poncela



“Todo el mundo hace caso de los barómetros, menos el tiempo.”

Enrique Jardiel Poncela




"Todo el mundo se suicidaría, si después de suicidarse se pudiera seguir viviendo."

Enrique Jardiel Poncela



"Todo lo agradable de la vida es un truco que hace olvidar que se vive."

Enrique Jardiel Poncela



"Todos los hombres que no tienen nada importante que decir, hablan a gritos."

Enrique Jardiel Poncela




"Un beso dado a una mujer lo mismo puede conducir a la felicidad que al matrimonio."

Enrique Jardiel Poncela




"Un poeta nunca es rotundamente sincero."

Enrique Jardiel Poncela


"Un hombre inculto puede lograr éxitos escribiendo para el Teatro; un hombre culto, también, pero a condición de que sepa olvidarse de su cultura."

Enrique Jardiel Poncela



"Se llama experiencia a una cadena de errores."

Enrique Jardiel Poncela


"Se llaman amigos pólizas aquellos que se pegan a uno y que no valen más de dos pesetas."

Enrique Jardiel Poncela



"Ser feliz es no cambiar."

Enrique Jardiel Poncela


"Sólo los padres dominan el arte de adecuar mal a los hijos."

Enrique Jardiel Poncela



"Un escritor si no desea hallarse en trance de muerte no debe desear que otro escritor le admire. Porque cuando un escritor admira a otro ya sabe lo que hace con él: fusilarle."

Enrique Jardiel Poncela



“Un novio es un hombre feliz que está pronto a dejar de serlo.”

Enrique Jardiel Poncela


“Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma neto de inteligencia.”

Enrique Jardiel Poncela





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